Han transcurrido 29 meses desde el inicio de la
confrontación en Siria. Lo que se inició como supuestos movimientos populares
pacíficos en reclamo de mayor libertad y democracia se transformó en pocas semanas
en una intervención militar conducida por Estados Unidos, Europa, Israel y las
monarquías petroleras árabes que ha
causado la destrucción y la muerte de decenas de miles de ciudadanos entre
ellos, ancianos, mujeres y niños.
Los países de la coalición que ha organizado,
armado y financiado la agresión contra Siria prometieron un rápido fin de las
operaciones con la caída del gobierno de Bashar El Assad. La realidad ha sido
otra. El Consejo de Seguridad de la ONU, ha intentado una y otra vez aprobar
una resolución que legalice la
intervención armada en Siria tal como ocurrió en Libia, sin embargo, esta vez
esa opción ha chocado con la férrea oposición de Rusia y China que han vetado
dicha alternativa.
En este contexto, y tal como ha ocurrido a través
de la historia, Estados Unidos busca argumentos que legalicen la agresión
contra el país árabe, incluso pasando por encima de la institucionalidad y de
las leyes internacionales que regulan ese tipo de operaciones. Ahora, ha
fabricado una leyenda no demostrada acerca de la utilización de armas químicas
por parte del gobierno sirio.
En la situación creada subyacen dos aspectos que
conducen a entender la actuación de Estados Unidos en esta trama. Por una
parte, su desesperación por no lograr resultados favorables en las operaciones
militares que han realizado sus aliados, lo que ha conducido a que varios analistas
políticos y militares occidentales hayan afirmado que una victoria militar en
estas condiciones es poco probable y, por otro lado, en caso de llegar a la
mesa de negociaciones, no podrían explicar las razones de estar sentados junto
a organizaciones que ellos mismos han caracterizado de terroristas como Al
Qaeda o el Frente Al Nusra. Para los países europeos es muy complejo persuadir a
su opinión pública de la necesidad de armar y financiar organizaciones
terroristas que ante una eventual victoria en Siria se volverían contra ellos,
usando el armamento y las fuerzas entrenadas por los ejércitos de los países de
la OTAN. Incluso, la Unión Europea ha anunciado medidas para contrarrestar lo
que llaman “turismo yihadista”, en medio de crecientes evidencias de la
presencia de ciudadanos europeos
participando como mercenarios en la agresión a Siria.
Esto ha conducido a ir admitiendo que es inevitable
llegar a las negociaciones. Aunque Estados Unidos haya aceptado la propuesta
rusa de llevar a las partes en conflicto a un diálogo que debería realizarse en
Ginebra, en dos ocasiones, las mismas han sido pospuestas ante la inseguridad
de que las fuerzas de oposición asistan cuando todavía no han sido capaces de
ponerse de acuerdo en las propuestas y la estructura de su delegación. Ante
esto, Occidente trata de ganar tiempo buscando que sus aliados no lleguen a Ginebra en condiciones de debilidad y en
las puertas de una probable derrota militar que se hace evidente ante los
avances que ha hecho en el terreno el Ejército gubernamental. La supuesta
aparición de armas químicas como instrumento para argumentar a favor de la
intervención militar busca golpear a las fuerzas armadas sirias, favoreciendo
una contraofensiva de la oposición a fin de llegar a la mesa de negociaciones
en condiciones de mayor fortaleza frente al gobierno.
Estas variables han comenzado a incidir en el curso
de las acciones. En el plano regional, los conflictos internos en Egipto y
Turquía y el cambio en la conducción de Catar influyen en la articulación del
frente regional anti-sirio. En esas condiciones, Estados Unidos solo tiene a
Arabia Saudita -aunque transitando por los últimos días de vida del Rey Abdulah
y en medio de profundas disputas hereditarias- como único aliado firme para
sentar en la mesa de negociaciones junto a la desprestigiada oposición siria.
En una muestra de la desesperada situación de la coalición árabe-occidental y
en un acto de inaudita soberbia, la monarquía saudita ofreció a Rusia compras
por 15 mil millones de dólares en armamento, a cambio de que ésta alterara su posición en el Consejo de
Seguridad y autorizara las acciones militares directas. Rusia rechazó tajantemente dicha proposición
e insistió en la necesidad de llevar a las partes al diálogo en Ginebra. Coincide
con Irán, un actor presente y activo sin el cual hoy es imposible tomar
decisiones en el Oriente Medio y en particular en Siria.
Estas modificaciones en el escenario de los
combates así como en la realidad regional, la consideración cada vez más
arraigada de que no es posible una victoria militar, el peso de la carga de
alrededor de 2 millones de refugiados en los países vecinos que ya han generado
una crisis humanitaria y, -vale decirlo- una fuerte presión de la opinión
pública en Estados Unidos y Europa, han hecho
movilizar actores internos de esos países que manifiestan posiciones distintas
a las de los gobiernos, prima en ellos la situación de crisis económica que los
obliga a tomar cartas en el asunto, so pena de transformarse en cómplices y adláteres
de una decisión en la que no tienen ninguna seguridad de salir airosos y ante
la cual deberán rendir cuentas por las repercusiones que pudieran producir.
Aunque desde el punto de vista militar, es evidente
que las tropas de Estados Unidos se vienen preparando desde hace varios meses
para una acción militar contra Siria, la decisión de llevar a cabo el ataque es
política. En esa medida y a diferencia de Afganistán, Irak y Libia, Estados
Unidos no ha logrado consenso en el ámbito interno ni en el internacional.
A pesar que el
enviado especial de la ONU para Siria, Lakhdar
Brahimi, ha declarado que Estados Unidos y
Gran Bretaña aún no han presentado a la ONU pruebas del uso de armas químicas
por parte del gobierno sirio, el presidente Obama reclamó por “la incapacidad
del Consejo de Seguridad para avanzar ante una clara violación de las normas
internacionales”. El tema es claro: cuando la ONU accede a sus peticiones está
actuando en el marco del derecho internacional. Caso contrario no es así. En
ese contexto, una justificación superficial y violatoria del derecho
internacional vino del secretario de Estado John Kerry, quien dijo que
la investigación que lleva adelante la comisión de armas químicas de la ONU no
determinará quién fue el responsable de los ataques del pasado 21 de agosto en
las afueras de Damasco y agregó “Creemos en las Naciones Unidas y la
investigación sobre armas químicas pero el Secretario General lo ha dicho que
la ONU no dirá quién usó las armas químicas, debemos afirmar que quien la usó
fue el régimen de Al Assad y las Naciones Unidas no puede decirnos nada”. Es el
lenguaje de los matones aplicado a las relaciones internacionales.
Por su parte, el gobierno “socialista” de Francia ha
declarado estar dispuesto a acatar la decisión estadounidense e involucrarse en
el ataque. En el caso de Gran Bretaña a pesar de las presiones del Primer
Ministro David Cameron, el parlamento rechazó la propuesta gubernamental tras
una votación de 285 diputados en contra y 272 a favor. En este país las
encuestas indican que el 70 % de los ciudadanos
han manifestado su oposición a las ambiciones bélicas de su primer ministro.
Así mismo, en Estados Unidos las encuestas indican
que solo una minoría (20% de los ciudadanos) apoya un ataque a Siria. Los
representantes Barbara Lee del partido Demócrata y Scott Rigell del Republicano han redactado sendas cartas llamando a un
debate nacional sobre el tema y rechazando que el presidente Obama tome
unilateralmente la decisión para un ataque militar contra Siria.
Según el diario The Washington Post, más de una
docena de oficiales estadounidenses, mostraron su preocupación acerca de las
probables consecuencias de un ataque con cohetes crucero contra objetivos en
Siria como lo ha sugerido el presidente Obama. Incluso el presidente de la Junta de Jefes de
Estado Mayor, general Martin Dempsey, expresó recientemente su oposición a un
ataque contra Siria. En una carta dirigida al congresista demócrata Eliot
Engel, Dempsey, el militar de más alto rango en Estados Unidos descartó la
posible realización de ataques con cohetes crucero y otras opciones similares
sin emplear tropas terrestres en suelo sirio, porque dichas acciones llevarían
a Washington a una guerra sin perspectivas en Oriente Medio.
El general aseguró que no se conoce la orientación
política de los que adversan al gobierno de Al Assad y que algunos de ellos
“constituyen un peligro para los
intereses de Estados Unidos”. Agregó que en Siria hay muchos contendientes y, “cuando Estados Unidos seleccione uno de
ellos será porque el equilibrio está a su favor y eso no es posible en las
condiciones actuales”.
A pesar de todo, Obama, en una clara manifestación
de su obcecación por derrocar al gobierno sirio declaró estar preparado para
lanzar una ofensiva en cualquier momento, aún sin tener las pruebas del
presunto uso de armas químicas. Ante las
voces que le han dicho que debe recurrir a la aprobación del Congreso expresó
que “Tengo autoridad para llevar a cabo esta decisión sin la autorización del
Congreso”.
Se sabe que en Estados Unidos la democracia es muy
particular, finalmente el presidente es el administrador de los intereses de
las grandes empresas, en primer lugar las del Complejo Militar Industrial y son
estas las que toman las decisiones,
aunque el 80% de los ciudadanos manifieste una opinión contraria a esta
decisión, pasar por encima de sus propias leyes y de las que rigen el sistema
internacional es sólo un detalle sin mucha importancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario