Actividades Académicas

sábado, 31 de marzo de 2018

La pérfida Albión se prepara para atacar de nuevo.


El pasado lunes 12 de marzo, la burda caricatura de Margaret Thatcher y actual primera ministra de Reino Unido Theresa May afirmó en el Parlamento británico que es "altamente probable" que Rusia esté detrás del ataque contra el ex espía Sergei Skripal y su hija Julia. No presentó ninguna prueba al respecto, sin embargo su discurso, desató una histeria anti rusa por parte de Estados Unidos y sus adláteres, en primer lugar, de los países subordinados de la OTAN, con honrosas excepciones y otros Estados que hacen méritos para ser vistos con buenos ojos por la Casa Blanca. 

Si la “alta probabilidad” sin pruebas hubiera sido esgrimida como instrumento para la toma de decisiones, el sistema internacional actual habría dejado de existir porque hubiera vivido en una continuada e ininterrumpida guerra de varias décadas de duración. Esta nueva doctrina de la “alta probabilidad sin pruebas”, debe ser considerada como una amenaza a la convivencia pacífica de las naciones, un peligro para el funcionamiento armonioso del sistema internacional y el peor atentado jamás sufrido por el sistema multilateral que emergió tras la segunda guerra mundial, afectando en primera instancia la necesidad de existencia y la credibilidad de la ONU. Si esta doctrina se impone, bastará que cualquier país afirme que existe “alta probabilidad “de que haya ocurrido una u otra cosa para que se desaten los demonios de la guerra y el conflicto, cumpliendo así los deseos y objetivos de la política exterior de Estados Unidos. 

También hay que analizar el origen de esta nueva doctrina. La tradición del llamado Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, se remonta a una historia con “altas probabilidades” de mentiras, falsas verdades y elementos que han permitido la dudosa construcción de un país dominado por trogloditas que arrasaron el mundo a través de su práctica colonialista e imperial. 

Comenzando con la alta probabilidad del falso patriotismo de una familia monárquica inglesa que en realidad es alemana, nacionalidad de la cual pretendió diferenciarse solo porque en el momento de adoptar el apellido Windsor en 1919, Inglaterra se encontraba en guerra con Alemania. Es altamente probable que hayan adoptado ese nombre por oportunismo e interés de hacerse del poder. 

Antes, cuando la monarquía inglesa estaba en manos de la familia Tudor, fue altamente probable que necesitado de un poder divino que justificara sus satrapías, Enrique VIII, fundara su propia iglesia: la anglicana, la cual a partir de ese momento ha justificado con creces su creación, amparando todas las tropelías de su país por el mundo. 

Así mismo, es altamente probable que el poderío y la riqueza de este país se hayan logrado no a través del trabajo y el esfuerzo, sino del apoyo a los piratas y corsarios que alentados y financiados por la monarquía se dedicaron durante 200 años al robo, el saqueo, el chantaje, el asesinato y la devastación. Incluso, algunos de ellos como Drake, Raleigh y Morgan obtuvieron títulos nobiliarios dando así los pasos iniciales para que la práctica del robo y el estupro fueran aceptadas como una actividad económica que podría ser considerada la madre de la especulación financiera actual. 

Es altamente probable que las llamadas Guerra del Opio que Gran Bretaña desatara contra China en (1839-1842) y (1856-1860) tuvieran como objetivo el interés británico de introducir la droga en el país asiático para intentar equilibrar su deficitaria balanza de pagos y compensarla de las colosales cantidades de te chino que compraba. Es altamente probable que la derrota de la decadente monarquía china, le significara la imposición del libre comercio con Gran Bretaña (incluyendo del opio) y la cesión de Hong Kong por 150 años. Es altamente probable que estas guerras hayan inaugurado la utilización del comercio de las drogas (conocido en la actualidad como narcotráfico) como sustento fundamental de la economía capitalista, cuyos recursos fluyen articulada y ordenadamente por el sistema financiero occidental, bajo la protección de sus gobiernos, incluyendo por cierto, el británico. 

Es altamente probable que la determinante influencia británica (dada su condición de primera potencia mundial) en el Congreso de Berlín, realizado entre 1884 y 1885 y que significó la repartición de África entre los poderes europeos, dieran origen al mayor genocidio de la historia en el territorio de ese continente. 

Es altamente probable que la injerencia británica en el Medio Oriente que significó la creación de países, la secesión de otros y el dominio de todos por el imperio colonial británico sea causa fundamental de los graves conflictos que se viven en esa región del mundo. A un escocés: Arthur Balfour, se le ocurrió darle alas al sionismo para comenzar su apartheid contra los palestinos. A un galés: Thomas Lawrence, (conocido como Lawrence de Arabia), le cupo la brillante idea de inventar Arabia Saudita, un país salido de la nada, pero que se transformaría en principal ariete de la política británica para la región, para cumplir el acuerdo que un inglés: Mark Sykes, había firmado con un francés: François Georges-Picot, para repartirse la región ante la inminente derrota del imperio otomano. 

Es altamente probable que posteriormente y en la lógica de hacerse de las grandes reservas petrolíferas y gasíferas de Irán, las agencias de inteligencia de Gran Bretaña en alianza con la CIA estadounidense diseñaran y ejecutaran la Operación Ajax para dar un golpe de Estado y derrocar al gobierno democráticamente electo del primer ministro Mohammed Mosaddeq que había nacionalizado el petróleo. Así, reinstalaron la monarquía e inauguraron el régimen más sanguinario de la historia de Irán, el del Sha Mohammed Reza Pahlevi. 

La impronta británica en América Latina no ha sido menor, es altamente probable que el gobierno de Su Majestad haya estado tras las guerras de la Triple Alianza (1864-1870) que enfrentó a Argentina, Brasil y Uruguay con Paraguay. No contentos con haber inventado a Uruguay para controlar la desembocadura del Río de la Plata, los británicos pretendían penetrar hasta las profundidades del continente, para lo cual el gobierno nacionalista de Francisco Solano López era un impedimento, por lo que Gran Bretaña conspiró con la monarquía brasileña, el gobierno del general Venancio Flores, instalado en el poder en Montevideo, por el ejército brasileño y con el presidente argentino Bartolomé Mitre para declarar la guerra, derrotar a Paraguay y destruir su exitoso modelo económico que era un ejemplo para toda la región. 

Otro tanto ocurrió en la Guerra del Pacífico (1879-1883) que enfrentó a Chile contra Perú y Bolivia y la Guerra del Chaco (1932-1935) entre Paraguay y Bolivia, en las que fue altamente probable que los intereses salitreros y petroleros británicos respectivamente condujeran a las acciones bélicas entre pueblos hermanos, causando centenares de miles de muertos, heridos y desaparecidos entre los latinoamericanos, mientras que el gran ganador fue el capitalismo inglés que se hizo de la única reserva de salitre natural del mundo en los territorios usurpados por Chile y la empresa anglo-holandesa Royal Dutch Shell que a través del conflicto en el Chaco, logró posicionarse en la región contra los intereses de la también trasnacional Standard Oil (Esso). 

Es altamente probable que actuando de manera artera y traidora, Gran Bretaña (que no por casualidad es conocida como la “pérfida Albión”) ocupó por la fuerza las Islas Malvinas, a pesar de no tener ningún conflicto con Argentina en ese momento. Desde esa fecha, las ocupa ilegalmente, desoyendo a la comunidad internacional que ha llamado a un arreglo pacífico de esa controversia. Al contrario, ha llevado armamento, incluso de tipo nuclear a este archipiélago perteneciente a un continente que ha sido declarado Zona de Paz por sus gobiernos. Es altamente probable que tras esta agresión a América Latina, está la ambición de apoderarse de las gigantescas riquezas energéticas, minerales y pesqueras de las islas y su estratégica ubicación geográfica. 

Es altamente probable que cuando Gran Bretaña se vio obligada a dar la independencia a Pakistán e India a mediados del siglo pasado, decidiera dejar la provincia de mayoría musulmana de Cachemira bajo soberanía india, para instalar de manera perpetua un trance entre dos grandes países de religiones diferentes, sembrando con ello la semilla de la discordia y el conflicto. 

Es altamente probable que Gran Bretaña como parte de la OTAN y país subordinado a Estados Unidos, haya aportado las pruebas falsas que permitieron las invasiones de esa alianza guerrerista a Irak y Libia. En todo caso, en estos dos asuntos dejó de ser altamente probable para ser cierto, tras el propio reconocimiento del ex primer ministro Tony Blair de que había actuado bajo premisas falsas: el único detalle es que ese “pequeño errorcito” ha significado más de un millón de muertos y la inestabilidad de Irak. En Libia, el montaje del falso escenario de una represión que no existía, justificó la intervención militar de la OTAN, el desmembramiento y el conflicto que parece no terminar nunca. Vale recordar que, casualmente ambos países son grandes productores de petróleo. 

Ante estos hechos de la historia, uno podría asegurar que es altamente probable que la primera ministra Theresa May sea una mentirosa, no tenga ninguna prueba de lo que afirma con respecto del doble agente ruso y todo sea una cortina de humo para salvarse de su descrédito e incapacidad de resolver el gran problema que ha significado para su país el Brexit y el posicionamiento positivo de Rusia en cada vez más regiones del planeta, en particular en Siria, Ucrania y la península coreana. 

Como en la segunda guerra mundial, Gran Bretaña necesita nuevamente ahora mostrar que están siendo atacados, para que Estados Unidos acuda en su ayuda a salvarlos, al igual que en aquella ocasión cuando nunca fueron el objetivo primordial de los nazis, pero lograron con subterfugios demostrar esa situación para recabar recursos y preservarse bajo falsas premisas. Aunque toda vida humana tiene el mismo valor, la cifra de 430 mil británicos muertos y desaparecidos palidece ante los 32,5 millones de soviéticos, 16.6 millones de chinos, 7 millones de alemanes, 3,6 millones de polacos, 2 millones de japoneses y 1,6 millones de yugoslavos. 

Sin embargo, esta “pérfida Albión” con toda probabilidad está apostando nuevamente por la mentira, la tensión, el conflicto y la guerra. Tal actuación es inherente a su ADN, así surgió y así se ha comportado a través de la historia.

domingo, 25 de marzo de 2018

Donald Trump contra George Washington




En memoria y homenaje a Manuel Vadell

En su discurso de despedida, George Washington, enfermo y deseoso de descansar, informó a su amigos y conciudadanos que rechazaba ser considerado como candidato a presidente para un tercer período, considerando que estaba confiado en que sintiendo la “… bondad de mi país, y poseído de un ardiente amor hacia él, tan natural en el hombre que en esta tierra tuvo su cuna y la de sus padres por muchas generaciones, me regocijo anticipadamente al pensar en el tranquilo retiro donde pienso entregarme al reposo…”. De hecho, Washington falleció tan solo tres años después a los 67 años de edad.

Sin que el presidente escribiera nada al respecto, y tampoco sin que su proclama se transformara en ley de la unión americana, la decisión de Washington de retirarse tras su segundo mandato, se convirtió tácitamente en paradigma de democracia, sin embargo, cuando en su país transcurría la hasta entonces peor crisis económica de su historia iniciada en 1929, devenida posteriormente en segunda guerra mundial tras la llegada al poder de Adolfo Hitler en Alemania, el establishment no dudó en elegir hasta por cuatro veces (1932, 1936, 1940 y 1944) a Franklin Roosevelt como presidente. A Roosevelt no sólo le correspondió enfrentar la crisis, también tuvo que tomar la decisión de incorporar a Estados Unidos a la guerra, cansado de esperar que los nazis derrotaran a la Unión Soviética y tras permitir el ataque de los japoneses a Pearl Harbor para justificar su entrada en la conflagración, incluso, a él le cupo en nombre de su país la responsabilidad de participar en la Conferencia de Yalta en febrero de 1945 junto a Churchill y Stalin para comenzar a trazar el mundo de la posguerra. Solo en 1951, Estados Unidos legisló sobre el tema, estableciendo los dos mandatos como período máximo para que un presidente esté en el poder. 

Es decir, en dos de los momentos más críticos de la historia de Estados Unidos: (crisis económica y guerra), su sistema político no dudó en pasar por encima del paradigma legado por su padre fundador y poner de lado toda la nauseabunda retórica democrática para salvaguardar la integridad y la estabilidad del país.

Esta reflexión viene a la memoria, después de observar la virulenta alharaca mediática que la tarifada prensa occidental ha desatado tras las respectivas reelecciones de los presidente Xi Jinping en China y Vladimir Putin en Rusia. En el caso de China, además los diputados de la Asamblea Popular Nacional, -órgano máximo del poder del Estado-, han reformado, -de acuerdo a las potestades que le confiere el artículo 62, numeral 1 de la Constitución Nacional-, el artículo 79 de la Carta Magna que limitaba a dos mandatos consecutivos el tope de tiempo para la estadía en ese cargo, permitiendo de esa manera la reelección continua en el mismo. Así, Rusia y China dan continuidad y generan estabilidad en la conducción de sus países, en momentos en que no sólo ellos, toda la humanidad, vive tiempos de extrema tensión, dada las intempestivas e imprevisibles decisiones del presidente Trump, que tienen al mundo (incluyendo al propio Estados Unidos) en un estado de permanente incertidumbre y preocupación. 

Lo paradójico del hecho es que en la misma semana que Xi y Putin fueron elegidos, lo propio ocurrió con Ángela Merkel quien por cuarto período consecutivo fue investida como Canciller Federal de Alemania. En este caso, no hubo ninguna alusión por parte de los terroristas de la información a prácticas antidemocráticas ni perpetuación en el poder, después que Merkel lograra un acuerdo de fuerzas conservadoras entre su partido el Demócrata Cristiano, la Unión Cristiano Social y el partido Socialdemócrata. En este caso si fue válida la necesidad de lograr un acuerdo de gobernabilidad entre los partidos de derecha y centro derecha del país a fin de generar estabilidad en el mismo. De la misma forma, es posible decir que en Alemania, el paradigma washingtoniano tampoco tiene validez alguna.

Lo cierto es que el problema real de la situación internacional actual es Trump y sus actuaciones que parecieran que su país está solo en el planeta, su inestabilidad emocional y la ausencia de parámetros de comportamiento, está afectando y teniendo incidencia negativa en todo el mundo. En la misma carta de despedida, Washington avizoraba y alertaba con preocupación que: “[Las facciones] colocan en lugar de la voluntad delegada de la nación, la voluntad de un partido, y las miras pequeñas y artificiosas de unos pocos, y siguiendo los alternativos triunfos de las facciones diferentes, dirigen la administración pública por mal concertados e intempestivos proyectos, no por planes consistentes y saludables, dirigidos por consejos comunes, y modificados por intereses recíprocos. Por ahora no tenemos tan tristes acasos, pero en la serie de los tiempos y de las cosas, pueden aparecer hombres astutos, ambiciones, y sin principios, que logren trastornar el poder del pueblo, y usurpar las riendas del mando, arruinando después a aquellas mismas máquinas que les proporcionaron elevarse a una injusta dominación”.

Al mirar la actuación internacional del actual presidente de Estados Unidos, basada en la exacerbación del excepcionalismo de su país y un desprecio hacia otros pueblos, que raya en prácticas cercanas al fascismo, es dable recordar que el propio padre de la patria estadounidense rechazaba que se expusieran “antipatías permanentes e inveteradas contra naciones particulares”, por el contrario, animaba a cultivar “sentimientos justos y amistosos hacia todos”. Consideraba que las naciones que se entregaran al odio como habito eran en cierto modo esclavas de su animosidad o de su afecto, cualquiera de los cuales las podía conducir a desviarse del deber e interés de la propia nación. Este sentimiento predisponía “…más fácilmente a insultar y herir, a aferrarse a causas leves de resentimiento y a ser altiva e intratable, cuando ocurren ocasiones accidentales o insignificantes de disputa” y como consecuencia a “colisiones frecuentes, concursos obstinados, envenenados y sangrientos”. Washington exponía que estos sentimientos, impulsaban la guerra, la cual en su opinión era contraria a lo que debía ser la práctica de la política, afirmando que un gobierno no puede dejar llevarse por la pasión, en contra de lo que indica la razón, porque hacía que el ánimo de la nación se subordinara a una hostilidad instigada por “el orgullo, la ambición y otros motivos siniestros y perniciosos”.

Como mirando la odiosa paranoia anti rusa, la enfermiza confrontación contra China y el brutal acoso a Cuba, Venezuela, Irán y Corea que el sistema imperial estadounidense enarbola como causas de su responsabilidad global, pero que en realidad es expresión de su declive interno, George Washington en su adiós a la política activa, advertía que se debía estar despierto frente a la influencia extranjera, pero actuando con imparcialidad, porque, “de lo contrario, se convierte en el instrumento de la misma influencia que debe evitarse, en lugar de ser una defensa en su contra”.

Por supuesto, es muy difícil suponer que Trump haya leído esta carta alguna vez en su vida, dentro de la crisis general que afecta a Estados Unidos, la crisis moral, la de sus valores, la de no ser capaces ni siquiera de soportar los principios que le dieron origen como nación libre, corroen los cimientos de su edificio imperial. La respuesta es la fuerza y la imposición: incluso con sus aliados, Trump recurre al sucio instrumento de aplicarle sanciones, para que éstos: los gobiernos de México, la Unión Europea, Brasil, Argentina y Canadá sin asco por la indignidad manifiesta, se arrodillen vergonzosamente pidiendo misericordia para sus empresarios. Y ahí, aparece el presidente inmobiliario, los mira con no poca ni disimulada repugnancia, los ve allá abajo, sumisos, arrepentidos de pecados que no han cometido… y los perdona: el objetivo ha sido logrado, ya están a su lado para embestir unidos al enemigo: China y Rusia. El problema no resuelto es cómo evitar para siempre a dos potencias que día a día muestran éxitos, enarbolan logros y generan estabilidad y futuro a través de la continuidad de sus gobiernos y la persistencia de sus políticas a favor de la paz. 

viernes, 16 de marzo de 2018

Una manera distinta de leer las noticias


La avalancha de información política que recibimos cada día está orientada a mostrarnos realidades que señalan derroteros dirigidos a fijar puntos de vista y opiniones, así como a hacer dictámenes y veredictos sobre los distintos temas del acontecer nacional e internacional. Otro tanto ocurre con lo relacionado a la publicidad y la propaganda comercial dispuesta y configurada para forjar gustos y crear intereses, encaminados a incrementar las ventas de una serie de productos no obligatoriamente necesarios para la vida cotidiana. La información política es algo parecido: los ciudadanos terminan consumiendo lo que el vendedor (en este caso los medios de comunicación del establishment) desean que sean consumidos, de esa manera dirigen la construcción de razonamientos y la aprobación de juicios acerca de temas que incluso, resultan perjudiciales para el que los recibe y los transmite. Esta es una manifestación de la lógica perversa del capital, para el que los ciudadanos son solo objetos de consumo, no sujetos de cambio de la sociedad que los oprime, lo cual se debe impedir a toda costa. Para ello, se utiliza lo que Carlos Fazio llama “instrumentos de colonización mental”. 

Pero, en el mundo siguen ocurriendo hechos que influyen, condicionan y transforman la cotidianidad de los ciudadanos. Hoy, este proceso transcurre a tal velocidad que no tenemos capacidad de medir cuánto ascendiente tienen en nuestras vidas, aunque lo peor no es eso, sino la evolución de lo anormal, lo inusual, lo aberrante, lo brutal a estadios de normalidad y natural convivencia que casi pasan inadvertidos. Sin embargo, podríamos leer las noticias desde diferentes ópticas, siempre y cuando uno tenga la imaginación necesaria… y algo de valor para hacerlo, si quiere desprenderse de la visión dominante y totalizante que nos vende verdades como si fuéramos ignorantes e iletrados. 


En Colombia, donde su gobierno regurgita democracia cotidianamente, han intentado asesinar a un candidato presidencial, pero eso es tan normal en ese país, que a nadie le importó, ninguna autoridad se ha inmutado. En el caso que lamentablemente tal bochornoso hecho se hubiera concretado, sólo habría constituido uno más en la larga lista de eventos de ese tipo que han ocurrido a la largo de la historia colombiana donde la vida tiene poco valor a la luz de las más de 200 mil personas asesinadas y los 83 mil desaparecidos en los últimos 60 años. De ellos, 282 líderes sociales, 106 defensores de derechos humanos asesinados impunemente desde el año pasado, así como 47 combatientes desmovilizados de las FARC, desde que comenzó ese proceso. En ese marco, en la “normal” Colombia, el jefe paramilitar John Jairo Velázquez, alias Popeye opinó en público, -a través de las redes sociales- a favor del asesinato de Gustavo Petro, quien curiosamente puntea en las encuestas de cara a los comicios presidenciales de ese país. Unos días después, con la mayor naturalidad, el presidente de la máxima instancia electoral, en medio de los comicios para elegir en primarias a los candidatos de las alianzas que aspirarán a la más alta magistratura del país, ordenó que se sacaran fotocopias de las papeletas electorales, ante la carencia de las mismas en las mesas de votación. No cabe duda, que si Gabriel García Márquez estuviera vivo tendría suficiente material para una nueva novela de ese gran Macondo que es su país de origen. 

Todo esto puede ocurrir en Colombia, porque tiene el aval de la llamada comunidad internacional (es decir Estados Unidos y Europa) para hacer cualquier desmán, Al presidente, confeso de ordenar la invasión militar de un país vecino y autor intelectual de la creación y aplicación de la política de “falsos positivos”, consistente en asesinar ciudadanos para mostrarlos como combatientes guerrilleros a fin de argumentar a favor de la eficiencia de las fuerzas armadas en la lucha contra los insurgentes y, de esa manera, hacerse acreedor de mayores recursos financieros de Estados Unidos, se le recompensó con el premio Nobel de la Paz. Es la razón por la cual el presidente de Estados Unidos ha dicho que ambos países tienen similares intereses y valores, lo que ha conducido a que las más altas autoridades militares y civiles estadounidenses hayan hecho de Bogotá su destino preferido en América Latina y el Caribe, incluyendo al propio Trump quien ha anunciado viaje para abril. 

Por su parte en Chile, con total normalidad se ha producido el cambio de un gobierno de la derecha anti pinochetista a otro de la derecha pinochetista. Solo en eso radica la diferencia. Cuando menciono que tal traspaso del poder se ha dado en un marco de normalidad, no lo digo porque mi aspiración haya sido que el mismo se produjera en un ámbito de violencia, todo lo contrario, solo que uno podría suponer, que ante el retorno del pinochetismo al poder se produciría un estremecimiento de la sociedad. Nada de ello ocurrió, lo cual es normal, cuando no existen diferencias de fondo entre ambas administraciones. Finalmente, uno tiene que entender que ambos gobiernos son neoliberales, compiten por su lealtad y sumisión a Estados Unidos, protegen a los criminales de la dictadura y reprimen las justas demandas de estudiantes, trabajadores y mapuche. Bachelet pasará a la posteridad como el mayor fraude de la historia de Chile y la mayor traidora en transitar por la presidencia de la república, superando a González Videla y a Pinochet, su traición comienza por haber mancillado la memoria de su propio padre, asesinado por la dictadura. Quedará para siempre como el peor esperpento que haya pasado jamás por La Moneda. Ojo, en política, traidor no necesariamente es quien hace algo contra el pueblo, sino quien dice defenderlo y hacer todo lo contrario. Se fue Bachelet, se fue Heraldo, el estercolero de la historia los espera junto a su amigo el corrupto General de Carabineros Bruno Villalobos a quien protegieron hasta el último momento, mientras que a Piñera les bastaron solo unas horas de gobierno para mandarlo a su casa. 

Hablando de la toma de posesión de Piñera, pareciera que la era de los grandes eventos al que asistían decenas de jefes de Estado ha quedado en el olvido. Si al fraude que impuso a Juan Orlando Hernández en la presidencia de Honduras no asistió ninguno de sus colegas, el de Chile no fue menos sombrío: además de los ilegales mandatarios de Honduras y Brasil, solo estuvieron presentes, Macri, hijo de p…, la p…que te parió, según la frase de la canción más escuchada en los eventos públicos recientes de Argentina; también Kuczynski, quien fue a intercambiar experiencias de cómo se libera y se protege a un dictador asesino, a fin de sostenerse en el poder. Así mismo, Enrique Peña Nieto, acudió para conocer los hábitos del Chile dictatorial en materia de desapariciones forzadas, sin que posteriormente los culpables sean juzgados ni condenados. Él sabe que el fin de su mandato se acerca y los familiares de los 42 estudiantes de Ayotzinapa, además de la mayoría del pueblo mexicano claman por verdad y justicia. Además estuvo presente en el evento, el controversial presidente ecuatoriano quien sostuvo una “importante” reunión con Bachelet, cuyo contenido pareció no interesarle a nadie. El más aplaudido entre todos los jefes de Estado presentes fue Evo Morales, quien aprovechó la ocasión para dar a conocer un mensaje de futuro del pueblo boliviano al pueblo chileno, dando un furibundo golpe con puño de seda al racismo y la xenofobia que la oligarquía chilena interesadamente ha inoculado para mantenerse en el poder y maximizar sus riquezas. Hay que recordar que uno de los mayores detentores modernos de la riqueza producida por los territorios bolivianos usurpados en la guerra imperialista que enfrentó a ese país con Chile, es el yerno de Pinochet, quien utilizó esa riqueza para comprar indiscriminadamente a políticos de todas las corrientes de ese país, con la “vista gorda” necesaria de los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría, incluyendo a la ”izquierdista” Bachelet y su gobierno. 

En fin: siguen pasando cosas, ocurren eventos y acontecimientos a los que los medios le dan una mirada condicionante, dirigida a ocultar la podredumbre del sistema capitalista, mientras esconden tras de sí, procesos que inexorablemente avanzan en otra dirección y que anuncian que no todo está perdido como nos quieren hacer suponer.