Actividades Académicas

sábado, 25 de noviembre de 2017

Reflexiones desde lejos sobre las elecciones en Chile.


Me resulta difícil emitir una opinión determinante sobre las recientes elecciones en Chile, mucho menos pensar, en este momento, -tras solo cinco días después de realizados los comicios- en qué es lo más correcto hacer en la segunda vuelta. Mi doble condición de chileno y venezolano que vive en Venezuela hace que esa definición sea más complicada.

Con sorpresa he constatado que los amigos en Chile a quienes he consultado no tienen una opinión unánime al respecto. Siempre recuerdo una conversación con el Comandante Fidel Castro en los años finales de la dictadura, cuando nos dijo a mí y otros dos compañeros con quienes conversaba que para él, por supuesto, lo más deseable era una salida revolucionaria para terminar con la dictadura, pero que a eso se anteponía evitarle mayores sufrimientos al pueblo chileno y, que en esa medida cualquier camino que significara el fin de la dictadura, era bueno. Hoy, podría decirse, -como lo hacen muchas personas sanas y alejadas de las triquiñuelas de la política- que cualquier cosa es mejor que el retorno de Piñera a la presidencia.

He leído muchos artículos tanto periodísticos, como de opinión, que durante estos días debaten acerca del futuro que le depara al país tras las elecciones del 17 de diciembre y me ha impresionado la diversidad de matices con que se analiza la realidad del Chile de hoy: es una señal de que algo se está moviendo, sin embargo, hay una realidad incontrovertible: la mayoría de los chilenos sigue sin interesarse en participar de un sistema electoral inserto en un régimen político del que no se sienten parte, dada las características de apropiación mafiosa que han hecho de él los partidos políticos y la mayoría de dirigentes que como se dice en el argot popular “se pagan y se dan el vuelto”. En Chile, el presidente de la república seguirá siendo elegido por un máximo de 23% de los electores, lo cual hará de él un mandatario legal, pero ilegitimo, como en muchos países del mundo que viven la crisis del modelo de democracia representativa, en el que ya no importa ser mayoría, tampoco ser ladrón, violador de derechos humanos, asesino, golpista, subordinarse vergonzosamente ante una potencia imperial y/o negociador de la soberanía, solo para acordarse de ella por mezquinos intereses electoreros y de falso nacionalismo. 


Partiendo de esa lógica, de la cual por cierto, formo parte, vi con muy buenos ojos y con cierta alegría el nacimiento del Frente Amplio. Tal vez, sea de perogrullo, pero desde 2007 vengo diciendo que cuando alguien en Chile, logre interpretar el sentimiento popular, el abstencionismo habrá desaparecido y se constituirá una potente fuerza que dé al traste con el sistema de post dictadura en el que dos fuerzas: una heredera del régimen cívico-militar y otra, domesticada por él y que juntos son la minoría del país, conduzcan los destinos de esa mayoría pasiva que permanece al margen. Pensé sinceramente que el Frente Amplio sería ese referente popular, que hasta ahora solo había tenido impacto a través de las luchas sectoriales de los estudiantes y los mapuche, entre otras y locales como las de Aysén, Punta Arenas y Calama, pero que solo han logrado una convocatoria realmente amplia a través de la organización por “No +AFP”, verdadera plataforma que ha interpretado, convocado y movilizado a la mayor cantidad de chilenos tras un objetivo transversal. A la exaltación inicial como chileno, que incluso me llevó a tratar de organizar a los compatriotas que viven en esta país y que al igual que yo, nos sentimos entusiasmados por el nuevo proyecto, sobrevino mi rechazo como venezolano, en momentos en que la virtual candidata presidencial y los dos líderes del Frente Amplio apoyaron a los terroristas que yo tenía en la esquina de mi casa durante meses, los mismos que reivindicaban la quema de personas, que atacaban instituciones públicas como escuelas y hospitales, extorsionaban ciudadanos, actuando bajo el influjo de las drogas y en alianza con delincuentes comunes, a los que en Chile se llamaban luchadores por la democracia e intentaban destituir por la fuerza al gobierno democráticamente elegido, de la misma manera como lo hicieron con Salvador Allende. En lo personal, me vi obligado a que mi esposa y mi hijo se fueran al exterior del país por dos meses hasta que volvió la calma. Terminó primando esto último y, al final no me inscribí ni voté. 

Sé que a nadie le importa mi historia personal y que no se puede votar en Chile, pensando en lo que pasa en Venezuela, pero tengo mis dudas que siendo Piñera, expresión de lo más retrogrado de la sociedad chilena, en términos del modelo sea distinto de Guillier. Creo que ninguno de los dos hará cambios sustanciales, ya no revolucionarios, tampoco aquellos que hagan que la sociedad chilena sea un poco más justa, más equitativa y que el delito de “cuello blanco” comience a ser combatido, para dignificar la política, tan desprestigiada hoy, cuando hasta algunos familiares de la presidenta están acusados de estar incursos en actos de corrupción y una gran cantidad de políticos tanto vinculados al gobierno como a la oposición están en sus cargos, después de ser financiados por el yerno del dictador. Eso además de ser ilegal, no es ético

Para nadie es un secreto que la decisión final sobre el resultado electoral del 17 de diciembre está en manos de ese más de 20% que obtuvo el Frente Amplio en la primera vuelta. Imagino las dudas que puedan estar rondando en la cabeza de la mayoría de ellos: si pensar con criterio coyuntural e impedir que Sebastián Piñera llegue al gobierno, dando su voto a Guillier o, actuando con criterio de largo plazo, utilizar su buena representación parlamentaria y la alcaldía de Valparaíso, como base para comenzar de una buena vez a construir política de forma distinta a la tradicional, actuando con honestidad y apego a la ley, dando un ejemplo a la ciudadanía de que si se puede construir de una manera distinta. No tengo dudas, que tendría un crecimiento exponencial, que atraería a miles de los actuales abstencionistas y que los llevaría, sin duda alguna a la presidencia en cuatro años.

Habría que aguantar, sí, cuatro años de exacerbación neoliberal, de actuaciones dolosas y alejadas de la ley, de imposiciones brutales, de represión indiscriminada, de violación a los derechos humanos, que es lo que augura un nuevo gobierno de Piñera. Se ha avizorado que en cualquier caso, gane quien gane, el Frente Amplio se constituirá en oposición al nuevo gobierno y que no negociará cargos con Guillier, señalando en ese sentido, un modo distinto de actuar en la política contingente, pero tendrán que asumir ante sus bases y ante la mayoría que no vota, -pero que son chilenos expectantes del nuevo rumbo que podría tomar el país- la continuidad de los desmanes de Bachelet que significa Guillier: represión de los estudiantes y de los mapuche, carta blanca a las transnacionales para que sigan depredando el territorio nacional, salud y educación privatizadas, prolongación de las AFP y subordinación plena y total a los grandes monopolios nacionales. En fin…más de lo mismo.

Decisión difícil sin duda alguna, cuando aún no se avizora un cambio para Chile, el Frente Amplio, como el MAPU en tiempos de la Unidad Popular y el PPD en los estertores de la dictadura, emerge como fuerza reformista de la clase media, (numerosa en Chile), con un discurso renovado y una retórica arrolladora que promete mucho y genera expectativas, pero que tendrá que demostrar en los hechos que es diferente a sus dos antecesores, que no pasaron del impulso momentáneo de la coyuntura, se mantuvieron en el boom durante algún tiempo, para finalizar siendo parte de lo mismo que criticaban. 

Más que decidir a quién se le da el voto en segunda vuelta, me parece que lo importante de resolver es: si se quiere construir fuerza de coyuntura para enfrentar el corto plazo derrotando a Piñera, o fuerza estratégica que se proponga cambiar a Chile para siempre y enrumbarlo en una democracia definitivamente liberada de la dictadura y de su Constitución.

Como chileno, no tengo una opinión acabada respecto de qué es lo más correcto, y espero que prime la sabiduría y la sensatez de la minoría que elegirá al nuevo presidente de Chile. Como venezolano, me da lo mismo, no olvido que Bachelet en sus dos gobiernos y en general la Concertación, apoyaron el golpe de Estado en Venezuela en 2002 y no movieron un dedo para avanzar en la integración latinoamericana, no creo que Guillier sea diferente, aunque, sinceramente, quisiera equivocarme si finalmente es ungido en la más alta magistratura del país.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Santos: una pesadilla para Colombia.


Los sicólogos y también los siquiatras que investigan acerca de la perversidad humana tienen en el presidente de Colombia Juan Manuel Santos, el más soñado de los objetos de estudio. La perversidad está asociada a una malignidad superior, a la perfidia, a la perversión y a la depravación todas estas, categorías que coinciden en cualquier escuela sicológica o incluso en las visiones religiosas del término, que agregan otros sinónimos los cuales varían según cada punto de vista.

El sicólogo mexicano Alexandro Aguirre Reyes, especialista en Clínica Psicoanalítica y Magister en Terapia Cognitiva Conductual, afirma que la perversión es asintomática. No presenta en el sujeto la necesidad de buscar ningún tipo de tratamiento, ya que nada de lo que le ocurre, le produce padecimiento. Una persona perversa está acosada por pensamientos obsesivos destructivos, al creer que los actos humanos no son sinceros. La mente perversa es una condición anormal de la personalidad cuyo rasgo dominante es la continua agresividad y destructividad hacia otras personas, a través de pensamientos y actos malignos.

Una profesora de la Escuela de Sicología de la Universidad Central de Venezuela, consultada para esta nota explicó que la perversidad tiene su origen en una práctica social, una cultura arraigada, un modelo económico, los antecedentes familiares y tradiciones históricas, es decir, nadie nace perverso, son las condiciones de su entorno, las que le dan esa condición. Santos es un hombre que jamás ha tenido algún tipo de dificultad en su vida y que ha impuesto siempre su razón por la fuerza del dinero de su familia o por el dominio de su clase, que ha tenido una presencia omnipotente a lo largo de la historia republicana de Colombia.

Todos estos, entre muchos otros elementos que no cabrían en un breve artículo como éste, permiten explicar con mayor detalle, la enfermiza determinación de Juan Manuel Santos por destruir a Venezuela. Es comprensible, Santos proviene de una rancia familia de la oligarquía colombiana que por cinco generaciones (alrededor de 180 años) han ostentado el poder y las riquezas que forjaron su carácter y comportamiento. Su obsesiva aspiración de poder lo llevó a cambiar de partido político en tres ocasiones cuando sus caminos hacia la cima se iban cerrando, incluso compitió y derrotó a su mentor y amigo Álvaro Uribe, por la paternidad del ataque militar contra Ecuador, violatorio de la soberanía de ese país y del derecho internacional, lo cual celebró con gran jolgorio. Cuando Uribe no pudo aspirar a la presidencia por tercera vez y designó como su sucesor a Andrés Felipe Arias, Santos no vaciló en traicionarlo e iniciar una campaña en su contra que lo llevó a la presidencia de la República. Antes, contra su voluntad, tuvo que comprometerse con los grandes empresarios colombianos a restablecer las relaciones interrumpidas con Venezuela y Ecuador, que estaban llevando a Colombia a una penosa situación económica en 2010.

A partir de ahí, devino en un político, además de ambicioso, pragmático, oportunista e inescrupuloso. Un nuevo interés individual se atravesó en su camino de perturbadora necesidad de protagonismo: algún hecho de relevancia superior que lo mostrara fuera de las fronteras de su país, nuevamente, para su suerte, vino en su ayuda, la decisión de los que ostentan el poder, quienes impusieron la necesidad de finalizar la guerra, ante el problema que implicaba no poder aumentar ganancias a pesar de tener un país inmensamente rico, que además había firmado un TLC con Estados Unidos, al cual no se le podía sacar provecho por el continuo desangre para la economía del país, que significaba la guerra. Santos, vio en este mandato, esa posibilidad de ser famoso, y de manera oportunista, -sin creer en ello- se auto proclamó el “padre de la paz” de Colombia.

Solo la mente torcida de un sujeto de esta calaña puede afirmar, que su peor pesadilla era Venezuela, tal como lo dijo en una entrevista en Londres el pasado 10 de noviembre. Sólo una mente perturbada puede hacer tal aseveración, sin pensar cuántos graves y profundos problemas existen en su país, que no ha solucionado desde la primera magistratura del Estado y que por el contrario, se han profundizado. ¡Cuánto desprecio por su pueblo y su nación!.

Al presidente colombiano no le causa pesadillas que en su país exista un ejército paramilitar que con el resguardo de sus fuerzas armadas se está preparando para invadir a Venezuela. Claro, con su experiencia en Ecuador, piensa que podría cosechar los lauros de otra eventual “victoria”. 

Tampoco le generan pesadillas que en el año 2016 en su país fueran asesinados 190 líderes sociales ni que entre enero y junio de este año, 335 defensores de Derechos Humanos fueran víctimas de algún tipo de agresión que puso en riesgo su vida y que se produjeran 225 amenazas más contra ellos. Así mismo, el pasado año, fueron asesinados 37 líderes ecologistas colombianos. A Santos no le quita el sueño que de los asesinatos de líderes sociales documentados entre 2009 y 2016 (casi todos durante su gobierno), en el 87% de los casos la justicia no ha hecho nada, ni siquiera identificar a los homicidas. La impunidad es cómplice de Santos…o viceversa.

Santos duerme bien todos los días, a pesar que en su país desde 1938 hasta este año han desaparecido 124.679 personas según un informe del Instituto de Medicina Legal. De ellos, 25.140 fueron presuntamente víctimas de desapariciones forzadas. Desde 2010, cuando Santos llegó a la presidencia, los casos anuales superaron los 7.000. Ese número se mantuvo relativamente constante hasta 2015. En 2016 bajó a 6.934 y, en el primer semestre de 2017, la cifra es de 3.932.

Santos es tan inmoral, que la pesadilla que significan los 280 mil venezolanos que se han ido a Colombia no lo dejan dormir, sin embargo, su sueño no se ve afectado por el hecho de que el conflicto colombiano produjo un millón de homicidios y 7 millones de desplazados, (primer lugar en el mundo), el 80% de los cuales llegó a Venezuela, donde viven con los mismos derechos que los ciudadanos que nacieron aquí, porque la Constitución Nacional así lo ordena. 

Tampoco le genera pesadillas que su país sea el segundo más desigual de América Latina, y que un 1% de la población sea dueña del 81% de la tierra según la ONG británica Oxfam. Tampoco le causa pesadillas que en 2016 según el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) de Bogotá, los cultivos de coca aumentaran de 145.000 a 150.000 hectáreas durante 2016. Es la contribución de Santos a que se mantenga y amplíe la cantidad de 60 mil estadounidenses muertos cada año por sobredosis de drogas, lo cual agradece el gobierno de Estados Unidos, incrementando su apoyo al gobierno colombiano. Otra razón por la que Santos puede dormir tranquilo.

Este mismo centro de investigación afirma que el 62 % de los jóvenes colombianos que viven en el ámbito rural no se inscriben en la educación secundaria y que solo un 2 % accede a la universidad. Pareciera ser que éste no es su problema, no le quita el sueño.

Así mismo, el 42% de hogares colombianos viven en inseguridad alimentaria, con relación a la desnutrición infantil se pudo establecer que, desde enero hasta noviembre de 2016, en la Guajira colombiana fallecieron 66 niños por hambre, pertenecientes al pueblo indígena wayúu. Además, en la última década, en Colombia han muerto aproximadamente 14.000 niños indígenas por este mismo motivo. Esto ha ocurrido durante el gobierno de Santos, pero eso no le genera pesadillas. ¿Por qué habría de tenerlas?, si son pobres e indígenas, es decir invisibles y excluidos de la gestión gubernamental. Como no existen, no pueden producir pesadillas.

A Santos no le producen pesadillas, los ocho congresistas, entre ellos tres de su partido que van a ser investigados por corruptos, al haber favorecido a la constructora brasileña Odebrecht. No puede darle pesadilla al presidente, algo que es absolutamente normal en su país y que ocurre todos los días.

En otro ámbito, una vez obtenido el Premio Nobel de la Paz, Santos ha permanecido indiferente a las modificaciones esenciales que sus partidarios en el Congreso están haciendo a los acuerdos de paz para transformar el espíritu del mismo, criminalizando a los defensores de derechos humanos y persiguiendo a los combatientes desmovilizados, 32 de los cuales han sido asesinados, así como 12 de sus familiares. Vaya paz la de Colombia y la de este Premio Nobel.

En su cobardía infinita, firmó los acuerdos de paz, para desmovilizar y desarmar a las FARC y hacer, en estas condiciones, lo que no pudo en el campo de batalla: intentar exterminarlos física y moralmente. Se trataba de que las FARC no pudieran jugar un papel en la contención de la agresión militar a Venezuela, mientras el ejército paramilitar de Santos se prepara para ello, lo cual, tampoco lo deja dormir, pero no por las pesadillas, sino por la euforia que le produce la sangre, el dolor y la muerte, por la satisfacción patológica que le produce su irracional perfidia y su natural perversidad. En realidad, la verdadera pesadilla para el presidente de Colombia es él mismo.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Arabia Saudita e Israel: una peligrosa alianza terrorista.


En marzo de 2012, hace cinco años y medio escribí un artículo en el que intentaba desmontar una engañosa idea que ponía y pone el centro del conflicto del Medio Oriente en un lugar en el que no está. Se había cumplido un año del inicio de la llamada “primavera árabe”, y habían transcurrido solo unos meses desde el atroz asesinato de Muamar El Gadafi, la guerra en Siria apenas comenzaba. 

Ahí decía “En relaciones internacionales es común hablar de `conflicto árabe-israelí´, sin embargo cuando alguien se introduce con cierta profundidad en el tema verá que ello en realidad hace alusión a la política expansionista del estado israelí en contra del pueblo palestino violando la justa y legítima respuesta de éste.

Lo que ocurre en realidad es la confrontación entre los aliados de Estados Unidos y Europa que pueden ser árabes y/o israelitas y los pueblos árabes doblemente oprimidos por la intervención imperial en sus territorios en connivencia con sus gobiernos y el carácter represivo, autoritario y antidemocrático de la mayoría de los gobiernos de la región. Es así, que Israel tiene excelentes relaciones con una buena cantidad de gobiernos de los países árabes con los que supuestamente está en conflicto. 

Israel, las monarquías autocráticas y los gobiernos reaccionarios del Medio Oriente y el norte de África han establecido una virtual alianza bajo la égida de Gran Bretaña primero y Estados Unidos después… La falacia de un supuesto conflicto alimentado desde Occidente no hace más que sostener un mercado vital para el mantenimiento de un modelo de sociedad decadente”.

Todavía en ese momento, era posible disfrazar la realidad, pero las evidencias de hechos recientes, se han encargado de quitar las máscaras y dar la certidumbre de que lo expuesto en aquel entonces, se ha transformado en un escenario triste y lamentable que prefigura los acontecimientos políticos más relevantes del Medio Oriente y del norte de África. La alianza comandada por Estados Unidos e integrada por Arabia Saudita, Israel y casi todas las monarquías del Golfo Pérsico han destapado sus verdaderas intenciones para justificar los más terribles desmanes, el apoyo y protección al terrorismo en Irak y Siria, una despiadada guerra contra el pueblo yemení y las violaciones más flagrantes al derecho internacional y al respeto de los derechos humanos. Sólo en Irak se habla de entre 1.2 y 1.4 millones de muertos, en Siria de alrededor de 450 mil fallecidos y en Yemen de 40 mil, además de la peor crisis humanitaria de la historia reciente en la que se cuentan 850 mil ciudadanos que contrajeron el cólera por las insuficientes condiciones de salubridad, así como 14.8 millones de personas que carecen de servicios básicos de salud y 14.5 millones, de agua potable según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Mientras ello ocurre, los proyectos de la alianza saudita-israelí no han podido ser cumplidos: Bashar El Assad continúa en el poder en Siria y sus fuerzas armadas han derrotado virtualmente a ISIS y a las otras organizaciones terroristas, el ejército iraquí ha recuperado la casi totalidad del territorio nacional, los huthies de Yemen mejoran día a día su capacidad y disposición combativa y comienzan a dar certeros golpes a las fuerzas sauditas invasoras en su propio territorio.

La desesperación ha comenzado a cundir al interior de la monarquía wahabita y el reino comienza a mostrar sus grietas. El brutal dispendio económico que significa mantener el nivel de vida de la familia monárquica, los gigantescos gastos de financiamiento del terrorismo y el mantenimiento de la guerra en Yemen, ha hecho mermar los fondos de las arcas reales. La respuesta ha sido comprar armas a Estados Unidos por valor de 110 mil millones de dólares durante la reciente visita del presidente Trump a Riad­­, a fin de intentar dar un vuelco a la situación bélica en el sur de la península arábiga, lo cual parece poco probable. A cambio, el presidente estadounidense se ha comprometido a dar carta blanca a todas las acciones de la alianza saudita-israelí en la región. 

De la misma manera, se han tomada una serie de medidas de carácter interno a fin de intentar mantener la cohesión social y la gobernabilidad del país, ante las cada vez mayores manifestaciones de descontento popular que han llevado a incrementos de la represión, sin temor a críticas por el apoyo occidental a tales prácticas. Buscando dar salida a la tensa situación, el rey Salmán destituyó a quien había nombrado como sucesor, para designar en su lugar a su hijo Mohamed Bin Salmán, a quien además le concedió la titularidad del ministerio de defensa, por lo cual le ha correspondido dirigir la desastrosa campaña de Yemen. 

Con el objetivo de dar un carácter institucional al relevo en la máxima jerarquía del gobierno, el 4 de noviembre pasado, el rey creó un Comité anti corrupción poniendo al frente, al mismo Príncipe Mohamed, quien como una manera de abrirse paso a su futuro reinado y en lo que en los hechos, ha sido un auto golpe de Estado, mandó a detener a 201 altos cargos del gobierno, las fuerzas armadas, gobernadores provinciales, y empresarios a quienes se le confiscaron o congelaron alrededor de 800 mil millones de dólares que pasarán a las arcas del Estado, a fin de permitirle al príncipe pagar deudas, dar continuidad a la guerra en Yemen y financiar el terrorismo, después que el gobierno monárquico se vio obligado a recurrir a los mercados crediticios y a los fondos de su reserva nacional, para contener la acelerada crisis de su economía. Los empresarios detenidos, algunos de ellos considerados entre los mayores millonarios del reino y del mundo, están siendo sometidos a apremios y torturas para que declaren dónde se encuentran sus capitales, que necesitan ser repatriados a Riad. Entre estos magnates arrestados se encuentran los propietarios de algunas de las principales cadenas de medios de comunicación del mundo árabe: MBC, ART y Orient. Con estas acciones, el príncipe heredero se garantizó el control de las finanzas, los medios de comunicación, las fuerzas armadas y los gobiernos locales, completando de esa manera un exitoso e incruento autogolpe de Estado.

Con el objetivo de “lavar la cara” de la monarquía y mostrar una faz más agradable al mundo, Mohamed ha perseguido y reducido a líderes wahabitas radicales, intentando revelar una posición modernizante en los marcos de una lógica occidentalizada, lo que permite entender las razones del diseño de su programa estratégico denominado “Visión 2030” encaminado a remozar la economía saudita, elevando sus niveles de producción industrial y tecnológico, con el fin de reducir la dependencia de la producción petrolera. 

En el trasfondo, lo que subyace, es el impacto en la monarquía del incremento e intensificación del prestigio de Irán en desmedro de su propia capacidad de influir en los acontecimientos políticos de la región. Para ello, con la congratulación y el visto bueno de Estados Unidos ha dado un paso audaz, al establecer una alianza estratégica con quien supuestamente era su adversario histórico: Israel. Así, ha configurado un esquema a partir de la común enemistad de ambos regímenes con Irán, acusándolo de estar tras los últimos y exitosos ataques de las fuerzas militares yemeníes conducidos por el movimiento Ansar Allah que le han permitido consolidar las acciones bélicas en la profundidad del territorio saudita.

Así mismo, buscando crear un nuevo escenario de conflicto que le proporcione la segura intervención de Israel y el afianzamiento de una alianza con el régimen sionista, Arabia Saudita forzó la inexplicable renuncia del primer ministro libanés Saad Al Hariri, mientras visitaba Riad, para mantener consultas con el gobierno, actuando como si fuera el embajador saudita en Líbano y no el jefe de gobierno de un país independiente. Aunque Hariri es un antiguo aliado de la casa Saúd, que suministró importante ayuda financiera para el imperio empresarial de su familia, informes provenientes de la región afirman que el primer ministro libanés está secuestrado en Riad, sin poder regresar a su país. La extraña justificación para su renuncia fue que el movimiento Hezbollah libanés intentaba asesinarlo, sin presentar ninguna prueba de tal acusación, la cual fue inmediatamente desmentido por el propio líder de la organización Hasan Nasrallah. La monarquía saudita en un acto de extrema y absurda impotencia declaró que el Líbano le había declarado la guerra, sin que mediara argumento alguno que sostuviera tan grave imputación. El objetivo final es la creación de condiciones para una nueva invasión sionista a El Líbano, de manera de involucrar a Hezbollah en tal conflicto desviándolo de su misión de apoyo al gobierno sirio en la lucha contra el terrorismo. 

Cuando pareciera que el terrorismo está siendo definitivamente derrotado en Irak y Siria, la alianza saudita-israelí, podría estar creando en el Líbano un nuevo frente de guerra en el Medio Oriente, y con ello, otro incendio incontrolable para Occidente, que tendrá que valorar que tal conflagración se producirá en una zona aún más cercana a Europa, en la misma frontera del régimen sionista y contra la única fuerza que lo derrotó en el pasado.

jueves, 9 de noviembre de 2017

XIX Congreso del Partido Comunista de China: Un evento que mira al futuro.


Tal vez como nunca antes, el más importante evento interno de China ha despertado un interés superlativo fuera de sus fronteras. Ello lo atestiguan los más de 1800 periodistas de todas las regiones del planeta que estuvieron presentes en Beijing entre el 18 y el 24 de octubre pasados a fin de reportar la gran cantidad de acontecimientos realizados vinculados a esta magna cita, durante esos días. Aunque todavía, en muchos casos, con una visión peyorativa de Occidente, que sigue intentando observar y evaluar el desarrollo de los hechos ocurridos en China desde una óptica ajena y no desde la de un país que ha construido su realidad desde una lógica que se sustenta en una civilización distinta ajustada a una cultura, una tradición y unas costumbres milenarias, el XIX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) se transformó en un suceso de una importancia tal, que superó los límites del país para comenzar a ser considerado una circunstancia de interés para toda la humanidad.


Ello tiene que ver con la creciente trascendencia de China en la vida política, económica y social y la influencia que pudieran proyectar, en el transcurrir de cualquier país, las decisiones que se tomaron durante el cónclave 

No había pasado un mes desde el 20 de septiembre, día en que, durante su comparecencia ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en New York, el presidente de Estados Unidos Donald Trump, se había permitido una altisonante diatriba en la que “decretaba”, con cierto dejo de solemnidad, el fracaso del socialismo en el mundo como opción de futuro distinta para la construcción de una nueva sociedad, más justa, más equitativa, más solidaria y sustentable en el planeta. En su Informe al Congreso, el Secretario General del PCCh, Xi Jinping se encargó de desmentir a Trump, al confirmar que el proceso que China comenzó a construir tras la revolución de 1949, liderado por Mao Zedong, continuado en 1978 tras la aprobación de la política de reforma y apertura bajo conducción de Deng Xiaoping, tendrá su punto más alto cuando a mediados de siglo, al conmemorar el primer centenario de la fundación de la República Popular China en 2049 se habrán creado las condiciones para que China sea un “país moderno, próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y hermoso” y que este país y su sociedad serán socialistas.

Sin embargo, previo a ello, China conmemorará otro centenario, en 2021 se cumplirá también la primera centuria de la fundación del Partido Comunista, efeméride que será celebrada haciendo el último esfuerzo para eliminar la pobreza del país asiático, permitiendo que China pueda ser considerada un país de desarrollo medio o como ellos mismos lo califican: una “sociedad modestamente acomodada”. La lucha contra la pobreza ha cubierto parte importante del esfuerzo del gobierno chino desde el año 2013 cuando Xi Jinping accediera a la presidencia, la ambiciosa meta de sacar de la pobreza a 10 millones de ciudadanos por año, para llegar a 2020 con el objetivo cumplido, se ha ido verificando con suma eficiencia, para lo cual se han conjuntando los esfuerzos del PCCh con los del Estado y la sociedad, lo cual le permitió a Xi confirmar en su Informe al Congreso que sin duda alguna, se llegará exitosamente a la meta planteada. 

Hay dos diferencias sustanciales entre los procesos de reforma iniciados prácticamente en la misma época en la Unión Soviética y en China, Mientras el país euroasiático comenzó su transformación desde la esfera política, China lo inició desde la económica. Sus líderes entendieron que sin poseer un potencial económico, tecnológico y financiero, iba a ser imposible producir los necesarios cambios políticos en su sociedad o, dicho en otras palabras, sin construir la base económica, material y tecnológica, del socialismo, era imposible hablar de éste, mucho menos construirlo. Con aciertos y errores, algunos muy graves, como ellos mismos lo han reconocido, el PCCh se ha dedicado a eso durante los últimos 68 años. Los resultados están a la vista. En el Informe al XIX Congreso, Xi ha venido a confirmar que el proceso de transformación estructural de la sociedad podrá comenzar en breve, desmintiendo con ello, las opiniones agoreras, que afirmaban que China estaba en camino de regresar al capitalismo. Se trataba de crear las condiciones para alcanzar el socialismo, jugando con las reglas capitalistas, por la sencilla razón de que aún son las que imperan en el planeta, pero aprendiendo de ellas, extrayendo lo positivo y desechando la putrefacción que generan, lo cual también ha sido preocupación de primer orden del presidente Xi, tanto en la conducción del Estado como del Partido, al dar una batida contundente y frontal a las prácticas de corrupción y otras deformaciones que aquejan a todos los gobiernos del mundo y de las que China no ha estado exenta. La otra diferencia entre los procesos socialistas de los dos países ha sido la firmeza y lealtad a los principios de los dirigentes. Mientras en la Unión Soviética, Gorbachov y Yeltsin, escucharon los “cantos de sirena” que le auguraban un gran futuro a su país subordinados a Estados Unidos y a Occidente, los dirigentes chinos fueron capaces de resistir tales tentaciones y persistir en la línea trazada de construir el “socialismo con peculiaridades chinas” hoy confirmadas por Xi, quien además ha aportado sustantivos elementos de carácter teórico que constituirán a partir de ahora, y sin duda alguna, fuente importante de estudios de la base teórica para la edificación del socialismo en cualquier país del mundo. En este sentido Xi, ha recurrido al marxismo-leninismo para afirmar que el problema principal que afronta China, de cara al futuro, es la superación de lo que ha denominado la contradicción fundamental de la época para su país, que ha identificado como la que se produce entre el desarrollo desequilibrado y las necesidades de sus ciudadanos, y ha asegurado que de su superación dependerá en gran medida el cumplimiento de las tareas del PCCh en el porvenir. Se trata, ni más ni menos, que China deberá hacer los ajustes necesarios para cumplir la máxima marxista de que la economía en el socialismo debe producir “de cada quien según su capacidad”, y distribuir “a cada cual según su trabajo”. Habiendo afirmado Xi, que esta es la contradicción fundamental de la época, no cabe duda que el PCCh y el Estado chino bajo su liderazgo se abocarán con la mayor energía posible a la resolución de este problema. 

Después de finalizado este XIX Congreso y tras conocer el Informe de Xi Jinping al mismo, es menester afirmar que los ciudadanos del mundo podemos mirar el futuro desde una perspectiva más promisoria. Cuando ningún analista pone en duda, que China será la primera potencia mundial y solo titubean en ponerse de acuerdo en cuando se producirá tal situación, -que varía al diferir en la metodología que se use-, Xi nos ha venido a decir que China no tiene aspiraciones hegemónicas ni expansionistas y así sido hasta ahora. No hay ningún país en el mundo que pueda afirmar que ha recibido una inversión china o ha establecido acuerdos de cooperación , o intercambio en materia comercial, financiera, tecnológica o de otro tipo, a cambio de instalar una base militar en sus territorio, subordinar sus fuerzas armadas a la lógica militar de China o formar parte de bloques militares bajo mando chino para intervenir en los asuntos internos de otros países, lo cual no deja de ser una novedad trascendente en la historia de la humanidad. Sin embargo, Xi ha afirmado que el Ejército Popular de Liberación (EPL) (fuerzas armadas chinas) continuarán y acelerarán su proceso de modernización, bajo liderazgo del PCCh para que a mediados de siglo sea un potente instrumento de defensa y de disuasión, ante cualquier intento de retrotraer los objetivos del Sueño Chino. Para ello, el PCCh trabajará para que el EPL llegue a tener una capacidad y una fortaleza de nivel mundial. 

En cuanto al otro gran tema, sobre el que se habla mucho de China, cuál es su real compromiso con el medio ambiente, en una actividad paralela al Congreso, el ministro de Protección Ambiental Li Granje dio una conferencia de prensa en la cual informó que la búsqueda de un desarrollo que respete al ambiente es una prioridad del gobierno de Xi Jinping buscando bajar la contaminación y aumentando la superficie de árboles sembrados. Así mismo, China se ha planteado reducir las partículas finas peligrosas PM2.5 del nivel actual de 47 microgramos por m³, a 35 microgramos por m³en 2035, para continuar reduciendo esa cifra a fin de llegar al año 2020 con un 80% de días de buena calidad del aire en las 338 ciudades del país que están siendo monitoreadas por ese ministerio.

Creo, que en estas líneas se sintetizan los mayores logros del XIX Congreso del PCCh, pero no los únicos, la elección de un nuevo Comité Central que ha designado a los miembros del Buró Político, sus integrantes permanentes y la Comisión Central de Control y que ha reelegido a Xi Jinping como Secretario General ha marcado el inicio de una nueva y promisoria época para China y para el mundo.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Nikki Haley y los neoconservadores se preparan para asaltar el poder.


La corriente retrógrada y más reaccionaria políticamente hablando en Estados Unidos en las últimas cinco o seis décadas es la de los neoconservadores, un movimiento político defensor del libre mercado, el individualismo y la exacerbación de ideas nacionalistas que a su vez pretenden imponer por la fuerza al exterior de sus fronteras, por lo que promueven la agresión y la intervención en los asuntos internos de otros países, incluyendo la acción militar como instrumento de imposición del modelo de vida estadounidense, desde la consideración de que sus principios y valores configuran criterios universales emanados de la idea de que el pueblo de Estados Unidos fue elegido por Dios para cumplir sus designios en la tierra. Son comúnmente conocidos como neocons. 

Aunque los neoconservadores se han extendido a algunos países de Europa, básicamente han incubado en Estados Unidos. De forma generalizada se les relaciona con el sector más regresivo del Partido Republicano, pero se ubican en distintos sectores de la sociedad, incluyendo el Partido Demócrata. En cualquier caso, son profundamente anticomunistas y aborrecen las ideas socialistas

Su estructura de pensamiento rechaza de forma radical a otras civilizaciones en particular a los musulmanes, pero también a los latinos y asiáticos, en general odian a cualquier minoría nacional en su país, así como a las de carácter sexual y religioso, también repudian a los luchadores por la paz y a los defensores del medio ambiente, pues los consideran poseedores de argumentos anticientíficos, creados con el único objetivo de afectar y perturbar a Estados Unidos.

Están en contra del aborto, la eliminación de la pena de muerte y la eutanasia, no quisieran que la sociedad se modernice, están apegados a la conservación de las normas y están dispuestos a cualquier acción para defenderlas, sin importar terceras personas puedan ser afectados o que haya daños colaterales, para lo cual no escatiman en la acción represiva de la policía u otros órganos de seguridad, incluyendo el ejército, lo cual en el plano internacional significa la apología y la justificación de la guerra como necesidad, por lo cual desprecian la labor de organizaciones internacionales a favor de la paz.

No les interesa la historia ni las costumbres, exponen repulsión por el arte popular y por las expresiones sociales que emanen del sentir y la cultura surgida de manifestaciones de grupos y sectores excluidos de la sociedad.

Defienden a ultranza al Estado capitalista, pero desprecian a la burocracia en pro de una exacerbación de la tecnología como medio de transformación y mejoramiento de la sociedad.

Tras conocer estas características, se puede concluir que el pensamiento neoconservador es lo más cercano del fascismo, el nazismo y el falangismo que inundaron Europa a mediados del siglo pasado, causando la mayor devastación que la humanidad haya conocido jamás. Así mismo, después de escuchar la retórica del presidente Trump y algunos miembros de su equipo de gobierno, se tiene la impresión de que, no obstante, los portadores de estas ideas adquirieron auge durante el gobierno de George W. Bush, ha sido en esta administración donde han trepado a las más altas instancias gubernamentales en Estados Unidos, lo cual expone al planeta a un peligro de gran dimensión. 

El repunte neocons en el gobierno de Estados Unidos está llegando a través de la influencia sostenida y la conspicua presencia de la Embajadora en Naciones Unidas, Nikki Haley en las decisiones más importantes de política exterior de la administración Trump. 

La influencia de Haley ha llevado al presidente a mantener una posición extrema en el caso de Irán, contrariando las opiniones del propio Departamento de Estado y de los otros cinco países firmantes con Irán del Plan Conjunto de Acción (JCPOA), refutando además las conclusiones de las investigaciones in situ llevadas a cabo por la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA). El rechazo de Trump de continuar certificando el JCPOA fue interpretado por Haley como “un anuncio claro para Pyongyang”, lo cual además hace evidente la perversa mentalidad criminal de la embajadora, al relacionar un hecho con el otro. 

Es conocido el vínculo de Haley con uno de los “tanques de pensamiento” neocons más acreditados como tal en Estados Unidos, el American Enterprise Institute (AEI) que ha sido desde siempre portador de las ideas más retrógradas de Estados Unidos hacia el Medio Oriente. En esa calidad fue promotor directo de la invasión de Irak en 2003 durante el gobierno de Bush, así mismo ha sido notoria la subordinación de Haley a las políticas sionistas emanadas de su lobby en New York y del propio Estado de Israel. Junto a la senadora Lindsay Graham, otra destacada neoconservadora comparten una irrestricta pasión y entusiasmo por Israel, y una dura retórica anti iraní y anti rusa, de la misma manera, apoyan sin tapujos la política intervencionista de su país en cualquier lugar del mundo, recibiendo para sus acciones, ingentes recursos financieros provenientes de grandes inversionistas ligados a los sectores de ultra derecha del sionismo internacional, que incluso han insinuado desde el año 2013 la necesidad de que Estados Unidos detone un arma nuclear en territorio iraní, si el país persa no cumple las demandas estadounidenses en materia nuclear, las que por cierto no son compartidas por la comunidad internacional. 

En otro ámbito, la Embajadora arrastró a Trump a sostener su verborrea belicista en contra de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), siendo ella misma quien emitiera sendas amenazas contra ese país en el seno de la ONU: en una sesión de ese organismo a comienzos del mes de septiembre llegó a decir que Pyongyang "está rogando por una guerra". Tan solo una semana después en la misma instancia afirmó que ya se habían agotado todas las opciones, por lo cual el Pentágono debía encargarse de este asunto, asegurando que “Corea del Norte será destruida”. 

Otro frente de batalla tomado por Haley como un reto personal, y ante el cual Trump también ha aceptado sus postulados, es el interno de la ONU. Asumiendo su responsabilidad cual “matón de barrio” o, desde otra perspectiva, como el “niño dueño del juguete”, su ataque contra la AIEA por el caso Irán, esconde también un interés en debilitar el organismo internacional y a la propia ONU para ponerla a trabajar acorde sus intenciones y puntos de vista, bajo amenaza de retirarse de esta agencia, así como del Consejo de Derechos Humanos, -tal como ya lo hiciera de la UNESCO- si se siguen emitiendo criterios que ponen en evidencia la acción intervencionista de Estados Unidos y de su aliado Israel.

Esta ofensiva neoconservadora tiene como trasfondo la búsqueda de debilitar a sectores que también pugnan por el poder en Washington. Como se dijo antes, pareciera que Haley le va ganando la batalla al Departamento de Estado y a Tillerson quien, como representante del sector energético, ha visto cómo va perdiendo espacio en favor de su hoy subordinada. Tillerson ha basado su defensa en una alianza con el sector militar del gobierno, que ve con horror, que se desate una guerra de la que no necesariamente van a tener el control, lo cual derivaría en cambios profundos en la dinámica del poder interno de Estados Unidos. Los rumores cada vez más fuertes en torno a que Trump ya estaría estudiando la destitución de Tillerson en favor de Haley apuntan en esa dirección. Los medios de comunicación más poderosos de manera interesada parecieran estar apoyando tal cambio.

Lo cierto, es que algo se está moviendo en Washington, el punto de inflexión que significó la crisis financiera de 2008, ha seguido su curso, la derrota estratégica de la política de Estados Unidos en Siria, necesariamente tendrá repercusiones en la cueva imperial, en Catar y Turquía, por no decir en Arabia Saudita, han comenzado a producirse cambios y se acercan a Rusia, la política de Trump de avanzar hacia una situación distendida con esta potencia, ha fracasado, los neoconservadores han sido causantes directos de ese hecho para torpedear desde adentro cualquier avance hacia un mundo multipolar o de balanza. Por lo que se ve, en un movimiento de extremo riesgo, Trump ha aceptado su derrota y se ha plegado a las huestes neocons. Imagino que piensa que es mejor estar con ellas que quedarse fuera, en esa medida, habrá que prepararse para lo peor, si los sectores de la ultra derecha ideológica logran su cometido en su cruzada por el poder.