Aunque lo ocurrido en Paraguay no es
técnicamente un golpe de estado, eso poco importa en términos políticos, porque
el hecho cierto es que se produjo un “quiebre institucional democrático” y la
destitución ilegítima del presidente Fernando Lugo. Sin embargo, esta
definición tiene implicaciones trascendentales para la estabilidad de nuestros
sistemas democráticos permanentemente torpedeados desde el imperio.
La
destitución de Lugo se hizo en el marco de una ley, según dijo él mismo al
aceptar el veredicto, pero fue una decisión ilegítima. Por ello, las preguntas
valederas deberían estar encaminadas a saber de qué legalidad hablamos y cuál
es la calidad de nuestras democracias.
Está
visto que la democracia representativa es un instrumento del sistema
capitalista para mantener el poder de las clases que lo engendraron. Cuando no
les sirve, utilizan sus propios instrumentos para torcer la voluntad popular.
Con Allende no pudieron y recurrieron a una brutal dictadura. En Paraguay, si
les funcionó. La democracia será tal si es participativa, el pueblo ejerce el
protagonismo y se hace efectivo el sometimiento
de los órganos del Estado a la soberanía popular. En el caso de
Venezuela, ello está consagrado en el Artículo 5 de la Constitución Nacional ,
cerrando el paso a cualquier intentona antidemocrática.
Las
clases dominantes utilizan todos los instrumentos a su alcance: la
desestabilización, la paralización económica y el secuestro del presidente en
Venezuela, la captura y exilio forzado del mandatario en Haití, la secesión en
Bolivia, la intervención militar bajo tutoría directa de Estados Unidos y la
expulsión violenta de su país del presidente en Honduras, la insubordinación de
policías alebrestados por los medios de comunicación en Ecuador y ahora la
actuación ilegítima de un parlamento desprestigiado y corrupto en Paraguay.
Otra
enseñanza importante de lo ocurrido en Paraguay nos lleva a recordar la frase de uno de los muy escasos
políticos honestos de la democracia cristiana chilena, Radomiro Tomic, quien
sentenció “Cuando se gana con la derecha, es la derecha la que gana”. Así
mismo, en este caso, ha quedado clara la farsa del “libre juego de la
democracia”. Un juego que está organizado
para sostener el sistema y perpetuar el poder de la oligarquía.
Aquellos
que lanzaban loas a Obama por ser del partido demócrata, hoy pueden ver como no solo no ha variado un
ápice la política intervencionista de su país, sino que la ha profundizado.
Así, cuando el sistema entra en crisis y se pone en juego el poder, se puede
ver a pinochetistas y Concertación (socialistas incluidos) sostener y
profundizar el modelo, igual cosa ocurre en Grecia con conservadores y
socialistas, en España con el PP y el PSOE. Ahora, en Paraguay, colorados y
liberales, opositores durante la dictadura de Stroessner, son aliados hoy para
dar un zarpazo a la democracia.
Queda
para el futuro, que se ha confirmado que no basta con llegar al gobierno, si se
quieren producir transformaciones profundas a la sociedad para hacerla más
justa y equitativa.
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