Asistimos a niveles de confrontación nunca antes vistos en casi todos los rincones del planeta y como pocas veces en la historia. Aunque estos enfrentamientos no están ajenos al desarrollo de colisiones de carácter bélico, la novedad es que no necesariamente, -por acción u omisión- la característica que identifica esta situación es el despliegue de grandes cantidades de ejércitos en territorios de combate.
Hoy, los escenarios de esta confrontación se han multiplicado, al incorporar a los medios de comunicación y los instrumentos de la política, la economía y la diplomacia como actores protagónicos de los conflictos. Incluso, los organismos multilaterales, creados para salvaguardar la paz en el mundo se han visto involucrados frecuentemente en la exacerbación de diferencias que conducen al fomento de las crisis, cuando deberían acudir a la solución de las mismas.
Finalmente, la verdad de los poderosos se sigue imponiendo a sangre y fuego y sin importar los costos que ello tenga de cara al futuro. Todas estas situaciones, en particular en América Latina y el Caribe pueden tener diversas miradas y distintas lecturas. Al observar los hechos de los últimos seis meses en la región, podemos concluir que asistimos a una regresión neoliberal que se manifiesta en casi todos los escenarios y en particular en el de las relaciones internacionales y la política exterior. La característica fundamental es que se ha abandonado casi todo principio o comportamiento ético, para caer en un pragmatismo a ultranza, en el que todo vale en función de lograr el objetivo propuesto.
Estas reflexiones acuden a la memoria cuando se observa la actuación de la OEA respecto de la situación de Venezuela y de otros países de la región. Se ha puesto en evidencia que todo su discurso de defensa de la democracia, respeto a la libre determinación y no injerencia en los asuntos internos de los países no es más que retórica artificial encaminada a ocultar su verdadero objetivo, cual es la defensa de los intereses hemisféricos imperiales.
Al respecto en un artículo escrito en mayo de 2007, hace 9 años, titulado “Salirnos de la OEA es lo único congruente con el ideal bolivariano” recordaba que: “La Organización de Estados Americanos (OEA) es un instrumento que nació al finalizar la Segunda Guerra Mundial como expresión de la correlación de fuerzas existentes en el continente durante el conflicto. Fue creada para apoyar a Estados Unidos en su tardío esfuerzo bélico de participación en el conflicto e incluyó una amplia alianza de fuerzas políticas y sociales hegemonizada por las burguesías locales.
Además la OEA fue, en su surgimiento, prueba de la extensión del sistema internacional resultado de la derrota del fascismo que tuvo su mayor expresión, a nivel mundial, en la Organización de Naciones Unidas. El objetivo inicial de la OEA era organizar un sistema internacional interamericano entre iguales, en concordancia con la Carta de Naciones Unidas.
Los países del continente aspiraban a un manejo democrático de los
asuntos internacionales, de allí que postularan una organización sin
hegemonías. Pero esto produjo temores en el seno del gobierno de Estados Unidos que en un
primer momento tuvo dudas sobre la conveniencia de firmar la carta de la
Organización ya que la misma podría limitar su capacidad de dominio sobre lo
que siempre consideró su ´patio trasero.
Sin embargo, la realidad política circundante al finalizar la
guerra puso fin a la amplia alianza de fuerzas antifascistas y llevó a la
aplicación de la Doctrina Truman que postulaba el apoyo material, financiero y
moral de Washington a todas las fuerzas conservadoras, reaccionarias y anti
comunistas.
Ello permitió crear las condiciones para que en el continente
emergieran estas fuerzas retrógradas que le dieran tranquilidad a Estados
Unidos, y considerando que los gobiernos iban a acatar dócilmente sus
directrices la Casa Blanca torció su análisis inicial y replanteó
su decisión, apoyando la creación de la OEA. Junto a ello se reservaron para
Washington la sede de la Organización e iniciaron una "diplomacia
regional" a través de la amenaza, el chantaje, la coerción y la extorsión
de gobiernos que además no mostraban gran interés en oponerse a ello.
Vale decir que el año anterior, en Río de Janeiro, se había creado el Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca como instrumento militar hegemónico controlado por Estados
Unidos para asegurarse la lealtad de las Fuerzas Armadas de los países
latinoamericanos en su confrontación estratégica con la Unión Soviética”.
Lamentablemente, cuando debimos habernos salido de ese engendro
imperial, no lo hicimos y hoy tenemos que seguir yendo a Washington a rendir
cuentas de nuestras actuaciones soberanas.
Se podrá estar o no de acuerdo con el actual gobierno de
Venezuela, pero hay actuaciones que señalan definiciones de nacionalidad que
son expresiones identitarias respecto del país en que se nace o se acoge como
lugar de residencia permanente o, si lo queremos ver desde la perspectiva
bolivariana, entenderla en su carácter regional, si se acepta que: “La patria
es la América”.
Todo esto que ha estado ocurriendo, cuando diputados venezolanos,
acuden a una instancia supra nacional para que ésta, actuando al margen del
derecho internacional sancione al propio país de origen de tales
parlamentarios, es expresión de aquella máxima marxista, de que no hay fuerza
más poderosa que el interés de clase, éstos son mucho más fuertes que cualquier
otro, incluyendo el de nación o incluso el de familia.
Pero, viéndolo en un sentido más amplio, es curioso, que la OEA y
su secretario general, desesperado por ganarse un espacio en el olimpo del
poder global, no haya actuado con la
misma celeridad ante los desmanes cotidianos del gobierno de Mauricio Macri o
ante esta nueva modalidad que tristemente se ha entronizado en América Latina,
cual es la aprobación tácita de un golpe de Estado, ejecutado por el delito
organizado en Brasil.
En Venezuela, hay muchos ciudadanos que sin ubicarse en uno u otro
espacio del espectro político, tiene sentido nacional y rechaza visceralmente
la injerencia extranjera. Cabe destacar que entre esos ciudadanos, un lugar
prominente lo ocupan los miembros de la fuerza armada que han sido educados en
el ideal bolivariano lo cual los ha llevado desde siempre a sostener un sólido
espíritu de defensa de la soberanía.
No va a ser la OEA la que solucione los graves problemas que
aquejan a Venezuela, mucho menos ahora que el secretario general tupamaro por
fuera, blanco por dentro, engendrado por Pepe Mujica, se puso de lado de una de
las partes, violentando incluso de forma mucho más descarada que en los años 60
y 70, la esencia de lo que debe ser una organización internacional, cuál es su
impronta a fin de solucionar los conflictos.
Entonces, me pregunto, ¿tiene algún sentido que el señor Almagro
siga siendo secretario general de la OEA? La verdad que siempre me ha dado lo
mismo, lo que haga o diga un agente imperial que sostenga tal investidura, pero
no me puede dar lo mismo, cuando lo que hay detrás de esta práctica es la
generación de condiciones para una intervención del Comando Sur, que engendrará
una situación de violencia en el país, que tal vez se sepa cuando comience, pero
no, cuando termine. ¿Es que acaso la oposición se cree inmune a esta situación?
¿Supone alguien que en estas condiciones podrá haber un funcionamiento democrático
normal? Si la oposición aspira legítimamente a hacerse del control del país,
¿cree que pueda haber elecciones libres en condiciones de una intervención
militar extranjera?
Solo quiero recordar que en el Chile de Allende, hubo dos
instigadores civiles del golpe de Estado: Patricio Aylwin y Eduardo Frei, ambos
líderes del partido demócrata cristiano. Supusieron que los militares les iban
a entregar el poder rápidamente. Todos sabemos lo que ocurrió. Pero hay que
decir también, que Eduardo Frei fue misteriosamente envenenado mientras
convalecía de una enfermedad en un hospital de Santiago. Así trata la
oligarquía a sus lacayos, los usa y luego los desecha cuando ya no le sirven,
como si fueran un conocido utensilio de uso sexual. A propósito, curiosidades
de la vida, el hospital que “atendió” a Frei fue el mismo y con los mismos
médicos que atendieron al poeta comunista Pablo Neruda, también envenenado
según una investigación que ha concluido recientemente en el país austral.
La experiencia es que la peor democracia es mejor que cualquier
golpe de Estado o intervención militar extranjera. Quienes apuestan a la
violencia, recurriendo a las instituciones internacionales bajo control imperial,
deben saber que ellas no los salvarán de los desmanes que sobrevendrán, si se
llega a establecer que la única ley válida es la ley de la fuerza que surge de
los fusiles.
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