Quienes creen que la obcecada actividad imperial de la primera potencia mundial para contener a China en el “Siglo asiático de Estados Unidos” y su consecuente obsesión por derrocar al gobierno de Siria e imponer sanciones a Irán para generar tensión en el Medio Oriente como paso imprescindible en su desplazamiento en dirección a Asia, le hacen olvidar su “patio trasero” están equivocados.
En semanas recientes las acciones agresivas de Estados Unidos y la OTAN han seguido su escalada. Su condición de potencia global la hace mirar nuestra región con una visión distinta que la sitúa no sólo como proveedora de materias primas, que debe ser controlada para impedir la competencia de otras potencias, sino que también como ruta marítima, en la eventualidad de conflictos en el Medio Oriente que cierren las vías tradicionales de transporte de energía.
A la denunciada presencia de navíos militares portadores de armas nucleares británicos en las Malvinas, se viene a sumar ahora la instalación en el aeropuerto de la ciudad de Resistencia en la provincia del Chaco al norte de Argentina y en el Fuerte Aguayo de la ciudad de Concón, a unos 20 Km. al norte de Valparaíso, principal puerto chileno y segunda ciudad del país de sendas bases militares del Comando Sur de Estados Unidos. La primera ha sido disfrazada como “Centro de respuesta a emergencias” según declaraciones del consejero de la embajada de EE.UU en Argentina, Jefferson Brown, y la segunda se la ha presentado como apoyo a “…la capacitación de personal encargado de ejecutar operaciones de mantención de la paz o de estabilidad civil”, como anuncia el sitio web del consulado estadounidense en Chile.
Quienes observen un mapa podrán constatar que estas acciones han permitido establecer un gigantesco triángulo con capacidad de controlar las rutas marítimas del sur del Océano Atlántico, el estuario del río de la Plata que conduce a las profundidades del continente a través de una concatenada red fluvial, el deseado acuífero guaraní, la mayor reserva de agua dulce del planeta en la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay y la región sur del Océano Pacífico donde se encuentra el estrecho de Magallanes, único paso natural marítimo entre los dos océanos y por tanto entre los dos hemisferios del planeta.
En ese contexto, es inevitable suponer que la recalada que iba a hacer la fragata de la Armada Real británica HMS Montrose procedente de Malvinas a la base naval de El Callao, contigua a Lima, la capital de Perú y que fue dejada sin efecto el pasado 19 de marzo por el gobierno peruano, respondía a una inocente visita de amistad.
Más que suposiciones, son hechos concretos que demuestran una agresiva escalada imperial contra los países de Unasur. No debería sorprender que el próximo paso sea intentar establecerse militarmente en alguna de las 3729 islas chilenas del Pacífico. Entre ellas, las más importantes son el archipiélago Juan Fernández cercano al territorio continental e Isla de Pascua en la Polinesia. Cualquiera de ellas podría servir para seguir construyendo un cerco imperial sobre el sur de nuestra región.
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