Para efectos de la
democracia representativa, las elecciones son el súmmum de la realización y la
confirmación del proceso. Por lo menos así era cuando los resultados
satisfacían los intereses de las oligarquías locales y la potencia imperial.
La votación que llevó a Salvador Allende a la
primera magistratura de Chile en 1970 rompió con esa lógica y entonces, el
sistema fue usado para erosionar, sabotear y hacer imposible la gestión del
presidente socialista y, cuando nada de eso impidió que su esfera de influencia
creciera fue sacado del poder a sangre y fuego. En ese momento la democracia
representativa dejó de ser válida y los partidos del sistema fueron los
primeros en justificar el golpe de estado.
Así fue hasta casi finalizar el siglo XX. En
Venezuela, el Comandante Chávez retomó el camino de Allende, llegando al poder
con las mismas reglas del sistema. Con ello, se inició un proceso que ha
llevado a que la mayoría de los países de América Latina sean gobernados por
mandatarios que según palabras de la presidenta Cristina Fernández “se parecen
más a sus pueblos”. Ahora, el modelo no sirve y las elecciones dejaron ser el
termómetro de la democracia, porque está siendo usado por “populistas y
demagogos”. Los procesos electorales necesitaban ser “observados”. ¿Por quién?
Por los que se asumen como el modelo a seguir.
El problema es que algunos de ellos tienen como
Jefes de Estado a monarcas parásitos que nunca han sido elegidos por sus
pueblos. Incluso, uno de ellos, el de España, para ser designado le bastó el
voto de un putrefacto dictador fascista que en sus estertores decidió quien iba
a ser el ungido.
Más recientemente, en Grecia e Italia se
consolidaron sendos golpes de estado y se cambiaron los primeros ministros sin
que hubiera campaña electoral ni elecciones, ni conteo de votos. Bastó una
decisión unipersonal. Lo novedoso es que ya no son los militares quienes
violentan la democracia, -así concebida por Occidente-, sino que ahora son los
bancos, las grandes instituciones financieras y –en el caso de Europa- el
binomio germano-francés en el que los primeros ponen el dinero y los segundos
su carácter de potencia nuclear miembro permanente del Consejo de Seguridad.
No hubo ninguna protesta, ni observadores,
conteo de votos, o cuestionamientos a la metodología, tampoco dudas sobre el
órgano superior de elecciones. Esta curiosa “elección” si fue considerada
democrática. Es evidente que hay elecciones y…elecciones. El problema es quién
las hace y quien las caracteriza.
Por su parte, el proceso electoral en España,
también deja interesantes experiencias. La más importante es que la profundidad
de la crisis no escatima para hacer caer gobiernos de diferente orientación,
pero que finalmente están unidos en la defensa del sistema. La
socialdemocracia, que en algún momento fue de izquierda, hoy defensora de los
modelos neoliberales fue aplastada en Grecia y España, antes en América Latina
pasó por el mismo rasero en Chile y Perú.
La gran enseñanza es que la democracia es mucho
más que votar, que la participación popular se va tornando clave y que el eje
de la política –en el siglo XXI- se va desplazando del parlamento a las calles.
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