La visita del jefe del Pentágono, a quien me cuesta llamar Secretario de Defensa, James Mattis a América del Sur ha venido a generar todo tipo de debates en torno a los objetivos de dicho periplo, en el que ha hecho escala en cuatro países subordinados a donde se ha dirigió para impartir órdenes imperiales.
La historia ha demostrado que la existencia de una secretaría de defensa (con ese nombre) en el gobierno de Estados Unidos es una total falacia. En sus más de 240 años de vida republicana, el país ha sido atacado tres veces en su territorio y sus defensas “no lo han podido defender”. La primera vez fue en la guerra contra Gran Bretaña entre 1812 y 1814, en la que los ingleses le propinaron una derrota aplastante a la soberbia nación emergente capturaron la capital Washington, incendiándola, incluso quemando la Casa Blanca y el Capitolio. Posteriormente, en la segunda guerra mundial, los japoneses destruyeron la armada estadounidense del Pacífico en Pearl Harbor, Hawái, cuando los radares no vieron (o no quisieron ver) el desplazamiento de la aviación nipona, para así tener la justificación ante su opinión pública que les permitiera entrar oficialmente a la contienda bélica. Finalmente, el 11 de septiembre de 2001, no fueron capaces (o no quisieron) evitar el ataque terrorista en New York y Washington, lo que fue usado para desatar su guerra contra ese flagelo a fin de establecer un sistema unipolar con preeminencia de Estados Unidos. Lo que observamos tras el brutal atentado que costó la vida de miles de ciudadanos inocentes, fue la estúpida mirada perdida de un presidente incapaz de hacer algo de inmediato. Un mes después, dio inicio a una guerra en Afganistán, que hoy, tras 17 años, aun no termina y no tiene visos de hacerlo.
De manera que hablar de defensa y de secretaría de defensa en Estados Unidos no deja de ser un eufemismo, en ese mismo período de dos siglos han desatado centenares de guerras en todas los continentes y en todos los rincones del planeta. Valdría la pena tener en cuenta que en la actualidad, según datos entregados por el presidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Joe Dunford su país tiene 300 mil soldados en más de 800 bases militares en 177 naciones del mundo, una cifra que aumenta constantemente si se considera que en 2016 eran 138 y en 2017, 149 estos países, todo lo cual le cuesta a los contribuyentes más de 716 mil millones de dólares según el presupuesto de guerra recién aprobado para el año 2019 y que sobrepasa el billón de dólares si se consideran los gastos de inteligencia no incluidos en el presupuesto militar. Al respecto, el prestigioso portal informativo Vox, explicó ya en 2015 que este entramado configuraba "un sistema militar masivo que aseguraba la influencia de Estados Unidos en todos los rincones del planeta, y dado el carácter indiscutible de esta estrategia generalizada, no es probable que pronto se produzca algún cambio", como las evidencias posteriores han demostrado.
En América Latina hay 75 bases militares de Estados Unidos en varios países, destacando la presencia de 12 en Panamá, 12 en Puerto Rico, 9 en Colombia, 8 en Perú, 3 en México, 2 en Honduras, 2 en Paraguay, además de tener también fuerzas militares desplegadas bajo diferentes modalidades en Brasil, Guyana, Aruba, Bahamas y El Salvador.
Esto nos lleva a concluir que en realidad esta tal secretaría de defensa más que preocuparse de la protección del país, su encargo real es la guerra. Así, nos podríamos preguntar ¿qué viene a hacer el ministro de la guerra de Trump a América del Sur?
“Perro rabioso” como es conocido el jefe del Pentágono, es el primer militar en 50 años que ocupa ese cargo, para lo cual debió establecerse una “dispensa legislativa “ que permitiera hacer una excepción a fin de que Mattis, que no había cumplido los siete años reglamentarios desde su retiro para optar por este cargo, tuviera la posibilidad de ejercer el mismo. Él uno de los pocos sobrevivientes del gabinete cercano de Trump que ocupa su responsabilidad desde el primer día de gobierno, lo cual es una verdadera hazaña si se considera la característica inestabilidad emocional de su jefe
América Latina, bajo el influjo de la designación de 2018 por Estados Unidos como “año de las Américas” ha visto desfilar en el último tiempo a una cantidad inusitada de personeros de alto nivel del gobierno imperial, pero es la primera vez que Perro Rabioso pasa revista a sus tropas en directo.
Podríamos asegurar que su visita encara dos objetivos: uno estratégico y uno táctico. En febrero de este año, el groseramente defenestrado ex secretario de Estado Rex Tillerson, antes de su viaje a la América meridional, puso en el tapete la necesidad de hacer más efectiva la Doctrina Monroe que ha estado presente como eje de la política estadounidense hacia el continente por casi 200 años, pero a diferencia de la idea del presidente de su país que dio nombre a tal paradigma y que se orientaba a impedir la presencia de Gran Bretaña y la Santa Alianza en la región, esta vez, se trata de utilizar la misma como instrumento de presión y chantaje a las oligarquías vasallas que usufructúan el poder de los países subordinados, para que se mantengan alejadas de China y Rusia. En el plano táctico, se trata de ofrecerles dádivas y limosnas para que se presten a la tarea imperial de agredir a Venezuela.
No obstante, en lo específico existen particularidades en cuanto a la misión de Mattis en cada país. En Brasil, Perro Rabioso, fue a llamarle la atención a las fuerzas armadas de ese país que todavía conservan un sector poseedor de un sentimiento nacionalista que sigue teniendo en mente la defensa de la soberanía de su país y que enarbolan las banderas de la integración sudamericana en materia militar por encima de la idea panamericana y monroista de entrega del país, que propicia Temer y el sector fascista del componente militar. A este sector no le ha agradado los exitosos esfuerzos de Estados Unidos, avalado por los gobiernos de la región, incluyendo el suyo propio de desactivar Unasur, y con ello el Consejo de Defensa Sudamericano y el Colegio Sudamericano de Defensa, que consideran una obra propia y emanada de su doctrina, como oposición a la doctrina panamericana que se enseña en la Universidad de Defensa (ex escuela de las Américas) ubicada en el estado de Georgia en el sureste de Estados Unidos y que demostró su ineficiencia durante la Guerra de las Malvinas.
Todo ello, es percibido en Estados Unidos como un impedimento para hacerse de la poderosa industria militar de Brasil, y de sus más preciados tesoros: la Amazonía en tierra y los gigantescos recursos energéticos del presal en el océano, los que están siendo entregados por Temer a las empresas transnacionales de Estados Unidos. Ni siquiera la dictadura de los años 60 y 70 del siglo pasado logró una subordinación de las fuerzas armadas brasileñas a Estados Unidos de la magnitud de la que ha implementado Temer.
En Argentina, el mensaje de Perro Rabioso fue claro: mostrar su rechazo a la base espacial china de Neuquén, el mandato es preciso: debe ser cerrada. Mauricio Macri, que cultiva la hipocresía como forma de hacer política no tuvo empacho en aceptar las imposiciones de Mattis, mientras, al mismo tiempo, corre desaforado a los brazos del presidente chino Xi Jinping a fin de solicitar los recursos que le permitan salvar su maltrecha economía. Así, lo persigue en cuanto evento multilateral se encuentran, presentando planes y proyectos de inversión para atraer a China a su país, en el colmo de su desfachatez felicitó a Xi por su reelección como secretario general del Partido Comunista de China en octubre del año pasado.
Después de reunirse con su homónimo rioplantense Oscar Aguad, Perro Loco afirmó que “Argentina es considerada una amiga de Estados Unidos” y agregó “La conversación de hoy continúa la relación que comenzó hace más de 200 años atrás“. Se le olvidó, mencionar el pequeño detalle de que en la guerra de las Malvinas en 1982, Estados Unidos estuvo en la trinchera opuesta apoyando al invasor británico. Por supuesto, Aguad no tiene la dignidad suficiente como para recordárselo.
Por su parte, Chile es un país casi insignificante en la agenda del ministro de guerra estadounidense. Tanto, que el escueto comunicado de su visita y encuentro con el presidente de ese país, elaborado por la embajada de Estados Unidos en Chile, no tuvo más de dos párrafos. El tema de la agresión conjunta a Venezuela ocupó la mayor parte del encuentro bilateral.
En el momento de escribir estas líneas, Perro Loco se reunía con el presidente colombiano Iván Duque, no habrá grandes novedades: darán continuidad a las acciones de los ex presidentes Uribe y Santos, en la coordinación de operaciones contra Venezuela, el apoyo al paramilitarismo para prepararlo como ejército de invasión y la utilización de la cocaína que hace de Colombia el primer productor y exportador mundial, como instrumento necesario para justificar la presencia militar de Estados Unidos en la región.
En fin, nada distinto de lo que ya han hecho el vicepresidente Pence, el ex secretario de Estado Tillerson, el ex director de la CIA y actual secretario de Estado Pompeo, el comandante del Comando Sur Kurt Tidd y la embajadora ante la ONU, Nikki Haley: mostrar impaciencia y desesperación por la imposibilidad de competir con China en cuanto a la cooperación, la inversión y el comercio, amenazar y chantajear a los pusilánimes presidentes de la ultra derecha latinoamericana y rumiar su exasperación por la incapacidad de la oposición venezolana para derrocar al gobierno democrático del país. En cualquier caso, hay que tener cuidado: Un perro rabioso anda suelto en la región.
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