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sábado, 1 de diciembre de 2018

Algunas reflexiones en torno a la Cumbre del G2+1+17 en Argentina


La semana pasada comentaba que nunca antes en la historia las elecciones de medio término en Estados Unidos, habían despertado tal grado de interés en la opinión pública no sólo de ese país, sino que en todo el planeta. Otro tanto pareciera estar ocurriendo en los prolegómenos de la Cumbre del G-20 que ha comenzado al mismo tiempo que escribo estas líneas. Resulta complicado escribir sobre un evento sin esperar las conclusiones del mismo, por eso solo me atreveré a mencionar algunos elementos de contexto. 



Esta reunión se realiza en un país estremecido por una crisis económica profunda solo sorteada por el monumental endeudamiento adquirido por el gobierno con el FMI, por la incapacidad de la oposición peronista sumida en una colosal división de la que no parece poder salir en el corto plazo y por el consenso de la clase política, de las poderosas dirigencias sindicales y de la propia sociedad en el sentido de rechazar la posibilidad de una salida violenta a la terrible coyuntura que atraviesa el país austral. La incapacidad de gobernar y el desprestigio del gobierno se ha manifestado recientemente por la incredulidad de la ciudadanía en la explicación que el gobierno ha dado sobre la situación del hundido submarino “ARA San Juan” y la incapacidad de la administración Macri para garantizar la seguridad pública en el partido de fútbol que concluiría con el campeón del la Copa Libertadores, el más importante torneo de clubes de la región, cuando la ministra de seguridad Patricia Bullrich había asegurado que tal misión no encaraba mayor complejidad. 


Buenos Aires es hoy una ciudad militarizada, 26 mil efectivos se han desplegado para evitar que ocurra lo mismo que en el juego Boca-River, incluyendo fuerzas especiales de Estados Unidos y comandos israelíes. La urbe está paralizada, no hay transporte público, los mandatarios se reunirán lejos de las manifestaciones y las manifestaciones se harán lejos de los mandatarios, en un gran recinto ferial propiedad de un amigo de Macri, para dejar bien patente que los mandatarios que se reúnen, lo hacen en un concilio de élites, bien alejados del sentimiento popular que no se creen interpretados por esta reunión de mandatarios y empresarios. 


En el marco de las medidas de seguridad que se han tomado, algunos de los aviones con alrededor de 200 efectivos de las fuerzas armadas de Estados Unidos aterrizaron y se desplegaron en Uruguay, logrando el objetivo anexo de que el Frente Amplio se dividiera en la opinión y en la votación en el parlamento a fin de autorizar la entrada de tropas extranjeras al territorio nacional. Así, de manera tangencial, Estados Unidos logró que el gobierno de Uruguay cooperara con el de Argentina en la represión contra el movimiento popular que manifestará en contra del cónclave. 

Muy temprano, incluso antes del inicio de la Cumbre, se expuso la ineptitud del gobierno al exhibirse las contradicciones de los funcionarios ante la solicitud - por parte de una ONG- de apresar al príncipe heredero saudita Mohámed bin Salman acusado por dar la orden para el asesinato y desaparición del periodista Jamal Khasogghi en Estambul. Los funcionarios argentinos han expresado no saber qué hacer ante la “papa caliente” que significa la presencia de un invitado que no es formalmente jefe de Estado y que además dirige el brutal genocidio en Yemen, repudiado crecientemente en diversos países del mundo. 

Otro tanto ocurrió ante la llegada del presidente francés Emmanuel Macron, quien arribó a Buenos Aires en la más completa orfandad, al fallar el protocolo y no ser recibido por autoridad alguna del país anfitrión. 

En cuanto a la reunión propiamente dicha, la misma se va a caracterizar por la puesta sobre la mesa de tres opciones: la de Estados Unidos, la de China y la de Rusia. Europa se encuentra muy disminuida y sin respuesta ante los ataques de Estados Unidos que es teóricamente su principal aliado político, económico y militar, lo cual la inhibe de adoptar una ciega posición de apoyo a Estados Unidos en la Cumbre. 

En la reunión de la OMC, también realizada en Buenos Aires en diciembre del año pasado, Estados Unidos dijo que esta instancia no tenía mayor validez y se retiró de las sesiones, por lo que no hubo documento final. Argentina no quiere que esto vuelva a ocurrir en la presente asamblea. 

El centro de la información girará en torno a la confrontación comercial (que es mucho más que eso) entre Estados Unidos y China. Paradójicamente, Estados Unidos está funcionando de acuerdo al llamado “triángulo Kissinger”. En el pasado, Henry Kissinger secretario de Estado y Consejero de Seguridad Nacional durante los gobiernos republicanos de Richard Nixon y Gerald Ford hizo que China se aliara a Estados Unidos para aislar a la Unión Soviética, ahora el mismo Kissinger ha recomendado a Trump, acercarse a Rusia para aislar a China. Esto no se ha podido concretar totalmente por la supuesta injerencia de Rusia en las elecciones de Estados Unidos, lo cual mantiene dividido al establishment estadounidense. En ese sentido, Estados Unidos no quiere tener un 2-1 (China y Rusia vs Estados Unidos) en la Cumbre y ha hecho concesiones. 

Podría decirse que en este ámbito, la política de Trump se asemeja a la de Roosevelt y Nixon en su momento (divide y vencerás), pero, en este caso proponiéndose también romper la alianza trasatlántica que se creó en 1945, y volver a la tradicional política aislacionista y proteccionista de su país que primó desde la independencia en el siglo XVIII hasta fines de la segunda guerra mundial. 

En ese contexto, Trump se ha planteado desgarrar todo atisbo de multilateralismo: la alianza militar (OTAN), el acuerdo político (ONU) y el consenso comercial (OMC), es decir la guerra comercial iniciada contra China se inscribe en una política general. Sin embargo, las elecciones de medio término del pasado 6 de noviembre han significado un contratiempo para la ejecución de las políticas de Trump, al quedar expuesto que son rechazadas por la mayoría de la sociedad estadounidense. En este marco, la actitud de Trump en Buenos Aires dependerá en gran medida de una mirada internacional que no puede obviar los apetitos reeleccionistas de Trump para las elecciones presidenciales de 2020. 

Esta Cumbre no tendrá grandes cosas que anunciar. Sólo será un episodio más de la disputa entre las tres potencias. Rusia hará patente esa condición, China, su apoyo al libre comercio y Estados Unidos apostará a lo bilateral por encima de lo multilateral e incluso como contradictorio con éste. Por tanto, lo relevante de Buenos Aires no será la Cumbre en sí misma, sino las reuniones bilaterales que se sostengan entre los líderes. Estados Unidos intentará aprovechar las bilaterales para tratar de ganar apoyo en su guerra comercial contra China, exponiendo sus políticas anti globalización y anti multilaterales. Como he dicho con anterioridad, desde hace algunos años, estos encuentros en realidad, fácilmente podrían denominarse G-2, si se considera que los otros 18, tal vez con la salvedad de Rusia, van a mirar lo que las dos grandes potencias mundiales van a decidir. 

En algún momento se pensó que Argentina podría trabajar para articular un bloque “todos contra China”. Estados Unidos no quiere y no tiene capacidad para construirlo. Aunque sí está ejerciendo una gran presión para desnaturalizar la presencia china en América Latina, pero sin poder ofrecer nada a cambio. Eso es lo que hace que los gobiernos de América Latina y el Caribe, en su mayoría leales e incluso subordinados de Estados Unidos en materia política, se lo piensen dos veces antes de asumir posiciones anti-chinas en materia económica. La situación financiera global no se lo permite aunque lo deseen. Y en este ámbito, Macri ha dado los mayores ejemplos de hipocresía gubernamental dirán algunos, pragmatismo, lo llamaran otros. 

En general, como dije, no se producirán grandes acuerdos, Argentina como país sede apuntó a una Cumbre sin sobresaltos, pero intentando que haya documento final. No se sabe si eso llegue a ser posible, hasta el momento no lo parece. Desde este punto de vista, la Cumbre será solo un episodio más en el camino de Estados Unidos para chocar con China dentro de 20 años, si puede hacerlo. Es lo que está preparando Trump y cada escenario es usado en ese objetivo. El G-20 es uno más. 

En el ámbito de la participación de los países latinoamericanos, Argentina intentará no chocar con ningún actor, continuará la política de Macri, de decirle a Estados Unidos lo que quiere escuchar, lo mismo que a China, por eso, una cosa será lo que se diga en la Cumbre y otra lo que se exprese y se acuerde en las reuniones bilaterales. En la región, lo más importante ahora es la victoria de Bolsonaro en Brasil por la incertidumbre que genera en materia internacional donde no ha hecho grandes anuncios. En el gobierno de Argentina que aplaudió la victoria de Bolsonaro y fue el primero en saludar su victoria, ahora se ha desatado un gran temor por las declaraciones del futuro ministro de hacienda brasileño quien dijo que para Brasil, las relaciones con Argentina y con Mercosur dejarán de ser relevantes. En este aspecto, Argentina intentará defender el Mercosur. A nivel global, aún no se sabe qué decisión tomará Bolsonaro respecto de la membrecía de Brasil en el BRICS. Aunque Bolsonaro no asistirá a la Cumbre, su “fantasma” rondará la misma. 

En medio del cambio de gobierno en México, la presencia de Peña Nieto será irrelevante y se limitará a la firma del nuevo acuerdo comercial entre los tres países norteamericanos. Por ello, el tema Bolsonaro y su probable posición respecto del libre comercio, el multilateralismo, Mercosur y BRICS, será lo más relevante para América Latina en este evento. 

En ciertos sectores de la clase política argentina (no en la presidencia) existe temor de que se configure un bloque neoliberal, autoritario, fascista, proteccionista y belicista con eje en Estados Unidos (debilitado por la derrota de Trump en las elecciones de medio término) y Brasil. 

Como se sabe, el temario de las cumbres se discute con antelación, hay poco espacio para la improvisación, excepto lo informal y lo simbólico, pero esto se manifiesta sobre todo en las bilaterales, las multilaterales suelen ser más formales. En este caso, en las reuniones preparatorias de la Cumbre se observó que Estados Unidos está cambiando su forma de negociar, aun manteniendo su postura proteccionista y se cree que China, fiel a su tradición, dará algunas señales de distensión. En las tiranteces que se han manifestado en la preparación de esta cumbre, muchos respiraron aliviados después de la conversación telefónica entre Xi y Trump y el anuncio de una reunión bilateral en Buenos Aires. 

Por otro lado, se ha observado que Estados Unidos enfrenta simultáneamente problemas en Corea, Medio Oriente, Siria, Yemen, la controversia con Rusia por Ucrania, intentos de intimidar a China en el Mar de la China meridional y las diferencias con sus tradicionales aliados europeos y de otras regiones por temas comerciales, todo lo cual ha afectado su poder hegemónico. Eso llevó a que en las reuniones preparatorias de la Cumbre haya actuado como un actor más, sin manifestar su tradicional espíritu avasallante. Estados Unidos está orientado a una mirada más doméstica en materia de comercio, por lo que no le conviene hacer mucho ruido en términos de guerra comercial, lo cual no impide que haya retórica de “guerra fría” sobre América Latina, sobre todo en las bilaterales, en particular después de la resurrección de la Doctrina Monroe en boca de Tillerson, Mattis y Pence, todo encaminado a frenar la presencia china en la región. Pero eso se manifestará sobre todo en lo bilateral y en lo informal. 

En conversaciones de este tipo, los delegados de Estados Unidos en las reuniones preparatorias han manifestado preocupación porque la guerra comercial con China conduzca a un aumento de la inflación en Estados Unidos e incluso a una probable recesión para finales de 2019 y 2020, lo cual afectará a Trump en sus intenciones reeleccionistas. 

En ese sentido, puede haber algunas tensiones en la Cumbre, pero serán retóricas y anecdóticas, no van a ser reales. Finalmente, los miembros del G-20, necesitados de mantener el show que les da preponderancia global por encima de cualquier otro organismo multilateral estarán muy pendientes de la próxima Cumbre G-20 que será en Japón, donde podría haber una situación internacional e interna bastante distinta en Estados Unidos, en un momento en que los impactos de la guerra comercial con China podrán visualizarse con mayor nitidez y relevancia. 

El evento confirmará que el mundo depende de lo que decidan económicamente estos 20 países, como ha definido que 5 de ellos son los que concretan en el Consejo de seguridad de la ONU, los destinos políticos del planeta. Aunque no haya consensos, no importa, en definitiva este evento es solo una demostración de fuerza. Tampoco importa que en el mismo se reúnan delincuentes como Macri y Peña Nieto, golpistas como Temer, asesinos como bin Salman o fascistas como Salvini, finalmente ellos están unidos en torno al capital y eso les garantiza impunidad y tranquilidad. 

Por lo pronto, las primeras imágenes de la Cumbre muestran a Trump tirando su audífono al suelo quejándose de la traducción y abandonando el saludo de Macri ante su mirada de incredulidad, idiotez y subordinación vergonzosa, dejando claro además que a pesar de organizar la cumbre no deja de ser un vulgar lacayo.

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