Se cumplen 10 años de los atentados
terroristas del 11 de septiembre de 2001 sin que se sepa a ciencia cierta quiénes
fueron los causantes de dichas acciones. La respuesta de Estados Unidos no se
hizo esperar y en su política de venganza dio inicio a la doctrina de “guerra
preventiva contra el terrorismo”. Una serie de organizaciones y personalidades
de todo el mundo fueron consideradas como tal por el Departamento de Estado, sin
embargo no ha existido un marco conceptual preciso para definir estas
organizaciones y por tanto hay un limbo de indefiniciones para establecer que
una estructura u otra, esté vinculada al delito organizado, al narcotráfico y/
o al terrorismo. El concepto es tan
amplio que puede aplicarse a cualquier organización delictiva, incluso al
margen de la propia definición que ha elaborado la ONU.
Sin embargo, la mascarada imperial ha quedado al descubierto. La
ejecución sumaria de Bin Laden, ex
agente de la CIA, sin que la opinión pública sepa su verdadero papel y
responsabilidad en los hechos de 2001 y
la agresión de la OTAN contra Libia, han mostrado que el verdadero objetivo era
legalizar la intervención militar en cualquier lugar del mundo en el que los
Estados Canallas lo consideren necesario para sus intereses. Con ello, se ha
pretendido legitimar los asesinatos selectivos, las cárceles clandestinas, el mantenimiento ilegal de otras como la de Guantánamo que Obama
prometió cerrar, el uso de la tortura y finalmente la violación de toda norma
de derecho internacional, hasta cuestionar la propia validez de la Carta de las
Naciones Unidas.
Recientemente, el imperio se salió de toda norma cuando después
de 10 años de bombardear al mundo con su supuesta lucha contra Al Qaeda,
favoreció, entrenó, y dio armas a ese grupo terrorista para que llevara
adelante la guerra de invasión en Libia. Se ha hecho pública la colaboración de
Al Qaeda con Estados Unidos y Gran Bretaña al saberse que Abdelhakim Belhaj, un
antiguo dirigente de esa organización que estaba en la lista de terroristas
más buscados por Estados Unidos, dirigió
la toma de Trípoli, y en premio fue nombrado máximo jefe militar de la capital
libia. Aproximadamente 800 militantes del “Grupo Islámico Combatiente Libio”
una de las ramas de Al Qaeda en ese país,
participaron en la toma de Trípoli bajo
el mando de la OTAN.
Según un artículo de Walter Goobar en Miradas al
sur (http://masticandonoticias.blogspot.com/) “…desde hace tiempo se
conocen las relaciones oscuras entre el servicio de inteligencia británico MI6
y este grupo terrorista libio”
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