Actividades Académicas

sábado, 26 de marzo de 2016

Reflexiones sobre la visita de Obama a América Latina.


Si alguien no se ha dado cuenta que vivimos en medio de profundas transformaciones de la política, basta mirar el viaje del presidente Obama a Cuba y Argentina para que cambie de opinión. Aunque resulte paradójico, mientras en la Cuba socialista, el mandatario estadounidense fue “bienvenido por el Gobierno de Cuba y su pueblo con la hospitalidad que los distingue” y fue “tratado con toda consideración y respeto, como Jefe de Estado”, tal como anticipó el diario “Granma” órgano oficial del Partido Comunista de Cuba en una editorial publicado el pasado 8 de marzo, en la Argentina de gobierno ultra neoliberal y represivo, el patrón de la Casa Blanca, fue recibido con muestras de repudio, manifestaciones y marchas en contra de su presencia el día que se conmemoraban 40 años de la entronización de la más horrenda dictadura que haya sufrido el país austral en su historia. Junto con recordar a los alrededor de treinta mil desaparecidos que produjo el gobierno represor, auspiciado y apoyado por Estados Unidos, los argentinos, -sin olvidarlo- quemaron banderas de ese país e imágenes del propio Obama, quien se refugió en un insulso acto organizado por el presidente argentino Mauricio Macri, que solo presenciaron funcionarios de ambos gobiernos y algunos invitados especiales, ninguno de los cuales -probablemente- tuvo un familiar entre las víctimas de la dictadura.

Muchos se preguntarán porque es posible que pueda ocurrir un hecho tan contradictorio en las antípodas ideológicas de nuestra región. Tal vez, la explicación sea que el pueblo cubano y su gobierno actúan como un todo, y que el primero entrega plena representación y confianza a sus autoridades para que manejen esta compleja relación con Estados Unidos, sobre todo en la nueva situación creada a partir del 17 de diciembre de 2014. Igual, eché de menos al pueblo cubano, ordenada y respetuosamente como siempre ha sido, en las calles de La Habana, exigiéndole a Obama el fin del bloqueo y la devolución de la base de Guantánamo, de la misma manera que lo hacemos en todos los países de América Latina, cuando somos convocados para ello y expresamos nuestro solidario apoyo a las justas reivindicaciones del pueblo cubano.


Por el contrario, en Argentina, no hay conjunción del pueblo con el gobierno, más allá que éste tenga los votos de aquél. Tal incongruencia, sobre todo cuando se produce en momentos de franco ataque conservador contra los gobiernos democráticos y anti neoliberales de América Latina, entraña solo una de las tantas contradicciones de la política actual en la región y una de las múltiples preguntas que muchas personas se hacen, cuando tratan de entender la situación política que se vive desde hace unos meses.

Resulta que no hay nada más falso que suponer que la democracia, tal como está hoy concebida en América Latina es el súmmum de la libertad, la igualdad y la fraternidad que preconizó la revolución burguesa de Francia en julio de 1789. La libertad de los mercados para imponer comportamientos económicos en beneficio de la minoría, no ha sido capaz de generar la igualdad proclamada, América Latina y el Caribe es el continente más desigual del planeta según el coeficiente de Gini, ideado precisamente para medir tal índice. Así mismo, lejos de la fraternidad pregonada, lo que florece son sociedades de consumo, en las que el valor de las personas se mide por la acumulación de bienes que ha podido conseguir, por el individualismo y falta de espíritu colectivo.

La pregunta entonces, es por qué si esto es así, los sectores reaccionarios y retrógrados siguen ostentando el poder y tienen capacidad para revertir su posesión por fuerzas políticas opuestas o distintas. La explicación está en la propia concepción de la democracia que la sustenta, creada precisamente por la burguesía, para perpetuarse en el poder. La falsa suposición de que el poder reside en la administración del Estado, no en la propiedad de los medios de producción ha conducido a no pocos errores en la conducción de aquellos gobiernos que han impulsado políticas anti neoliberales en el pasado reciente. Por supuesto, llegar ahí, crea superiores condiciones para avanzar mejor y más rápido hacia la transformación de la sociedad, pero solo si las cosas se hacen bien. En ese sentido, la llegada al gobierno no es un fin, es solo el punto de partida como lo entendió perfectamente el Comandante Fidel Castro con su preclara visión de futuro, el 1° de enero de 1959 en el parque Céspedes de Santiago de Cuba: “La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros…”. Pero, reitero, hay que hacer bien la tarea. 

Como ha quedado demostrado, la llegada al gobierno, no es un cheque en blanco que el pueblo entrega para que en su nombre se haga cualquier cosa, porque cuando es así, solo se está copiando aquello que durante siglos, durante muchos años, el pueblo y los revolucionarios han reclamado como prácticas que deben ser desterradas, entonces la pregunta es, cómo desprenderse de la democracia representativa si se ha llegado al poder a través de ella. 

No es un secreto, ni está al margen de la ley, solo se trata de que la democracia además de representativa, sea efectivamente participativa en la que el pueblo organizado tenga el principal papel protagónico. La alianza estratégica debe ser con el pueblo, con otros sectores de la sociedad, solo se hacen alianzas tácticas para avanzar en determinados momentos, los pueblos hacen pagar caro el olvido de esta máxima. En Cuba, no lo han olvidado y 57 años después, Obama ha tenido que reconocer que no se enfrentaba solo a “los Castro”, sino a un pueblo enhiesto que a pesar de errores y reveses, apoya mayoritariamente a su gobierno.

Así, observamos otra paradoja en la realidad reciente de América Latina, la izquierda aparece como la más férrea defensora de la democracia burguesa, ha costado tanto conquistarla, que se ha olvidado cambiarla, mientras que la derecha que aprecia que la misma ha dejado de servirle, se…defeca impolutamente en ella, (como si fuera posible hacer esto). De esta manera, el Estado de derecho, la independencia de poderes, los períodos electorales, el respeto al voto popular y otras linduras, son sencillamente pasadas a llevar cuando no sirven a los designios del poder. Pareciera que la sangre de Salvador Allende, -firme y convenido defensor de la democracia representativa, pero que no vaciló en tomar las armas cuando la oligarquía y los militares la aplastaron y mancillaron- hubiera sido derramada en vano.

De la misma manera, parece que obviamos el papel de los grandes medios de comunicación que hoy ejercen la función de ser el principal partido político de la derecha. Hay banalidad, superficialidad y hasta mediocridad en algunos casos en la construcción de políticas comunicacionales, mientras se sigue aferrado a métodos caducos y retrógrados que incluso expresan subestimación por la inteligencia del pueblo. Y hoy, son los medios de comunicación los que ganan las batallas. ¿Quién puede explicar que el presidente Evo Morales pierda el referéndum de reforma de la Constitución y dos semanas después las encuestas le den 58% de popularidad? Es verdad que la brutal campaña de desprestigio del presidente jugó su papel, pero también es verdad que la derecha se ha adueñado del concepto de cambio y poco o nada se ha hecho para revertirlo. Ahora resulta que las fuerzas conservadoras son portadoras del cambio, eso es un gran contrasentido hasta gramáticamente. Pero, se subestimó su potencial y el peligro que eso significaba. Al presidente Evo Morales se le impidió postularse nuevamente a las próximas elecciones, pero se olvida que el Presidente Roosevelt fue reelegido tres veces cuando se necesitaba de la continuidad y fortaleza de un gobierno en Estados Unidos durante la segunda guerra mundial.

Finalmente, el tema de la corrupción, tan combatida y repudiada por la izquierda en los gobiernos del pasado, por ser expresión de valores burgueses que debían ser exterminados. Era característico que los líderes revolucionarios vivieran dignamente pero de forma modesta, era un orgullo mostrarlo y expresión de respeto de las jóvenes generaciones que veían como sus jefes predicaban con el ejemplo. Era la única forma de ser superiores al enemigo que se enfrentaba, más poderoso financiera, económica y militarmente. Solo el sustento de valores superiores, daba la fuerza para enfrentar y vencer a un adversario por muy poderoso que fuera. La pérdida de esa fortaleza crea no solo debilidad, también desmoralización, dando posibilidades a la penetración de la ideología que glorifica el consumo y el individualismo.

Estos olvidos se manifiestan en votos, pero sobre todo expresan la necesidad de reflexionar para encontrar los errores cometidos. En Cuba y Argentina, los pueblos han demostrado mantenerse en pie de lucha. No es culpa de ellos, el imperio intentará siempre retrotraer los procesos de transformación, el papel subjetivo, el de la organización y los líderes, son los decisivos en la América Latina de hoy.

sábado, 19 de marzo de 2016

¿Mami, que será lo que quiere el negro?


La situación internacional y, supongo, que la cercanía del fin de su mandato, está haciendo que la soberbia imperial esté alcanzando niveles impensables en la actuación y los discursos de Barack Obama y algunos altos personeros de su gobierno. Unos meses antes de salir de la Casa Blanca, para encaramarse en el Olimpo de los ex mandatarios en el que muy probablemente, tal como Tony Blair, cobrará 300 mil euros por una conferencia, además de un millón de dólares por asesorías bancarias como lo señala el portal chileno Politika, en las últimas semanas, Barack Obama ha comenzado a esbozar ideas que transmiten un pensamiento confuso, con el cual, al parecer está diseñando su proyección a futuro. 

Así como Jimmy Carter ha hecho un gran negocio como el “Dios” de la observación en cuanta elección haya en el planeta, dando lecciones de democracia a la estadounidense y Bill Clinton ha ganado miles de millones de dólares aprovechando la miseria y el dolor del pueblo haitiano como negocio, Obama, pretende transformar la condición de lo que en Estados Unidos se denomina “liberal demócrata” para abrirse paso cual nuevo colonizador vendiendo -valga la redundancia- democracia liberal como espejitos que pretenden hacer olvidar su pasado guerrerista y genocida, de la misma manera como lo lograron exitosamente sus dos colegas demócratas que lo antecedieron 

Sin embargo, la voracidad y descaro de este presidente que sin haber hecho nada le regalaron el Premio Nobel de la Paz, casi al comenzar su primer mandato, parece no tener límites. En reciente entrevista para la revista “The Atlantic”, este moderno Poncio Pilatos, lavándose las manos respecto del desastre creado en el Medio Oriente y el norte de África por las intervenciones militares de Estados Unidos y la OTAN, señaló que sus aliados europeos y árabes habían involucrado a su país en disputas regionales, que no tenían que ver con los intereses de Washington en la región. 

Fue preciso: “ La competencia entre los saudíes e iraníes que ha contribuido a alimentar guerras de poder y el caos en Siria, Irak y Yemen nos obliga a decir a nuestros amigos, así como a los iraníes que necesitan encontrar una manera eficaz de compartir la zona y fundar una especie de paz fría”. Todo esto, después de cientos de miles de muertos y la destrucción de tres países que cuyo común denominador fue la intervención militar, directa o indirecta de Estados Unidos y la OTAN, a fin de obtener objetivos que solo ellos, los poderes imperiales, se propusieron. 

Con respecto a Libia, la “cara dura” del inquilino de la Casa Blanca no se puede catalogar menos que de inaudita. Después de destruir al país más próspero y de mayor nivel de desarrollo social de África para convertirlo en un Estado inviable, sumido en una guerra tribal y sectaria que no se sabe cuándo terminará, causando sufrimiento, dolor y muerte a su población, Obama se limita a decir que la intervención de la OTAN en ese país fue un error sustentado en la suposición de que Gran Bretaña y Francia asumirían la mayor responsabilidad. Una vez más, el presidente estadounidense fue puntual. Según él, Nicolás Sarkozy, su colega francés “quería presumir de los vuelos que estaba haciendo en la campaña aérea en Libia a pesar del hecho de que Estados Unidos había borrado (sic) todas las defensas aéreas y establecido toda la infraestructura“ de la intervención militar. 

Por otro lado, con respecto a Cuba, cuando Obama está a solo días de realizar una histórica primera visita de un presidente estadounidense a ese país en cien años, ordenó a su Secretario de Estado adjunto Anthony Blinken que soltara una diatriba absurda, propia de la guerra fría, tal vez pensando que con eso iba a amedrentar a los cubanos. En el marco de una inmoralidad sin límites, Blinken acusó a Cuba, además de China, Rusia y Venezuela de ser países donde se violan los derechos humanos. Con respecto a Cuba, el funcionario dijo que “…estamos cada vez más preocupados acerca de las detenciones breves de activistas pacíficos por parte del gobierno, que alcanzaron cifras récord en enero. Exhortamos al gobierno cubano a abandonar esta táctica de acallar protestas pacíficas. En unas semanas el presidente Obama realizará una visita histórica a Cuba y destacará que sería mejor para el pueblo cubano que existiera un ámbito donde la gente se sienta libre de escoger sus partidos políticos y líderes, expresar sus ideas, y donde la sociedad civil sea independiente y se le permita prosperar”. Es decir Obama, ahora por otra vía, quiere lo mismo de siempre, es decir, que Cuba adopte el modelo político de Estados Unidos, el mismo que se caracteriza por graves violaciones a derechos humanos en todo el mundo, discriminación racial, violencia policial contra los negros y otras minorías, persecución de inmigrantes, práctica de tortura, existencia de cárceles ilegales y asesinatos de civiles inocentes con drones y otras perlas del “american way of life”. Estamos hablando del país que solo ha firmado 11 convenciones de la ONU sobre derechos humanos de más de 40 existentes. 

Inexplicable para quien vocifera sobre derechos humanos en la ONU. Obama no ha hecho nada por cambiar esta situación durante su mandato.

En el colmo del paroxismo, respecto de Venezuela, abogó por dos delincuentes presos, los que antes de cometer su delito eran dirigentes de un partido político, olvidando que esos individuos son responsables de actos contra el orden constitucional en los cuales resultaron 43 muertos y más de 800 lesionados y por los que en Estados Unidos hubieran sido condenados a pena de muerte o cadena perpetua en el mejor de los casos.

En el extremo de su demencia, durante una entrevista en la cadena CNN, Obama dijo que el gobierno de Venezuela era ilegítimo, a pesar de haber sido elegido en comicios verificados internacionalmente en el que participaron cerca del 80 % de los ciudadanos…y quien lo ha dicho, fue elegido (al igual que todos sus colegas) por alrededor del 25% de los votantes. Le respondió el Ministro de Defensa de Venezuela, General Vladimir Padrino López quien dijo que “Obama es un peligro no solo para Venezuela, sino para toda América Latina”

Respecto de Argentina, en un ataque de sinceridad expuso que "A la presidenta Fernández yo la veía a menudo en los eventos del G-20 o similares. Teníamos una relación cordial, pero en lo que respecta a sus políticas de gobierno eran siempre antinorteamericanas. Creo que ella recurría a una retórica que data probablemente de los años 60 y 70, y no a la actualidad", dijo el mandatario norteamericano. Mientras que al hablar del nuevo presidente Mauricio Macri, también fue claro: "El presidente Macri reconoce que debemos mirar adelante, y que la Argentina, que históricamente fue un país muy poderoso, ha visto debilitada su posición relativa en parte por no haberse adaptado a la economía mundial tan eficazmente como hubiera podido.". O sea, te subordinas a los Fondos Buitre, despides decenas de miles de trabajadores, reprimes brutalmente a quienes protestan pacíficamente y dejas que Wall Street de las órdenes en tu país y eres eficaz y adaptado a la economía mundial, caso contrario, estás desactualizado y apegado al pasado. Ya en Panamá había dicho que había que olvidar la historia.

Pero internamente, tampoco las tiene todas consigo. En su último informe al Congreso, en enero pasado, Obama se vio obligado a responder al pre candidato republicano Donald Trump, pidiéndole a los ciudadanos que se mantengan fieles a los valores estadounidenses. Veladamente, le dijo a Trump que "quien diga que la economía norteamericana está en declive vive en un mundo de ficción" y afirmó ufano como fuera el dueño del mundo quien hablaba "Estados Unidos de América es la nación más poderosa de la Tierra. Punto. En lo que respecta a todos los temas internacionales importantes, en el mundo no buscan en Beijing o en Moscú un liderazgo, nos llaman a nosotros". Al parecer fue poco convincente, el propio Trump tuiteó que el discurso fue "realmente aburrido, lento, apático muy difícil de mirar".

Al leer estas contradictorias declaraciones del presidente Obama y algunos de sus subordinados, no puedo menos que recordar aquella canción del extraordinario merenguero dominicano Wilfrido Vargas, que en su estribillo decía “Mami, ¿Qué será lo que quiere el negro?”, y por supuesto el coro que acompañaba la melodía “Que le den, que le den, que le den”. 

sábado, 12 de marzo de 2016

Un verdadero peligro. Turquía amenaza a amigos y enemigos



El pasado martes 8, el mundo conmemoró, una vez más, el Día Internacional de la Mujer, diversos actos, marchas, concentraciones y eventos de todo tipo se realizaron en todos los confines del planeta…bueno, en casi todos, porque como señala el activista turco Mehmet Tarhan en entrevista con Leandro Albani para “Resumen Latinoamericano”, “…todas las manifestaciones en Turquía por el Día Internacional de la Mujer fueron prohibidas y quienes se manifestaron fueron reprimidos”. En ese marco, dos días después de la conmemoración en honor de las mujeres, el 10 de marzo, en un acto público en Ankara dedicado a los sultanes otomanos, la esposa del presidente turco, Emine Erdogan dijo que "El harén fue una escuela para los miembros de la dinastía osmanlí y una institución educativa para preparar a las mujeres para la vida", desatando críticas variadas por lo que supone una afrenta a las mujeres y una exaltación del régimen otomano.

El comentario no podría pasar inadvertido por ambas razones, en primer lugar por la glorificación de parte de la Primera Dama turca, a un sistema aberrante para la integridad de las mujeres, pero, de la misma manera, por la no disimulada muestra de alegoría y alabanza al imperio otomano, cuya resurrección, -según diferentes opiniones- está en el trasfondo y orienta la política del jefe de Estado Recep Tayyip Erdogan. Sus continuas manifestaciones en torno a “proteger a personas de origen turco”, aunque sean ciudadanos de otro país, encubre su ambición expansionista generando peligro para su entorno.

No obstante, el apetito por la propagación de Turquía y sus intereses de ejercer predominio en su zona inmediata de influencia a fin de revivir el imperio otomano, no es nuevo en el país, ni se inició con Erdogan. El fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética, -auténtico valladar que durante la mayor parte del siglo XX frenó las aspiraciones turcas- coadyuvaron a la posibilidad de que Turquía comenzara en la última década del siglo pasado a incrementar su influencia en Asia central y las cercanías del mar Negro. En ese marco, Turquía apostó por el ejercicio de un influjo mayor en esa región, pero también en Europa.

El colapso de la Unión Soviética, le permitió, en primera instancia, volver a hablar del acercamiento y unidad de los turco hablantes, concepto que incorpora hasta 85 millones de ciudadanos que hablan lenguas túrquicas ubicados en Azerbaiyán, Kazajistán Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán (todas ex republicas soviéticas de Asia central) pero también en Rusia, China e Irán en Asia y, Bulgaria, Rumania, Ucrania, Macedonia y Grecia en Europa, sin contar la emigración turca en Alemania, unos 2.7 millones de habitantes, alrededor del 4% de la población del país germano. A pesar de la debilidad de los gobiernos rusos, -que sucedieron a la Unión Soviética- en la década de los 90 del siglo pasado, tuvieron la visión suficiente para tomar medidas desde ese momento que contrarrestarán el ímpetu expansionista turco. Por ello, entre otras cosas, la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y la firma del Tratado de Tashkent sobre Seguridad Colectiva de 1992, firmado entre Rusia y varios nuevos países de Asia Central. De la misma manera, Rusia estableció claras limitaciones a las intenciones turcas de intervenir en el conflicto del enclave azerí de Najichevan.

El imperio otomano, que tuvo su centro en Constantinopla (actual Estambul) en Turquía, se extendió por el Medio Oriente, el Mar Negro y los Balcanes, imponiéndose en los territorios conquistados a través de la ocupación militar, aunque en algunos casos aceptó gobernantes, sistemas jurídicos y religiones locales, característica muy típica de los imperios antiguos en regiones de la periferia, alejadas de los centros políticos importantes. Sin embargo, en su apogeo asumió políticas de limpieza étnica que tuvieron continuidad en la Turquía actual devenida Estado-nación después de la primera guerra mundial.

En la actualidad, ese talante agresivo, esa manifiesta voluntad belicosa y ese ideal imperial de lo que fue el Imperio Otomano se expresa de múltiples formas. En primer lugar, el inveterado ardor con que niegan el genocidio de entre un millón y medio y dos millones de armenios que el gobierno turco realizó contra ese pueblo entre 1915 y 1923. El mundo entero rechaza la explicación que da Erdogan al respecto, sólo se reclama el reconocimiento de la masacre y el pedido de disculpas por ella. Pero, el presidente turco niega terminantemente una y otra vez el carácter planificado del exterminio, por el contrario, critica a quienes lo instan para que reconozca la dimensión genocida de esta matanza. El propio Papa Francisco, que caracterizó de genocidio estos hechos recibió una “andanada” de Erdogan: "Si los políticos o los religiosos hacen de historiadores, no vamos a llegar a hablar de la realidad, solo serán delirios" y remató cual matón de barrio, con una amenaza "Condeno al Papa y quiero advertirle. Espero que no vuelva a cometer un error de este tipo”. 

Ante los hechos actuales, cuando Turquía en el más pavoroso silencio y con la complicidad de la OTAN y las potencias occidentales, realiza acciones similares contra el pueblo kurdo, el propio canciller armenio Edward Nalbandian, quien en su sangre, lleva el ADN de la sobrevivencia ante una crueldad que no tuvo límites, debió salir al paso del primer ministro turco Ahmet Davutoglu quien comparó los hechos que están teniendo lugar en las zonas turcas controladas por los kurdos, a lo ocurrido hace 100 años en las provincias armenias del Imperio Otomano.

Las declaraciones del canciller armenio se producen en reacción al hecho de que Davutoglu afirmó que los actuales militantes kurdos son similares a los “bandidos” armenios. Hablando en la Universidad Estatal de Ereván, capital armenia, Nalbandian señaló que las autoridades turcas están amenazando a los kurdos por la misma razón que a ellos y consideró la postura de Ankara como un mensaje para la comunidad internacional sobre lo que puede suceder a los kurdos en Turquía. “Nada ha cambiado en las élites gobernantes turcas en los últimos 100 años”, dijo.

Por otra parte, la posición de Turquía en el conflicto de Siria y su alianza con Arabia Saudita, Israel y Catar para apoyar al terrorismo que asola a ese país y a parte importante del Medio Oriente, es expresión de su absoluta falta de escrúpulos en la relación con sus vecinos. Su obsesión por derrocar al gobierno del presidente sirio Bashar Al-Ásad le nubla la razón y lo lleva a establecer relaciones fraternales con quien públicamente dice son sus enemigo: Israel, por sionista, Araba Saudita, por las profundas contradicciones entre wahabitas y la Hermandad Musulmana e Isis y el frente Al Nusra por terroristas. Pura hipocresía y mentira falaz, engañan a su propio pueblo, mientras se vinculan con estos, sus aliados más próximos, todos cobijados por el paraguas protector de Estados Unidos.

Y ahora, en una nueva faceta, han amenazado a Europa con dejar pasar hasta 2.5 millones de refugiados de un conflicto que la propia Turquía ha creado junto a sus aliados. Los éxitos militares del ejército sirio, apoyado por Rusia, Hezbollah, los milicianos iraquíes, las fuerzas populares kurdas e Irán han cortado las vías de suministro de Turquía a los terroristas del Frente Al Nusra y de Isis, todos unidos por su común objetivo de intentar derrocar al presidente sirio. No obstante, el incremento de las acciones bélicas favorables a Damasco ha aumentado aceleradamente el número de refugiados. Turquía ha cerrado sus fronteras para buena parte de ellos, pero juegan a chantajear a la Unión Europea (UE) con el fin de recibir apoyo político y “carta blanca” para su demencial política criminal. Ha sido la propia alta representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mogherini, quien le llamó la atención a Ankara "Hay un deber moral y legal de proteger a los que necesitan protección internacional [...]. Es incuestionable que la gente que viene de Siria necesita protección internacional". Al final terminó aceptando el pago de 3 mil millones de euros para que Turquía atienda a los refugiados en su suelo y los contenga, privándolos de entrar a Europa.

En su desesperación, pareciera que Erdogan pasa a una nueva fase, ya no solo ataca a sus enemigos para proteger a sus aliados, ahora también amenaza a sus propios vecinos. Si esto no es un peligro, ¿cómo se llama?

sábado, 5 de marzo de 2016

¿Hegemonía ideológica o cambio conservador?


Comienzo a escribir este artículo pocas horas después de la detención del ex presidente brasileño Luis Ignacio Lula Da Silva cuando no hay ninguna prueba de que él, o la presidenta Dilma Rouseff estén relacionados con delito alguno. Pero, eso no importa para los poderes fácticos de Brasil que después de haber perdido por cuarta vez las elecciones, recurren –tal como están haciendo los sectores más conservadores de la sociedad en otros países de América Latina- a la mentira, la calumnia, los falsos testimonios sin importar cual vía utilizar para regresar al gobierno.

Los grandes medios de comunicación de Brasil, de la región y del mundo se apresuraron a transmitir la noticia del expresidente detenido por la policía federal, un órgano –que junto al Poder Judicial que emitió la orden de captura- tiene paupérrimos niveles de reconocimiento y reputación en su país. Lula fue detenido por “conducción coercitiva”, una figura que señala una alta peligrosidad y la posibilidad de una fuga del prisionero. Por supuesto, todo estaba coordinado con la prensa para quien era importante mostrar al ex presidente como un sujeto pendenciero que necesitaba estar rodeado de policías en uniforme de combate mientras era llevado a la justicia. La imagen dio la vuelta al mundo, sin embargo, poco informaron cuando tres horas después, Lula regresó a su hogar sin ningún tipo de cargo. El mal ya estaba hecho, necesitaban mostrarlo como un delincuente potencial y seguramente, en alguna medida, lo lograron. Ahora se aferrarán a su cuello como alimañas sedientas de sangre y deseos de venganza hasta verlo humillado en su condición humana, destruido en su capacidad de liderazgo y caído en sus posibilidades de regresar a la presidencia tal como lo anunció hace pocas semanas. Finalmente, ese es el objetivo que quieren impedir, les da temor enfrentarse a él en el propio terreno que inventaron y que dicen defender: el de la democracia.

Confieso que no era éste el tema sobre el que quería escribir esta semana, pero es inevitable no dejar pasar por alto este nuevo paso de las fuerzas de la derecha latinoamericana, (hoy auto denominadas “de cambio”) para retrotraer la historia, como si esto pudiera ser posible. 

Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos recientes en la región me llevan a recordar algunos elementos referidos a una investigación en curso en la que intento mostrar la necesidad de observar y construir una realidad al margen de los conceptos estereotipados y de los mitos, leyendas y fábulas creadas a través del tiempo para fijar opiniones desde el poder, utilizando viejas fórmulas establecidas a partir de una visión totalizante y universalizada por la práctica de períodos muy largos y abarcadores de la historia, en los que se han instalado puntos de vista, parámetros de investigación y paradigmas que responden a una idea hegemónica respecto del desarrollo de una historia concebida desde la imposición, (casi siempre por la fuerza) de modelos de economía y sociedad, establecidos sobre la base de una larga tradición que se sustenta en principios, costumbres y en la cultura de poderes reales o fácticos incubados en las centros de dominio global.

En este sentido, hablar de hegemonía tiene que ver con el aparato que la soporta, el cual es completado por la estructura ideológica de dominación clase. Esto nos lleva a recordar la opinión de Christine Buci-Glucksmann cuando planteó que “El aparato de hegemonía califica y precisa el concepto de hegemonía, entendido como hegemonía política y cultural de las clases dominantes. Conjunto complejo de instituciones, de ideologías, de prácticas y de agentes (entre los que contamos a los “intelectuales”), el aparato de hegemonía no encuentra su unificación, sino en una expansión de clase. Una hegemonía no unifica solamente como aparato, por referencia a la clase que se constituye en y por la mediación de múltiples subsistemas: aparato escolar (de la escuela a la universidad), aparato cultural (de los museos a las bibliotecas), organización de la información, del marco de vida, del urbanismo, sin olvidar el peso específico de aquellos aparatos eventualmente heredados de un modo de producción anterior (del tipo Iglesia y sus intelectuales)”.

Desde este punto de vista, es importante hacer énfasis en el rol que juega el Estado en la imposición de un “consenso” alcanzado a través de la coerción física (o de la amenaza de su utilización), para lo cual el aparato ideológico juega un rol relevante en la creación de “ideas consensuadas” a través de la educación, la justicia, los medios de comunicación, la cultura y el entretenimiento Así, se fijan opiniones que no necesariamente coinciden con la realidad, pero que habilitan la integración de creencias, valores, tradiciones culturales y mitos que funcionan en la masa con el objetivo de perpetuar el orden existente a través de la creación de una idea única y universal. Según Carl Boggs es necesario conocer “las sutiles, pero penetrantes formas de control ideológico y de la manipulación que servían para perpetuar todas las estructuras represivas” Por ello se hace importante diferenciar dos tipos fundamentales de control político, los de “dominación” (coerción física directa) de los de la “hegemonía” o “dirección” que supone consentimiento y control ideológico.

Esos aparatos hegemónicos de “consentimiento y control ideológico” que no pudieron ser removidos por los gobiernos democráticos que se instalaron en América Latina en los últimos 15 años, hoy vuelven por sus fueros. Atacaron brutalmente al presidente Evo Morales para evitar que pudiera obtener la victoria en un referéndum donde se optaba por una reforma constitucional que le permitiera ampliar a través de la reelección su estadía en la máxima magistratura de su país, y hoy repiten la dosis en Brasil. 

En Argentina, hace pocos días se anunció con bombos y platillos el supuesto involucramiento de la ex presidenta Cristina Fernández en la muerte del fiscal Alberto Nisman. Bajo grandes titulares se informó que el ex agente de inteligencia Horacio Antonio Stiuso, ex director de Operaciones del Servicio de Inteligencia del Estado (SIDE), refugiado y protegido por Estados Unidos, iba a regresar al país y daría información que implicaría a la ex mandataria. Sin embargo, cuando su abogado Santiago Blanco Bermúdez afirmó que su cliente no tenía “pruebas directas” que relacionaran la muerte de Nisman con la ex presidenta y que sólo podía dar a la justicia “…una interpretación de los hechos precedentes a las confusas circunstancias que rodearon a la muerte” (de Nisman), la noticia no tuvo mayor relevancia. Igual que ahora, en el caso de Lula, el daño ya estaba hecho. 

Poco a poco, la hegemonía cultural, ideológica y mediática va taladrando la cabeza de los ciudadanos, hasta construir imaginarios de redención y “cambio” que vendrían de las propias fuerzas que han marginado y excluido a las mayorías por doscientos años.

De ahí se deduce que la confrontación hoy es política, es ideológica y es mediática, suponer que se puede avanzar llegando al gobierno y desde ahí hacer obra pública que mejore las condiciones de vida de la población, como forma de transformación estructural de la sociedad, es solo una quimera. El muy manoseado comandante Ernesto Che Guevara, visualizó hace más de cinco décadas que el cambio estaba en la creación de un Hombre Nuevo que actuara en la vida a partir no solo a partir de estímulos materiales (de consumo diríamos hoy) sino que también –y sobre todo- desde los estímulos morales y espirituales que entrañaban valores de solidaridad, comportamiento colectivo y realización en la medida del aporte a la sociedad. Eso solo puede provenir de niveles de conciencia que surjan de la creación de un aparato hegemónico político, ideológico y cultural que resista los embates de la oligarquía conservadora y sea portador de lo nuevo, sobre todo cuando en la actualidad, solo nos medimos en términos cuantitativos en elecciones en el marco de sistemas de democracia representativa que también fueron creados por esa misma oligarquía.