Actividades Académicas

sábado, 29 de abril de 2017

OEA. La diferencia entre saber y no saber


El 24 de julio de 1964, Pablo Neruda, futuro Premio Nobel de Literatura dirigió un cable de protesta por la realización en Washington de la IX Reunión de Consulta de Cancilleres de los países de la OEA. En la misiva, el gran poeta chileno pidió que la OEA: ”… aproveche dignamente reunión cancilleres proponiendo investigación sobre intervención y apoyo del Departamento de Estado Norteamericano en golpes fascistas militares en Guatemala, Paraguay, Nicaragua, Ecuador y Brasil. Política norteamericana favorece regímenes de terror en América Latina contra nuestros pueblos. Reunión actual es fruto de coacción y presión Departamento de Estado para dividir las naciones sudamericanas. Cancilleres son presionados económicamente para aislar y hambrear a una nación hermana. USA quiere que crimen de genocidio contra el pueblo cubano sea decretado por nuestros gobiernos para esconder sus propósitos de suplantar gobierno de liberación cubano por acostumbrados títeres obedientes a Washington”. El mensaje jamás fue respondido. Era imposible que Neruda supiera que iba a ser asesinado en un hospital de Santiago de Chile por los militares que usurparon el poder 12 días antes, bajo el alero intervencionista de Estados Unidos y la OEA

Un año después, el 5 de mayo de 1965, el futuro presidente de Chile Salvador Allende expresó que “Si hubiera una Organización de Estados Americanos con dignidad, se aplicarían (sanciones) contra los Estados Unidos, agresor e invasor que ha pisoteado los principios permanentes de respeto a la autodeterminación y soberanía de los países”. No podía saber en ese momento, que sería derrocado 8 años después por un golpe de Estado organizado y financiado por Estados Unidos con el apoyo de la OEA.

Entre junio y julio de 1973 se hizo una reunión especial de la OEA en Lima. Jorge Vázquez, subsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno peronista de Héctor Cámpora expuso que la crisis de la OEA se debía a que ésta “… en la mayoría de los casos resultó un obstáculo en relación con los aislados esfuerzos del continente para superar la balcanización de América, producto decantado de la diplomacia imperialista” y agregó que la organización era “un instrumento de la política norteamericana (...) que hasta ahora sólo nos ha producido amarguras y frustraciones”. Basándose en este diagnóstico de crisis, Vázquez reclamó la inmediata revisión del TIAR, que consagraba un “sistema anacrónico y obsoleto” para adaptarlo a la nueva realidad de un mundo multipolar. Estas palabras no podían anticipar que tres años después Estados Unidos bajo resguardo de la OEA habría de apoyar el golpe de Estado en Argentina que produjo miles de asesinados y 30 mil desaparecidos, tampoco suponía que Estados Unidos iba apuntalar a Gran Bretaña en 1982, cuando intereses “superiores” lo hicieron olvidar los “objetivos supremos” de la carta de la OEA y el TIAR en la Guerra de las Malvinas. 

El 7 de septiembre de 1977, durante la firma de los Tratados Torrijos- Carter, en la propia sede de la OEA, el general Omar Torrijos expuso que: “En nombre de la verdad lógica, quiero manifestarle que este Tratado que firmaremos, y que deroga el que ningún panameño firmó, no goza de un total consenso en nuestro pueblo. Porque 23 años acordados como período de transición son 8.395 días. Porque permanecen por este tiempo bases militares que convierten a mi país en un posible objetivo estratégico de represalia, y porque estamos pactando un Tratado de neutralidad que nos coloca bajo el paraguas defensivo del Pentágono. Pacto éste que, de no ser administrado juiciosamente por las futuras generaciones, puede convertirse en un instrumento de permanente intervención”. Visionario, el General Torrijos previó la invasión militar de Panamá que un 20 de diciembre de 1989, habrían de concretar las Fuerzas Armadas de Estados Unidos con el aval implícito de la OEA.

Con todos estos antecedentes, Juan Bosch el más ilustre dominicano del siglo XX, al hacer una comparación entre las elecciones de la Nicaragua sandinista y Estados Unidos escribió en diciembre de 1984 que la dinastía Somoza mantuvo una dictadura que había durado 42 años, “… tiempo suficiente para que la OEA se preocupara por lo que estaba pasando en la patria de Rubén Darío y Augusto Cesar Sandino, pero la OEA no dio señales que le importara en lo más mínimo lo que pasaba en Nicaragua; es más a la hora de formar las mal llamadas Fuerzas Interamericanas de Paz que debían ocupar militarmente el territorio de la República Dominicana, la OEA injertó en ellas una cantidad importante de militares nicaragüenses, señal de que consideraba muy democráticas a la dictadura somocista, puesto que confiaba en ella para la tarea de preservar la paz en nuestro país”. Bosch si sabía de lo que estaba hablando, su país fue invadido y ocupado varias veces por Estados Unidos, la última en 1965, dos años después del golpe de Estado que derrocó su gobierno, con el apoyo de Estados Unidos y el visto bueno de la OEA. 

Por su parte, en su reflexión: “¿Tiene la OEA derecho a existir?” del 14 de abril del 2009 el Comandante Fidel Castro resumía toda una vida de indómita resistencia del pueblo cubano a la agresión permanente de Estados Unidos afirmando categórico y con el aval de 50 años de lucha y más de 600 intentos de asesinato organizados, armados y financiados por los distintos gobiernos estadounidenses que “La OEA tiene una historia que recoge toda la basura de 60 años de traición a los pueblos de América Latina” y a continuación puntualizando en torno a la posibilidad de que Cuba reingresara a la organización, expuso que el en ese entonces Secretario General José Miguel Insulza ”sabe que nosotros no queremos ni siquiera escuchar el infame nombre de esa institución. No ha prestado un solo servicio a nuestros pueblos; es la encarnación de la traición. Si se suman todas las acciones agresivas de las que fue cómplice, estas alcanzan cientos de miles de vidas y acumulan decenas de años sangrientos” Respecto del futuro de la OEA. Fidel sentenció que “El tren ha pasado hace rato, (…) Algún día muchos países pedirán perdón por haber pertenecido a ella”.

El 25 de mayo de 2009, durante una reunión de cancilleres del Alba, el Comandante Chávez se preguntaba “¿Cuándo la OEA se ha pronunciado en torno a todas las agresiones que ha sufrido Cuba? por ejemplo, ¿cuando la OEA se ha pronunciado acerca de todas las agresiones que ha sufrido Venezuela incluso el Golpe de Estado de 2002, y de todo lo que aquí ha ocurrido?… Por ejemplo cuando el Caracazo tampoco dijo nada, solo salió a defender a Carlos Andrés Pérez y a la supuesta acción para restituir la democracia, mientras un pueblo era masacrado y estaba llorando a sus muertos, miles de muertos”. Hablaba con conocimiento de causa, ese golpe de Estado fue avalado por el silencio de la OEA y el apoyo a quienes habían usurpado ilegalmente el gobierno.

Venezuela acaba de tomar una decisión histórica que le evita -como dijo Fidel- tener que pedir perdón por su membrecía en la más repugnante organización internacional de la que se tenga memoria en la historia regional. Es una decisión tardía, debió tomarse el 16 de diciembre de 1999, día posterior al del referéndum en que el pueblo de Venezuela soberanamente adoptó el nombre de República Bolivariana para el país. Desde ese día era un contrasentido seguir perteneciendo a ese engendro imperial agresivo, pero como dice el proverbio “nunca es tarde si la dicha es buena”. Hoy en Venezuela si se sabe para qué sirve la OEA. 

No tiene ningún sentido pertenecer a una organización que es capaz de violar su propia Carta para actuar ilegalmente en contra de uno de sus miembros, solo con el fin de acatar los deseos y la voluntad de otro, por muy poderoso que éste sea. Hoy, el Libertador ha sido reivindicado. Su llamamiento al Congreso de Panamá del 7 de diciembre de 1824 se ha hecho realidad en la decisión del gobierno de Venezuela de denunciar la Carta de la OEA (organización panamericana) y simultáneamente convocar a una reunión de CELAC, (organización latinoamericana y caribeña), el 2 de mayo, en la que sin la presencia de Estados Unidos, se podrá debatir de igual a igual y sin tutelajes. Muy seguramente, los corifeos de Washington (si asisten) tratarán de ser voceros de los intereses imperiales, pero tendrán que hacerlo de frente, y sin la protección y seguridad que le da el insepulto cadáver del ministerio de colonias.

viernes, 21 de abril de 2017

Corea. ¿De dónde viene el peligro?

Durante la VII Cumbre de la OEA+Cuba celebrada en Panamá en 2015, después de la extraordinaria intervención del presidente Rafael Correa, su colega estadounidense Barack Obama opinó que consideraba que no era útil recordar la historia. Colombia, se había adelantado al criterio del mandatario de la mayor potencia mundial y ya a comienzos de los años noventa del siglo pasado, la cátedra de historia desapareció como asignatura obligatoria de los pensum de estudio de la enseñanza media de este país. Los nuevos libros para enseñanza de la materia reflejan “poca profundidad y articulación entre los temas”, según un artículo publicado en agosto de 2015 en el periódico El Espectador de Bogotá.

En materia de educación, tal vez no haya nada mejor para las clases dominantes que borrar la historia para hacer de las nuevas generaciones entes intelectualmente amorfos que no sepan dilucidar el origen de la problemática que aqueja a sus países y al mundo. Obama, un académico de la prestigiosa Universidad de Harvard, sabía perfectamente lo que hablaba en Panamá, en el fondo estaba instando a que latinoamericanos y caribeños olvidáramos el rosario de tropelías y barbaridades cometidas por su país en los últimos doscientos años.

Toda esta reflexión vino a mi recuerdo al observar los ya consuetudinarios hechos en la península coreana que se vienen repitiendo con mayor o menor intensidad desde hace muchos años. Como es habitual se fabrican matrices de opinión que hacen olvidar el origen de los problemas, ubicando el centro de los mismos en lugares y hechos reales o no, acorde al interés de las potencias.

Parece olvidarse que el arranque del “problema coreano” no está en la posesión de armamento nuclear por parte de la República Popular Democrática de Corea, (RPDC) que es un hecho relativamente reciente, sino en la presencia injustificada en el sur, de uno de los mayores contingentes militares de Estados Unidos en cualquier lugar del mundo. En la década de los 50 del siglo pasado, Estados Unidos logró “vender” su versión de que la guerra en Corea había tenido su inicio a partir de la “agresión” del Sur por el ejército del Norte, como expresión de la política expansiva de la Unión Soviética. Es el primer absurdo, un país no se agrede a sí mismo, y hay que recordar que la línea fronteriza fue impuesta por las potencias a los coreanos del norte y del sur después de las conferencias de El Cairo (1943), Yalta (1945) y Potsdam (1945) cuando ya había finalizado la guerra en Europa y solo unos días antes que Estados Unidos lanzara las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. A los coreanos, nadie les preguntó nada. Como resultado de esa decisión, en el norte se estableció un gobierno popular, al mismo tiempo que la Unión Soviética tenía una presencia discreta en el país, mientras en el sur, el General estadounidense John R. Hodge desconoció la decisión de los comités de resistencia que se instalaron en Seúl y que propugnaban la independencia de toda la península. Hodge instauró un Consejo Asesor, formado por japoneses y colaboracionistas, ninguno de los cuales hablaba coreano, el cual constituyó un “Consejo Democrático Representativo” elegido a dedo, que impuso un gobierno fascista dirigido por Syngman Rhee, quien había vivido 37 años del total de sus 60, en Estados Unidos. 


En 1946, la ONU manejada por Estados Unidos organizó elecciones en el sur, las bandas terroristas asolaron a los opositores a Rhee, y cometieron alrededor de 600 asesinatos políticos, todo lo cual condujo a un triunfo de la derecha, con el aval de la ONU. En 1948 estallaron dos rebeliones en el sur en Yosu y Cheju Do. En las nuevas elecciones de 1950, era evidente que Rhee iba a ser derrotado. Estados Unidos entendió que la única manera de impedirla era mediante una intervención militar.

En esas condiciones se produjo la ofensiva del Norte sobre el Sur, a fin de unificar la nación en un solo país, la abundante información obtenida posteriormente demuestra que a la Unión Soviética la guerra en Corea no le fue beneficiosa, sobre todo porque impidió que a la recién creada República Popular China le fuera adjudicado el asiento que en justicia le correspondía en la ONU y sobre todo en el Consejo de Seguridad. Además, este conflicto significó para los soviéticos el desvío de importantes recursos necesarios para su propia defensa, tras la creación de la OTAN en 1949.

En el desarrollo del conflicto bélico propiamente, mientras este se desarrolló entre las fuerzas del norte y el ejército reaccionario de Syngman Rhee, el avance de las tropas bajo el mando de Kim Il Sung tuvieron un éxito arrollador estando a punto de lograr la victoria total, hasta que las fuerzas armadas de Estados Unidos pertenecientes a la VII Flora acantonadas en Japón intervinieron directamente, sin autorización de la ONU que debió aceptarlo como un hecho consumado para guardar las apariencias, creando un contingente militar con tropas de 15 países, siendo Colombia el único latinoamericano que lo integró, aportando 5100 soldados de los 140 mil del contingente internacional que se agregó a los 480 mil de Estados Unidos.

Las fuerzas armadas estadounidenses contuvieron el ataque coreano e iniciaron la ofensiva para derrotar y hacer desaparecer al gobierno de Kim Il Sung, sin embargo la oportuna presencia de una gran fuerza militar china impidió la explotación del éxito inicial por parte de Estados Unidos. El gigante asiático estaba preocupado por la posibilidad de la irrupción del conflicto en territorio propio bajo la obsesiva amenaza del general MacArthur de prolongarlo, incluso con el uso del arma atómica, lo cual obligó al presidente Truman a destituirlo en abril de 1951, todo en medio de la histeria anticomunista que desataba en Estados Unidos el senador Joseph McCarthy. 

Rhee fue destituido en 1960, después de grandes manifestaciones populares y estudiantiles que dieron al traste con su brutal gobierno represivo. Sin embargo, las fuerzas militares estadounidenses no abandonaron la península y hasta hoy se mantienen como fuerzas de ocupación en el sur y como amenaza a la estabilidad política del país y de la región. Si observamos que Estados Unidos tiene 28 mil soldados en 85 bases militares en Corea y 50 mil soldados en 109 bases militares en Japón, incluyendo naves portadoras de armamento nuclear, es comprensible que cualquier país, en este caso la RPDC tome medidas para salvaguardar su defensa, sobre todo si se considera la agresividad de la política exterior de Estados Unidos y el innegable hecho histórico de haber sido el único país en lanzar bombas atómicas sobre dos ciudades inermes cuando Japón estaba virtualmente derrotado en 1945.

Por supuesto que ningún país debería tener armas nucleares, mucho menos debería usarlas, pero eso forma parte de la hipocresía internacional que permanece mudo ante los programas nucleares de Israel, Pakistán e India, pero arma un escándalo ante la misma situación en Corea o Irán. Si se va a aplicar la ley internacional, que se haga de la misma manera con todos. ¿Por qué la RPDC no puede desarrollar su programa nuclear defensivo mientras la comunidad internacional permanece muda cuando Israel argumenta lo mismo?

En 1994, la RPDC firmó un acuerdo con la Administración de Bill Clinton por el cual aceptaba el cierre de los reactores de Yongbyon y el abandono de la construcción de dos centrales nucleares. También aceptó un acuerdo con el Organismo Internacional de la Energía Atómica para que éste llevara a cabo inspecciones. Por su parte, Estados Unidos se comprometió a normalizar las relaciones diplomáticas y económicas con Pyongyang, levantar las sanciones y proporcionar dos reactores de agua ligera que no pueden ser usados con fines militares. Este acuerdo chocó con los sectores belicistas de Estados Unidos que forzaron su rechazo En 1999, la paciencia de Pyongyang se agotó y reanudó su actividad nuclear.

En junio de 2000 se celebro en Pyongyang la histórica Cumbre entre las dos Coreas. Los dos mandatarios firmaron un acuerdo para trabajar conjuntamente a favor de la reunificación del país. En 2003 se realizó la primera ronda de negociaciones con la participación de China, Rusia, Estados Unidos, Japón y las dos Coreas y en febrero de 2004 durante la segunda ronda, Pyongyang aceptó concluir con su programa de proliferación nuclear, siempre que se le otorgaran seguridades de que Washington no tomaría represalias. Estados Unidos ni siquiera se molestó en dar una respuesta.

En 2007, tras cuatro años de negociaciones la RPDC aceptó cerrar el último reactor nuclear que estaba operativo en Yongbyon a cambio de ayuda internacional. El Consejo de Seguridad de la ONU celebró tal decisión, mientras tanto todos los años Estados Unidos y Corea del Sur continuaban realizando gigantescas maniobras militares y navales con la participación de armamento nuclear que apunta hacia la RPDC. 


Veintiocho años después de finalizada la guerra fría, las armas de Estados Unidos se siguen dirigiendo contra la RPDC, pero esta actitud a favor de incentivar el conflicto también está enfocada contra China y Rusia, que han rechazado el despliegue del sistema antimisiles THAAD en territorio surcoreano el cual amenaza directamente a la fuerza balística nuclear de disuasión de las dos potencias 

Vistas así las cosas, podríamos preguntarnos, ¿De dónde viene el peligro?, ¿Quién está amenazando a quién?, ¿No ha dado la RPDC suficientes muestras de querer resolver el conflicto por vía de la negociación?, ¿Tiene o no derecho la RPDC a protegerse? Juzgue usted mismo respetado lector.

sábado, 15 de abril de 2017

La verdad ha muerto: relaciones internacionales y medios de comunicación.


La humanidad debió recorrer un largo camino para darse un basamento jurídico que intentara darle equidad a colectividades independientes y políticamente diferentes que habitaban el planeta. Sólo en el siglo XVI, en Europa aparecieron los primeros Estados nacionales, pero hubo que esperar hasta el XX, cuando a partir del principio de la soberanía, se creó la primera sociedad internacional que realmente podía ostentar ese nombre. Aunque la Sociedad de Naciones creada tras la primera guerra mundial fracasó estrepitosamente, al no poder impedir el desarrollo de las condiciones que condujeron a la segunda gran conflagración mundial. El eje nazi-fascista pudo ser derrotado y las potencias triunfantes en el conflicto se pusieron de acuerdo para dar origen a la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 1945. 

Con ello, se aprobó una estructura para el sistema internacional, que se sustentó en la Carta Internacional de Derechos Humanos, documento que comprende la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y sus dos protocolos facultativos. Esta fue la base para la construcción del Derecho Internacional público como soporte regulador del comportamiento de los Estados y de otros sujetos internacionales, en sus competencias propias y relaciones mutuas, sobre la base de ciertos valores comunes, para realizar la paz y cooperación internacional, mediante normas nacidas de fuentes internacionales específicas, o más brevemente, se puede afirmar que “es el ordenamiento jurídico de la Comunidad Internacional”, como reza su definición más clásica. Este ordenamiento ha permitido que en los últimos 70 años, a pesar de todos los desmanes hechos por las potencias, el mundo haya podido eliminar casi totalmente el colonialismo, permitiendo que nuevas naciones y pueblos puedan tener acceso a construir Estados propios con igualdad de derechos en el sistema internacional. Así mismo, se ha conseguido una paz relativa que evitó un holocausto nuclear, el cual podría haber conducido al fin de la especie humana en el planeta.

Junto a ello, el Derecho Internacional universal dio espacio para la construcción de regímenes jurídicos regionales, a partir de sujetos que tienen cierta homogeneidad política, económica, social y cultural y que además comparten un territorio continental común. En este marco, al Derecho Internacional americano le ha cabido un papel paradigmático en relación a otras regiones a pesar de que se ha construido a partir de una doctrina de imposición y avasallamiento, cual es la idea monroista y panamericana que no tiene asidero en la definición antes enunciada. La imposibilidad de construir un Derecho Internacional a partir del ideario bolivariano, ha hecho que el Derecho Internacional americano -en el cual los juristas latinoamericanos han introducido la parte principal a través de la historia- se haya tenido que basar en la defensa de la región frente a los abusos de Estados Unidos. En esa medida, es un derecho construido contra natura, toda vez que uno de sus aparentes suscriptores es quien lo ha pisoteado permanentemente.

Como nunca antes en la historia, en menos de una semana, Estados Unidos ha hecho un gran esfuerzo por torpedear uno y otro. En la región, la OEA un engendro concebido para salvaguardar sus intereses hemisféricos ha sufrido un traspiés institucional cuando violando sus propias regulaciones, convocó a una reunión espuria a fin de sancionar a Venezuela. La desesperación por lograr un resultado favorable la ha llevado al extremo de forzar el entramado corporativo que ha permitido realizar invasiones, asesinatos y secuestros de mandatarios, golpes de Estado y todo tipo de aberraciones de carácter jurídico encaminados a sostener la hegemonía en su “patio trasero”.

De la misma manera, en la instancia global, pasó a llevar a la ONU y a su Consejo de Seguridad ordenando un bombardeo ilegal en Siria, amenazando con un contingente naval a la República Popular Democrática de Corea y lanzando una bomba de gran poder destructivo en Afganistán. En el primer caso, Trump incluso pasó por encima de la legal y necesaria autorización del propio Congreso de Estados Unidos.

Cuando en un plazo tan corto, una potencia es capaz de realizar acciones agresivas simultáneas en países de dos continentes y cuatro regiones: América Latina, Medio Oriente, Asia Central y Oriental, violentando el orden jurídico global y regional, además del de su propio país, podemos afirmar que nos encontramos en una situación de alta peligrosidad para la estabilidad política y la mantención de la paz en el mundo. 

La última vez que algo similar había ocurrido fue durante el ascenso del fascismo en Italia, el nazismo en Alemania y el expansionismo japonés en Asia, durante la tercera década del siglo pasado. De la misma manera, en ese momento, se comenzó a manifestar un incremento desmesurado del armamentismo y el espíritu expansionista en Alemania que la llevó a ocupar la Cuenca del Sarre bajo control de la Sociedad de Naciones en 1935, la remilitarización de Renania en 1936 y la ocupación de Austria y Checoslovaquia en 1938, al mismo tiempo que se producía la guerra civil en España culminada con la victoria de los falangistas encabezados por Francisco Franco, aliado de Hitler y Mussolini, todo esto antes de la invasión a Polonia en 1939 que dio inicio oficial a la guerra. Estas acciones llevadas adelante por la Alemania hitleriana infringían el Tratado de Versalles, las decisiones de la Sociedad de Naciones y el frágil derecho internacional existente.

En paralelo, bajo dirección de Joseph Goebbels, ministro de Ilustración Pública y Propaganda del gobierno alemán, se desarrollaban acciones de propaganda con un fuerte contenido racista. Como vehículo para su trabajo, Goebbels tomó control de los medios de comunicación, cine y radio para utilizarlos con fines de divulgación de las ideas fascistas, antisemitas y anti cristianas, a través de la publicidad y un novedoso manejo del lenguaje. Su frase más famosa “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá”, hoy podría ser fácilmente el lema de CNN u otra cadena transnacional de comunicación, vistas su manejo de los hechos cotidianos. Otro tanto podría decirse de las llamadas redes sociales, en las cuales se puede hacer cualquier afirmación, sin asumir responsabilidad jurídica ni mucho menos ética.

Las recientes actuaciones del vocero de la presidencia de Estados Unidos Sean Spicer, hacen recordar al jerarca nazi, por la similitud de su discurso, aunque el alemán lo supera ampliamente en cuanto al manejo del lenguaje y la cultura general. En el colmo de su ignorancia, Spicer se atrevió a afirmar que Hitler nunca había usado armas químicas, negando con ello el asesinato de millones de judíos por el nazismo en las cámaras de gases. 

No pretendo hacer un símil entre Trump y Hitler, solo recrear una situación de la historia que condujo a una devastadora guerra que causó más de 60 millones de muertos, así como de las causas que la generaron. Hitler acusó falsamente a los comunistas de incendiar el Reichstag cuando en realidad la acción terrorista fue planeada por los nazis como una operación de falsa bandera con el fin de aumentar su creciente poder.

En junio de 2013, Ben Rhodes, asesor de seguridad nacional del presidente Barack Obama afirmó que "Nuestra comunidad de inteligencia ha determinado que el régimen de Assad ha usado armas químicas, incluyendo el agente nervioso sarín, a pequeña escala, contra la oposición en múltiples ocasiones el último año". Esto sirvió como justificación para que el gobierno estadounidense enviara armas a los mercenarios que combaten contra el gobierno sirio. Aunque Rhodes no proporcionó detalles sobre tales informes que según él fueron elaborados por la "comunidad de inteligencia" ni dio pruebas científicas avaladas por instituciones respetables y creíbles, sus aseveraciones fueron determinantes toda vez que aseguró que provenían de "fuentes múltiples e independientes" de información que certificaban una "alta confianza". Un discurso similar, casi sin diferencias, motivó al presidente Trump a bombardear un aeropuerto en Siria, la semana pasada. 

Estas circunstancias análogas no pueden dejar de observarse. Después de todo, gobierne quien gobierne en Estados Unidos su actuación imperial es parte de su marca genética. En un artículo titulado “El nacimiento de una nueva época: la post verdad” escrito por el sacerdote jesuita Nathan Stone, éste nos informa que el Oxford English Dictionary (OED) escogió un término escandaloso para su palabra del año 2016: post-truth, (post-verdad) la cual define como relacionada “a circunstancias en las cuales los hechos objetivos tienen menos peso sobre la opinión pública que los sentimientos y creencias personales”. Este es el elemento fundamental sobre el que se construye la desinformación que emerge de las redes sociales. 

Stone afirma que la post verdad “pareciera indicar una época en la cual la verdad quedó como la obsesión excéntrica de algunos, una moda obsoleta de antaño” y lo reafirma señalando que el Washington Post nos ha comunicado que: “Es oficial. La verdad ha muerto. Los hechos pasaron de moda. Se espera que se trate de una dosis de ironía. Los políticos siempre han mentido, pero, de ahora en adelante, no importa”.

sábado, 8 de abril de 2017

El golpe de Estado más extraño de la historia


Desde hace como seis meses mi esposa me venía insistiendo en la necesidad de comprar platos para el uso cotidiano en nuestra casa. La semana pasada, la situación hizo crisis, quedaban dos platos y ambos estaban cuarteados y rotos, el jueves al mediodía nos dimos a la tarea de resolver el problema. Cuando manejo, sobre todo cuando mi hijo va en el vehículo, no atiendo el celular, de manera que tras la necesaria incursión, regresé a casa, para encontrar una avalancha de correos y mensajes de texto, algunos de amigos sinceramente preocupados por nuestra integridad física y otros deseosos de saber cuál era la situación del país, tras el “golpe de Estado” que había acontecido. Junto a ello, la llamada de varios medios de comunicación del exterior, solicitando entrevistas para explicar “cómo estaba el país tras los hechos ocurridos”. 

Mi primera reacción fue de sorpresa, venía de atravesar buena parte de la ciudad y estaba todo absolutamente normal. Algunos amigos, así como periodistas a los que contacté insistían en que investigara bien, porque según ellos se había producido un golpe de Estado en Venezuela de acuerdo a lo que informaban casi todos los medios de comunicación internacional. Por supuesto, la mención de “medios de comunicación internacional” movió los hilos de mi entendimiento y comencé a “aterrizar” en lo que debía estar pasando, mi pensamiento me condujo al inevitable: “otra vez lo están haciendo”, pero no dejaba de preocuparme de que mientras se estaba desarrollando un golpe de Estado, yo realizaba la banal labor de comprar platos. 

Recordé aquel lejano 11 de septiembre de 1973: los militares entrando con atuendos de guerra en edificios gubernamentales y deteniendo a mansalva a todo quien se moviera por las calles de Santiago, los Hawker Hunter volando sobre la ciudad para bombardear la Moneda, la prohibición y censura total a los medios de comunicación, la prohibición de funcionamiento de los partidos políticos y sindicatos, la represión masiva en universidades, en una de las cuales fue detenido mi padre, quien por su acento del Caribe, fue acusado inicialmente de ser “cubano”, la paralización de clases en todos los niveles de la educación, el allanamiento de las industrias, la detención y el asesinato sumario de sus dirigentes. Hasta yo, siendo un simple dirigente estudiantil de un liceo de Santiago, tuve que esconderme por algunos días. Nada de eso, pasaba en Caracas ese jueves 30 de marzo. Era un golpe de Estado muy extraño. Pero si suponía que ya había visto demasiadas cosas raras, tuve que prepararme para otras verdaderamente insólitas en los próximos dos días. La magnitud de la confabulación que se armó contra Venezuela unía a una variada fauna de distinto pelaje. 

Los medios de comunicación colombianos interrumpieron su programación, los noticieros iniciaban sus ediciones hablando largamente de Venezuela. El presidente Santos desde Cartagena exigía el respeto a la democracia. No bastaban la muerte por desnutrición de catorce mil niños wayúu en la Guajira según denuncia de Javier Rojas Uriana presidente de la Asociación Indígena en entrevista con la periodista Claudia Morales de la W Radio de Bogotá, o un Congreso taponado de corruptos y paramilitares, tampoco el asesinato de más de doscientos líderes sociales y activistas de derechos humanos en los últimos meses, mucho menos la asociación entre políticos y narcotraficantes o el incumplimiento del gobierno de los acuerdos con las Farc, una vez que el presidente obtuvo su Premio Nobel. No es noticia, los pacientes que mueren en las puertas de los hospitales porque las Empresas Prestadoras de Salud (EPS) les niegan el elemental derecho a atención médica. No es menester hablar de los centenares de miles de niños que no tienen acceso a educación de calidad, o de la crisis en el campo, o la persecución y asesinato de indígenas en el Cauca que mueren impunemente por tratar de recuperar la tierra que les robaron los latifundistas amparados y protegidos por paramilitares. 

En el colmo del paroxismo, se realizó una gran marcha “contra la corrupción” organizada entre otros por John Jairo Velázquez, alias Popeye, el jefe de sicarios de Pablo Escobar en alianza con el Centro Democrático, partido de Álvaro Uribe, y el ex procurador Ordoñez, destituido de su cargo el año pasado, tres ejemplos prístinos de la corrupción en Colombia. Pero no, nada de eso, Venezuela seguía siendo más importante, hasta que la tragedia se volcó sobre Mocoa, capital del abandonado y empobrecido Departamento del Putumayo, víctima de la naturaleza, pero sobre todo de la desidia y el desprecio de los gobiernos de ese país. Ahora, los medios tenían –a costa de los centenares de muertos y miles de víctimas- otra noticia que les permitiría vender publicidad y elevar el raiting de su inmoralidad consuetudinaria. La respuesta de Venezuela fue ofrecer su apoyo solidario e inmediato para ayudar a los miles de ciudadanos afectados. No se nos olvida que para Bolívar primero fue Boyacá que Carabobo, esa es nuestra herencia -cuando se trata de combatir la adversidad-, una y otra vez se debieron posponer los nacionalismos y hacer prevalecer la fraternidad humanitaria como pueden testimoniarlo los casi 10 millones de extranjeros que viven en este país, el 30% de su población. 



Un día después del mencionado “golpe de Estado” continuaron los zarpazos, el gobierno de Perú, aquel presidido por ese pobre hombre que considera a su país como un “perro simpático” que está durmiendo en la alfombrita de la Casa Blanca de Washington y no le genera ningún problema a Estados Unidos, retiró su embajador de Venezuela. Mientras ello ocurría, Perú es preso de la incapacidad gubernamental para dar respuesta a la crisis generada por los desastres naturales: Kuczynski fue alertado hasta en tres ocasiones desde enero por los organismos competentes del riesgo que tenía el país ante “las condiciones océano atmosféricas en el Pacífico Ecuatorial Oriental, que incluye la costa norte del Perú” por lo que consideraban “que se han consolidado las condiciones de un evento El Niño costero débil en el presente verano”. Este presidente que piensa en inglés, más preocupado de la democracia en Venezuela que de su pueblo, hizo caso omiso de tales advertencias, que ahora deben lamentar centenares de miles de ciudadanos. Si hubiera justicia, este señor debería ser juzgado por negligencia e ineptitud en el desempeño de sus funciones. 


Otro tanto hizo su vecina del sur, la presidenta Bachelet, indigna de su pasado y de la propia memoria de su padre, habiendo vivido ella misma la brutalidad de un golpe de Estado, y sin guardar las dimensiones con lo ocurrido en Venezuela actuando de inmediato y con lealtad perruna al secretario general de la OEA, se apresuró a denunciar el “golpe de Estado” y llamar a su embajador a Santiago. Este caso, no sorprende a nadie, tal actitud forma parte del ADN de su coalición de gobierno, ya en 2002, el ex presidente Ricardo Lagos, fue el primero en apoyar a los usurpadores que destituyeron al Comandante Chávez, cerrando su embajada para que ningún perseguido (ahí si los hubo y ese mismo día) pudieran acogerse a la institución del asilo y tener protección. La Nueva Mayoría gobernante en Chile (antes Concertación de Partidos por la Democracia) no actuó con la misma decisión ni celeridad durante los golpes de Estado contra los presidentes Manuel Zelaya en Honduras en 2009 ni Dilma Rousseff en Brasil en 2016. Tampoco la tuvo Sebastián Piñera en 2012 cuando fue derrocado por la misma vía el presidente Fernando Lugo en Paraguay. Casualmente ambos, Lagos y Piñera son pre candidatos a la presidencia de Chile, así que si de algo debemos estar seguros, es que habrá continuidad en la voluntad golpista y reaccionaria de la clase política chilena que actúa sin conflictos en los marcos “muy democráticos” de la Constitución impuesta por Pinochet cuando no había registros electorales ni un poder electoral autónomo como si lo hay en Venezuela. Por desgracia para la presidenta chilena, su ministro de relaciones exteriores y la clase política chilena, en Venezuela no hay un General Pinochet y si hay muchos Generales Prats y Bachelet, leales a la Constitución y a la democracia, dispuestos como ellos a entregar su vida para rechazar los planes golpistas que apoya el gobierno chileno. 

Para cerrar esta semana de confusiones, con verdadero estupor asistimos al show de Mercosur, el cual después de expulsar ilegalmente a Venezuela, se reunió de urgencia para analizar “la interrupción de la democracia” en la República Bolivariana. Lo grotesco del caso es que los reunidos eran los representantes de Brasil, un gobierno ilegitimo e ilegal que si protagonizó un golpe de Estado, cuyo mayor impulsor, Eduardo Cunha, hoy está preso por corrupto, Paraguay, donde en ese mismo momento se estaban produciendo violentas manifestaciones populares de rechazo a la imposición ilegal de una enmienda a la Constitución en el Senado, que permitiría la reelección presidencial. En Paraguay si hubo un asesinado y de forma atroz, además de 30 heridos, entre ellos 3 diputados, ante el silencio cómplice de la OEA y el propio Mercosur. Argentina, donde el democrático presidente Mauricio Macri en un poco más de un año ha tomado medidas de corte neoliberal que han significado la cesantía de alrededor de medio millón de ciudadanos con el consecuente aumento de la pobreza y la marginación y Uruguay…ay Tabaré, recuerdo hace solo unos años cuando con perversa sumisión y de manera vergonzosa para tu condición de representante de un pueblo digno y fraterno, le pedías al presidente Chávez que salvara tu hospital oncológico que moría por la inacción del gobierno. Nuevamente primó el espíritu humanitario bolivariano y Venezuela concedió un crédito muy blando para recuperar el hospital. Pero lo que Chávez no aceptó, fue el negocio que ofrecías para vender la arruinada línea aérea Pluna, que no tenía ninguna posibilidad de ser reflotada en los términos tramposos y mentirosos que tu planteabas, como lo afirmaba una persona conocedora y cercana al tema y que no voy a mencionar porque ya falleció. Y llorabas para que Venezuela introdujera el software libre y le diera el millonario negocio a tu hijo. No sé si lo hicieron o no, tampoco me interesa, solo recordaba tu actitud oportunista y despreciable, propia de personajes de baja calaña que se disfrazan de progresistas para cometer sus desmanes. ¿Es este el Mercosur que le reclama democracia a Venezuela? No se puede predicar moral, mientras se exhiben los genitales. No es decente ni decoroso. 

En fin, Venezuela, no tiene una mejor democracia que nadie, pero tampoco es peor que ninguna, lo que importa es que fue, la que eligió el pueblo venezolano, no en una componenda cerrada de la élite, tampoco fue impuesta por un dictador, sino votada soberanamente por el pueblo en referéndum, permitiendo rescatar el país de un pasado ignominioso en que la Carta Magna servía solo para el beneficio de la mitad de la población, mientras la otra mitad permanecía excluida y marginada. Como toda obra humana, debe ser mejorada y perfeccionada, pero deben ser los venezolanos y venezolanas quienes lo hagan, en paz y sin injerencias extranjeras, la Constitución establece los términos y los marcos, a ello nos atenemos.