El 5 de julio de 2008, mientras me desempeñaba como Embajador de
Venezuela en Nicaragua fui entrevistado por el periódico “El Nuevo Diario” de
Managua para que opinara sobre la entonces reciente liberación de Ingrid
Betancourt y otros rehenes que habían estado por años en cautiverio bajo
control de las FARC. Sin titubeos respondí “En ningún caso es admisible el secuestro de
civiles, en ningún conflicto bélico de ninguna característica…” y agregué más
adelante “La humanidad está por encima de todo, por encima de las diferencias
ideológicas, políticas, o de cualquier tipo…”.
Más recientemente, en esta misma columna, el 6 de noviembre del
año pasado con el nombre de “La negociación es el único
camino hacia la paz en Colombia” afirmé
que “Después de la muerte de Alfonso Cano, el presidente Santos ofreció
como alternativas la rendición o la muerte, lo cual en pocas palabras es la
continuación de la guerra, en contra de la opinión de millones de colombianos
que claman por la paz y la negociación. Un vencedor -como lo es Santos en este
momento-, debió haber sido “generoso en la victoria”. Enfaticé más adelante “Lo
que cabe es escuchar a los que han hecho un llamado a la negociación que le
evite a Colombia más muertes y más destrucción, que
impida que la guerra siga siendo el negocio de una minoría, que no haya más
perseguidos, asesinados ni secuestrados, que los falsos positivos sean parte
del pasado, que las organizaciones sindicales y sus dirigentes puedan
desarrollar sus actividades de manera segura y que no haya más desplazados”. Soy un total convencido de ello.
En una declaración fechada el pasado 26 de febrero,
el Secretariado de las FARC.EP ha comunicado “…nuestra decisión de sumar a la
anunciada liberación de los seis prisioneros de guerra, la de los cuatro
restantes en nuestro poder” y han dado a
conocer una información de gran trascendencia para Colombia en lo que respecta
a la práctica del secuestro: “Con la misma voluntad indicada arriba, anunciamos
también que a partir de la fecha proscribimos la práctica de ellas en nuestra
actuación revolucionaria”.
Al escribir
estas líneas, habían transcurrido pocas horas de la noticia, sin embargo, como
era de esperarse, la misma recibió inmediatas muestras de apoyo de diversos
sectores de la sociedad colombiana y de otros países. Como era de esperarse
también, fue puesta en duda por el ex presidente Uribe, quien sigue apostando
por el conflicto y la guerra.
La
experiencia ha demostrado que en estas situaciones, lo más difícil es dar el
primer paso. Al igual que Uribe, no faltarán los agoreros que pretendan cerrar
todo camino a la armonía, la concordia y el diálogo. De la misma manera que en noviembre
pasado, la pelota está en la cancha del Presidente Santos. De él depende que
esta decisión unilateral de las FARC sea ese primer paso ineludible para el
regreso de todos los secuestrados a sus hogares y el inicio de la negociación
para una paz definitiva, necesaria para Colombia y para toda América Latina y
el Caribe.
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