Actividades Académicas

martes, 28 de octubre de 2014

Algunas reflexiones pos electorales. Bolivia y Brasil


Aunque las elecciones en Brasil no cierran el año electoral en América Latina y el Caribe, toda vez que falta la segunda vuelta que se llevará a cabo el próximo 30 de noviembre en Uruguay y las parlamentarias que definirán el nuevo primer ministro de Dominica el 14 de diciembre, el peso específico del gigante amazónico en el escenario político latinoamericano pareciera permitir hacer un análisis crítico de la situación actual, las perspectivas y los retos para los pueblos de la región y sus organizaciones en los próximos años.

Si observamos los resultados de los eventos comiciales que eligieron o mantuvieron presidentes/as en la región, podremos concluir que en la mayoría de los países, la izquierda ha mantenido y ampliando su espacio. Además de Bolivia y Brasil, El Salvador también optó por una organización con marcada historia revolucionaria y con una trayectoria bastante lejana de los dictados imperiales. En Panamá y Costa Rica fueron derrotados sendos gobiernos neoliberales que se encontraban entre los más cercanos aliados de Estados Unidos.

En Antigua y Barbuda la oposición se hizo del gobierno en las elecciones parlamentarias de junio sin que ello vislumbre cambios trascendentes en su política tanto interna como exterior. Colombia, fue el único país que mantuvo un gobierno de derecha y neoliberal, pero la importancia de la reelección del Presidente Santos, viene dada por la derrota del sector de ultra derecha terrorista que encabeza Álvaro Uribe. Al menos, eso permitirá la continuidad de los diálogos de paz a la que aspira la mayoría del pueblo colombiano y el conjunto de la opinión pública de América Latina y el mundo.

Vistas las cosas de esa manera, los sectores progresistas pudieran celebrar un año exitoso en el enfrentamiento electoral con las fuerzas más retrógradas del espectro político regional. En esa medida, también podría decirse que en el año que fenece, Estados Unidos no pudo avanzar en el logro de victorias que lo oxigenen del retroceso iniciado en diciembre de 1998 cuando el Comandante Hugo Chávez obtuvo una resonante victoria en las elecciones presidenciales de Venezuela. Así mismo, estos eventos, desarrollados en todas las latitudes de la región han significado una contundente derrota de los medios de comunicación, en particular de las grandes cadenas de televisión que se han transformado en verdaderos actores políticos al servicio de los intereses de la oligarquía antinacional de nuestros países. Tal vez sea posible decir que en Brasil, superaron todo registro anterior en materia de tergiversación de la realidad, construcción de falsas verdades e imposición de temas en la agenda, sin contar con la ofensa a la dignidad de la presidente Rousseff y otros candidatos del PT. En Brasil, sin embargo no pudieron lograr lo que Televisa en México al imponer la candidatura de Enrique Peña Nieto y su venta como mercancía electoral que fue comprada aparentemente por la mayoría de los mexicanos.

Desde esta perspectiva, le correspondería a las fuerzas populares celebrar y prepararse para la próxima contienda electoral. Sin el menor ánimo de subestimar la trascendencia de estas victorias, que sin lugar a dudas son expresión de un estadio nuevo en el devenir de las luchas sociales y políticas de una región proveniente de décadas de horrendas dictaduras criminales que establecieron gobiernos neoliberales a ultranza, ¿no valdría la pena apartarnos un poco de lo estrictamente coyuntural y hacernos algunas preguntas que parecieran generar dudas e incluso angustias en los momentos pre electorales?

Una primera impresión, introduce la inquietud acerca de si la izquierda no sigue haciendo política igual que hace 15 años cuando la orfandad de Cuba hacía presagiar lo peor, hasta que la victoria de Chávez comenzó a trazar un camino alterno al que se había dibujado a través del Consenso de Washington. Hoy, la reclamación y exigencia de los pueblos va mucho más allá del simple restablecimiento de la democracia como vía de instaurar un modelo de redistribución más equitativo del ingreso a fin de darle visibilidad a los excluidos y marginados de los últimos 5 siglos. Aunque es muy temprano para sacar cuentas alegres, lo cierto es que en América Latina y el Caribe la pobreza ha disminuido, la polarización social se ha reducido y la democracia se ha establecido en todas las altitudes y longitudes. Los gobiernos progresistas de la región han implementado políticas sociales que han disminuido el impacto de la crisis que afecta al mundo desde 2008.

Sin embargo, no hay que olvidar que en la democracia representativa y las elecciones como parte de ella, son un mero instrumento contable que no refleja la profundidad de la política ni la toma de conciencia que permite transmutar esa cantidad en calidad transformadora. Eso es lo que podría explicar porque los 40 millones de brasileños sacados de la pobreza por las medidas tomadas por los gobierno del PT no se convierten en votos electorales. Es lo que permite entender también porque en Bolivia el MAS y el Presidente Evo Morales ganan las elecciones sin sobresaltos estableciendo, aquí si- una clara relación entre acción gubernamental y obtención de votos.

En Bolivia, se manifiestan de prístina manera, expresiones que dan cuenta no sólo de una metamorfosis política de la sociedad. Más que eso, los resultados electorales son expresión de una profunda mutación civilizatoria que recoge no sólo las enseñanzas de la práctica de la política y la filosofía occidental, sino que por sobre todo enuncia toda la sabiduría ancestral de los pueblos originarios. Así, los bolivianos han entendido que el MAS es sólo un instrumento para “jugar” en la política de la democracia representativa. Su verdadera fuerza radica en la organización y fortaleza ideológica del movimiento social, -del cual Evo jamás se ha desprendido- que ha ganado protagonismo real en la toma de decisiones como lo atestigua la paridad en materia de género y el alto número de parlamentarios indígenas en la nueva Asamblea Legislativa Plurinacional, por citar solo algunos ejemplos.

El quehacer de la política gira en torno a construir la propuesta estratégica y hacerla inamovible ante los vaivenes de la cotidianidad y diseñar la táctica necesaria para lograr esos objetivos trazados para el largo plazo. La firmeza estratégica y la flexibilidad táctica son la medida de una acertada ejecución de la política. En el tema que estamos tratando, esto refiere a la capacidad para entender el momento y delinear medidas apropiadas a ello. Significa darle el valor real que tiene el proceso electoral, sin olvidar que los verdaderos cambios van a emerger de la elevación del nivel político y conciencia de los pueblos y de que esto se exprese en términos organizativos y participativos. Por supuesto, se está hablando de hacer política con altura ética. Todo lo contrario de lo que ha ocurrido en Perú, donde los últimos 4 presidentes han hecho campaña electoral enarbolando un programa y han gobernado, ejecutando otro. 

En el caso de Brasil, como en el de otros países de la región, pareciera emerger un sector que lejos de asumir posiciones de derecha y pro imperialistas, acentúan críticas no en contra de lo que se ha hecho, sino de denuncia de lo que no se ha ejecutado, o lo que se ha dejado de hacer, sobre todo en términos de eficiencia y ética administrativa. Este es el basamento sobre el cual se podría explicar el resultado electoral y la angustia en la espera del resultado, es lo que llevaría a entender que la baja en la votación de la izquierda, (en este caso del PT) obedece a inexplicables alianzas sin las cuales –por otro lado- sería imposible lograr la victoria electoral.

Bolivia y Brasil permiten mirar la cara y el sello de gobiernos que han escogido tácticas diferentes. Mientras Evo y el MAS optan por una persistencia y profundización de la democracia popular participativa, además de alianzas económicas hegemonizadas por el Estado y del cual los sectores más humildes de la población se han sentido beneficiados, en Brasil, la merma electoral, dice relación con el abandono del PT de su histórica relación privilegiada con las clases populares. Habla, por un lado, de la institucionalización de la política al estilo PRI de México sin entender que la inclusión social por sí misma, no basta para avanzar en el camino de la transformación y el cambio. El PT deberá ”refrescar” su quehacer político a fin de que sus fallas no generen el caldo de cultivo en el que la derecha bajo el paraguas invaluable de los medios de comunicación sigan restando espacio al movimiento popular.

martes, 21 de octubre de 2014

Martin Luther King, un verdadero Premio Nobel de la Paz.


El acontecer político de Estados Unidos en el año 1964 estuvo caracterizado por la profunda conflictividad emanada del rechazo de la sociedad a la participación de sus soldados en la guerra de Vietnam, así como la creciente movilización en pro del reconocimiento de los derechos civiles de las minorías raciales, en particular de los afrodescendientes.

Se vivían tiempos de mucha tensión. Pocos años antes, se habían establecido políticas claramente segregacionistas que generaron continuos hechos de violencia. En 1963 fue asesinado el presidente John F. Kennedy. La organización extremista Ku Klux Klan que promocionaba la superioridad blanca campeaba por sus fueros desarrollando acciones vandálicas de toda índole contra personas de otras razas y sus propiedades. En el sureño estado de Mississippi, todavía a los negros se les negaba la educación superior y el derecho a voto, así mismo había fuentes de agua públicas y cines, separados para negros y blancos. 

En ese contexto, en junio de ese año, fueron asesinados los activistas pro derechos civiles James Earl Chaney, Michael Schwerner y Andrew Goodman, dos de los cuales eran blancos. Chaney y Schwerner se proponían construir un centro de formación educativa para los niños segregados en la localidad de Neshoba. En el hecho que les costó la vida participaron miembros del Ku Klux Klan quienes actuaron con apoyo de la policía del Condado.

El hecho causó gran conmoción en Mississippi y en todo el país. Los restos de los activistas fueron encontrados 44 días después de su desaparición. La movilización generalizada en contra de la masacre devino en hechos violentos que no tenían parangón desde el fin de la guerra civil que había ocurrido más de 100 años antes. El levantamiento ciudadano logró que ese año se aprobara la Ley por los Derechos Civiles y al año siguiente, la Ley de Derecho al Voto. Los negros habían tenido que vivir más de 70 años bajo un entramado jurídico segregacionista a pesar que éste había sido formalmente derogado en Mississippi en el año 1890.

En otro plano, en ese mismo año las acciones de los patriotas vietnamitas habían arreciado en contra de la intervención estadounidense. Durante el verano, el ejército de Vietnam del Norte inició la primera gran ofensiva contra el sur. La debilidad del gobierno títere en el sur era evidente. El Presidente Lyndon Johnson quien había ocupado esa investidura tras el asesinato de Kennedy estimó necesaria una intervención militar directa en gran escala. Tal como ha ocurrido a través de la historia, se necesitaba una acción que justificara esa decisión ante la opinión pública estadounidense. En esas condiciones, Estados Unidos concibió una operación mediante la cual dio a conocer al mundo que el ejército vietnamita había atacado sus barcos de guerra en el Golfo de Tonkín, próximo a las costas del norte de Vietnam. Tal pretexto sirvió para que en agosto, el Congreso de Estados Unidos emitiera una ley mediante la cual autorizó al presidente Johnson a una intervención integral en Vietnam. 

La intromisión de Estados Unidos en el país asiático se hizo al margen del Derecho Internacional y sin que mediara declaración de guerra alguna. Ya en ese entonces el presidente de Estados Unidos había esbozado la idea de participar a través de bombardeos masivos resguardando sus tropas del enfrentamiento directo. Ese objetivo jamás pudo ser cumplido, elevando el número de bajas como jamás había tenido las fuerzas armadas de Estados Unidos en sus incursiones fuera de su país. Todo esto devino en un rechazo mundial al involucramiento de Estados Unidos en Vietnam. La propia opinión pública estadounidense comenzó a jugar un papel activo en el desenmascaramiento de los objetivos imperiales de la potencia americana en el sudeste de Asia. 

En este marco de elevado conflicto tanto interno como externo, en Estados Unidos emergió la figura del pastor bautista Martin Luther King quien primero ejerció una labor protagónica al frente del Movimiento por los Derechos Civiles a favor de los negros, simultaneando posteriormente esa lucha con la denuncia y rechazo a la intervención de Estados Unidos en el sudeste asiático. Hace 50 años, en este mismo mes de octubre, el Doctor King recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos por eliminar la discriminación racial por medios no violentos, convirtiéndose a los 35 años en la persona más joven en haberlo recibido.

Medio siglo después, en el estado de Missouri, medio oeste de Estados Unidos, vuelven a ocurrir circunstancias similares, la segregación racial y la violencia de las autoridades descargan su odio contra jóvenes negros. En agosto, en Ferguson, suburbio de la ciudad de San Luis, Michael Brown de 18 años es asesinado por un policía blanco. El hecho nuevamente perturba la nación, grandes protestas exigen la captura y el juicio de los implicados en la acción criminal. Dos meses después, en octubre, hace pocos días, Vonderrit Myers Jr., fue ultimado en las mismas condiciones que Brown. Pareciera que nada ha cambiado.

Sin embargo, no sería acertado afirmar tal cosa. Hoy, un afroamericano es el presidente de Estados Unidos. También, -al igual que Martin Luther King- recibió el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, hay una sustancial diferencia. Mientras King se oponía férreamente a la guerra, Barack Obama ha sido un entusiasta promotor de la misma. Bajo su conducción, Estados Unidos se ha involucrado en diversas acciones intervencionistas en distintas latitudes del planeta, superando incluso en ímpetu bélico de sus colegas republicanos Ronald Reagan y George Bush, lo cual, hace unos años, parecía imposible.

Obama pareciera no recordar la prédica del Dr. King cuando dijo que “Los hombres, a lo largo de la historia, han hablado de la guerra y de la paz. Pero ahora ya no pueden quedarse solo en el hablar. No es una elección entre la violencia y la no violencia en este mundo; es una elección entre la violencia y la existencia”

Dos negros, dos estadounidenses, dos Premios Nobel de la Paz, pero una gran diferencia. King dijo que rechazaba “… aceptar la noción cínica de que naciones tras naciones deben descender la escala militarista hacia el infierno de la destrucción termonuclear. Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán finalmente la palabra. Porque el bien, incluso temporalmente vencido, es más fuerte que el mal triunfante”

Cuando en 2009 Barack Obama se hizo acreedor del premio Nobel recordó las palabras pronunciadas por Martin Luther King al recibirlo 45 años antes, “La violencia nunca trae la paz permanente”, pero a continuación el presidente estadounidense agregó “Mientras tenga una nación que defender, no puedo seguir sus enseñanzas”.

martes, 14 de octubre de 2014

¿Una nueva guerra fría?



Hace unos días, exactamente el 2 de octubre pasado, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden afirmó que el gobierno del presidente Barack Obama obligó a los países de la Unión Europea (UE) a imponer sanciones contra Rusia, con el objetivo de contrarrestar la activa diplomacia de ese país en el conflicto interno de Ucrania. Con el mayor desparpajo, Biden admitió que los países europeos "no lo querían hacer” pero que esa decisión cuestionaría el liderazgo de Estados Unidos, por lo que “el Presidente insistió”. De acuerdo a medios internacionales, en el Foro John Kennedy, en la Universidad de Harvard, el vicepresidente explicó que Obama se había visto obligado “…a poner a Europa en una situación embarazosa para que asumiera el daño económico y obligara a pagar a Rusia".

La propia Secretaria de Estado adjunta para Europa, Victoria Nuland, quien se hiciera famosa por su expresiva oratoria cuando dijera “¡Que se joda la Unión Europea!” reiteró que “… Washington reconoce que las sanciones impuestas contra Rusia afectan a las economías europeas”

Esto no sería sorpresa cuando se trata de la política exterior de Estados Unidos, si no fuera porque los países presionados son sus principales aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) la mayor alianza militar del planeta. Sin embargo, como ya ocurrió cuando sus líderes fueron espiados por la potencia norteamericana, los miembros europeos del pacto hicieron silencio y asumieron sumisos esta nueva ofensa que se va transformando en forma habitual del comportamiento internacional estadounidense.

Esta situación ha llevado a algunos analistas a afirmar que el mundo se encamina nuevamente a una estructura bipolar del sistema internacional, similar a la que existió en el planeta hasta 1991. El desembarazo con el que Estados Unidos se vincula con sus aliados hace alusión a una relación de subordinación más que a un lazo horizontal entre sujetos similares.

Estados Unidos ha obligado a sus socios europeos, además de Canadá, Japón y Australia a establecer rígidas sanciones que sólo perjudican, -una vez más- a quienes tienen una cercana relación de vecindad y una economía mucho más interconectada con el gigante euroasiático. Eso no pareciera importarle mucho a Obama y su gobierno.

En esa medida, la OTAN teledirigido por Estados Unidos ha asumido la vanguardia en las acciones más relevantes contra Rusia. A pesar que en el espectro mediático se hace alusión con mayor fuerza a las medidas de carácter económico, el pulso del conflicto viene dado, en realidad, por las decisiones de orden militar que colocan al viejo continente en una verdadera encrucijada cuando se otea en el pasado el recuerdo de las dos guerras mundiales que se desarrollaron durante el siglo XX en territorio europeo, sin que Estados Unidos haya sido involucrado en su espacio continental, posibilitando con ello su consolidación como primera potencia mundial. 

Todo indica que las medidas actuales apuntan a lo mismo, salir de la crisis, debilitando a sus aliados, en primer lugar fortaleciendo el dólar respecto del euro y generando economías debilitadas que necesiten de la “ayuda estadounidense”, frente al “peligro de la expansión rusa”. El supuesto enemigo ha mutado su orientación ideológica respecto del siglo pasado pero sus ambiciones de propagación mundial se mantendrían incólumes, según lo advierten avezados analistas que dan pie a la locura imperial estadounidense.

Así, la OTAN ha pasado de un Secretario general incendiario como lo era el danés Anders Fogh Rasmussen a otro brutalmente belicista, el noruego Jens Stoletenberg, quien según Fidel Castro, destila odio en su mirada, cuando intenta profundizar las condiciones de conflicto en el continente, e incluso fuera de él, al asumir de manera sumisa los dictados estadounidenses respecto de cómo manejar la política contra Rusia. En uno de sus primeros viajes después de la asunción de su nuevo cargo fue a Polonia para afirmar que la OTAN “puede desplegar sus tropas donde quiera”, lo cual es violatorio de acuerdos internacionales suscritos por la OTAN y Rusia. Sus declaraciones ponen en ascuas el derecho internacional, de manera muy particular aquellos instrumentos que sostienen la paz en las condiciones de transición del mundo unipolar, echando más fuego a la hoguera que se ha prendido en Ucrania y que por todos los medios se intenta apagar como lo atestigua la reciente decisión del Presidente Putin de retirar las tropas que se mantenían en la frontera entre los dos países.

Sin embargo, la suposición de que estaríamos volviendo a una nueva guerra fría y con ella a una novedosa bipolaridad Rusia-Estados Unidos, choca con la realidad de los últimos años que ubica a China como un poder emergente que es imposible obviar, toda vez que se ha ido transformando en el verdadero actor internacional que está retando la hegemonía actual. El fortalecimiento de la alianza ruso-china durante los últimos años se erige en un verdadero valladar a las ambiciones de supremacía estadounidense.

En todo caso, si de nueva bipolaridad se hablara, sería de una que en primera instancia tendría un polo bicéfalo constituido por China y Rusia, tras del cual estaría el grupo BRICS, estructurado a partir de países que juegan un real liderazgo en Asia, África y América Latina. Junto a ello las dos potencias, han fortalecido la Organización de Cooperación de Shanghái y la Alianza Euroasiática que se ha crecido esta semana con el ingreso de Armenia. Así mismo, China y Rusia han firmado un gigantesco acuerdo bilateral de comercio y cooperación económica para los próximos 20 años, que además va a utilizar sus instrumentos monetarios (el yuan y el rublo) como monedas de intercambio, en lo que podría ser el preámbulo de una nueva era en que el dólar paulatinamente comience a ser dejado de lado como dinero internacional para las transacciones económicas.

martes, 7 de octubre de 2014

Miguel Enríquez, una vida fecunda que perdura en el tiempo. Palabras en el 40 aniversario de su caída en combate



No quiero caer en una falsa originalidad que me lleve a emitir palabras fatuas, rememorar lugares comunes y pronunciar las frases no comprometidas que caracterizan esos discursos en que se conmemora la vida y obra de un luchador popular, para después, en la vida cotidiana, hacer todo lo contrario de lo que se dice. No vengo solo a decir “honor y gloria”. Por ello, me voy a permitir usar el verbo encendido de un gran revolucionario venezolano, Jorge Rodríguez padre, quien el 2 de octubre de 1975 en el primer aniversario de la caída en combate de Miguel Enríquez en un discurso pronunciado no muy lejos de aquí , en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela dijera que “Rendir homenaje a Miguel Enríquez es para los revolucionarios venezolanos y de cualquier parte del mundo un compromiso y un deber irrenunciable”, agregando más adelante que ello era “… comprometerse a trabajar seriamente por la formación de las herramientas de combate de los pueblos oprimidos del mundo…”

Han pasado 39 años de esa fecha memorable y 40 del último combate de Miguel Enríquez en la calle Santa Fe de la comuna San Miguel en Santiago de Chile. La situación del mundo, de América Latina, de Chile y Venezuela es otra, pero el impacto de su ejemplo sigue estando presente, como lo testimonia este acto y todos los que se han hecho durante estos días en Chile y otros países.

Persiste sin embargo, en algunos sectores, la idea de que el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), del cual Miguel era Secretario General adoptó posiciones de ultra izquierda que jugaron un papel determinante en la caída del gobierno de la Unidad Popular (UP) que presidía Salvador Allende. Esas ideas estuvieron y están presentes en Venezuela. Creo que vale la pena esbozar algunas reflexiones al respecto como desagravio a Miguel Enríquez cuando se conmemoran 40 años de su desaparición física. 

La manida acusación que se le daba al MIR de ser una organización de ultraizquierda obligaría a establecer una definición respecto de ¿qué es “izquierda”? de manera que ubique tal caracterización en su justa dimensión, sobre todo porque se ha hecho una descontextualización interesada, cuando se pretende hacer un análisis de la situación actual en Venezuela.

Para que haya ultraizquierda tiene que haber izquierda. En el Chile de 1973 era indudable que existían organizaciones que asumían la vida desde esa posición política. Sin embargo, el diagnóstico más acertado de lo que iba a pasar y pasó fue el que hizo el MIR conducido por Miguel Enríquez. Otra cosa es que este movimiento no haya estado preparado para enfrentar exitosamente la situación creada, cuando todos suponíamos que así sería. Habría que recordar que hasta el presidente Allende creyó en esa posibilidad cuando en medio de la defensa de La Moneda el 11 de septiembre, le indicó a su hija Beatriz que le comunicara a Miguel Enríquez, el siguiente mensaje: ¡Ahora es tu turno Miguel!. El propio Secretario General del MIR había expuesto su punto de vista respecto de la situación y la posibilidad palpable de un golpe de Estado en el discurso que hizo en el teatro Caupolicán de Santiago el 17 de julio de ese año. No obstante, nada demerita la indudable contribución posterior del MIR al fin de la dictadura. Miguel Enríquez sembró un ejemplo de consecuencia que estuvo presente hasta el último día de gobierno militar. 

Debo reconocer que desde mi modesta posición de estudiante secundario fui un acérrimo adversario del MIR y que fue en las trincheras de combate de la guerra de liberación de Nicaragua en 1979 cuando patenticé la futilidad de esa animadversión construida interesadamente por dirigentes de la izquierda tradicional chilena. Descubrí en los militantes del MIR, compañeros de una extraordinario convicción y acendrados valores de solidaridad y lucha. 

Todo esto para decir que aquellos que nos ubicábamos en la “izquierda” y que caracterizábamos al MIR de ser una organización de ultraizquierda, no distábamos –a pesar de las diferencias- de asumir posiciones equivocadas en cuanto a la definición del enemigo principal, que permitiera el establecimiento de una correcta política de alianzas para sumar fuerzas -en la diversidad – a fin de enfrentar desde mejores posiciones al imperio y sus lacayos locales.

Vale decir, que en el Chile de hoy, la mayoría de los dirigentes de esa época, los del MIR y los de todos los partidos que integraban el gobierno de la Unidad Popular, son aliados del partido demócrata cristiano (PDC), creador de las condiciones políticas para la concreción del golpe de Estado con Pinochet a la cabeza, transformándose así en el principal responsable civil del asesinato y desaparición de miles de chilenos, incluyendo –paradójicamente- al de su propio líder Eduardo Frei, líder político de la asonada militar. He ahí la insignificancia del debate de aquellos años cuando se descubre hoy, que unos y otros aspiraban a lo mismo. La desesperación por ser gobierno está hoy por encima de cualquier convicción y de cualquier comportamiento ético que se hubiera podido tener en los años gloriosos de la Unidad Popular, incluso estableciendo acuerdos con los promotores del golpe de Estado, que son los mismos que en la actualidad atacan a Venezuela en cuanto foro internacional participen, los mismos que apoyaron el golpe de Estado de 2002 contra el Presidente Chávez. Por ello, el valor del ejemplo de Miguel Enríquez quien al igual que Salvador Allende, entregó la vida en un combate desigual, haciendo patente el compromiso adquirido con el pueblo. 

Es de anotar, que el gobierno actual, -caracterizado como de centro izquierda- mantiene las prácticas neoliberales que cimentó la dictadura pinochetista, impide la convocatoria a una asamblea constituyente originaria que derrumbe legalmente el sistema constitucional creado por el dictador y se ha convertido en un feroz represor de estudiantes, trabajadores y mapuches.

Visto de esta manera, podríamos preguntarnos, quién fue, quién era y quién es de izquierda y quién de ultra izquierda, quién una izquierda reformista sin vocación de poder, quién desperdició las potencialidades de participación y organización popular que generó el gobierno de la UP. Ubicados en otra perspectiva, se podría acusar a los partidos de la izquierda tradicional de ser los principales culpables del golpe de Estado. Ni lo uno, ni lo otro, eso sería hacer una caricatura simplista de la lucha política y social 

Asumir un análisis tan superficial y ramplón, significa subestimar las increíbles potencialidades desestabilizadoras del imperio que utiliza todos los instrumentos políticos, económicos y militares para retrotraer el curso de la historia. Las verdaderas explicaciones del golpe de Estado deben buscarse en esto, y en la incapacidad que tuvo el movimiento popular para construir una correlación de fuerzas que hiciera avanzar el proceso de cambios sin equivocar cuál era el enemigo principal. En el caso de Chile de 1973, ciertamente el MIR no podría ser ubicado en esa dimensión.

Miguel Enríquez se cansó de esbozar una propuesta de organización y de lucha para los trabajadores y el pueblo chileno. Lo hizo en innumerables entrevistas, discursos y cartas desde mucho antes del golpe de Estado, incluso desde antes que el presidente Allende llegara al gobierno. Por supuesto, fue atacado ferozmente desde la derecha y sacralizado como profano por la izquierda tradicional. 

Posterior al 11 de septiembre, en fecha tan temprana como el 17 de febrero de 1974, se dio a conocer la “Pauta del MIR para unir fuerzas dispuestas a impulsar la lucha contra la dictadura”. Todavía bajo la dirección de Miguel Enríquez, el documento exponía que “La tarea fundamental es generar un ancho bloque social que desarrolle la lucha contra la dictadura gorila hasta derrocarla. Para ello es necesario unir al conjunto del pueblo en la lucha contra ella y, a su vez, es necesario estratégicamente alcanzar el máximo grado de unidad posible entre todas las fuerzas políticas de la izquierda y progresistas dispuestas a impulsar la lucha contra la dictadura gorila”. Proponía crear un Frente Político de la Resistencia al que convocaba a participar a los partidos políticos de la UP, a los sectores del PDC dispuestos a combatir la dictadura gorila y al MIR.

A su vez, proponía construir la unidad a partir de una plataforma inmediata con tres objetivos: la unidad de todo el pueblo contra la dictadura gorila, la lucha por la restauración de las libertades democráticas y la defensa del nivel de vida de las masas. Esta plataforma amplia permitía la incorporación de todos los sectores que estaban realmente en contra de la dictadura.

Hacer una traslación mecánica de las condiciones de Chile de 1973 a la América Latina y la Venezuela de hoy, no deja de ser una irresponsabilidad y una expresión suprema de ignorancia interesada. Por supuesto que hay elementos comunes, el más importante de los cuales es la intención manifiesta de Estados Unidos de repetir en Venezuela lo que logró en Chile hace 41 años. En ambos casos, lacayos locales se pliegan de manera servil a los intereses imperiales y asumen posturas terroristas para cumplir sus objetivos. Así mismo, en ambos casos, aplicar una correcta política de unidad hubiera conducido o conduce a la acumulación de fuerzas necesarias para avanzar. Excluir de antemano a ciertos sectores, que sostienen posiciones distintas o asumen un espíritu crítico dentro del proceso (como hizo el MIR chileno) y caracterizarlos de ultraizquierdistas hace daño y no permite construir de cara al futuro.

Es válido, haber adversado o adversar al MIR chileno y sus propuestas de lucha en las décadas de los 60 y los 70 del siglo pasado, pero hay que tener altura de miras para reconocer la innegable valía moral y ética de Miguel Enríquez. Solo su consecuencia revolucionaria le hizo quedarse en Chile, para asumir un papel en la dirección de las fuerzas de la resistencia contra la dictadura. No se puede separar la actitud del MIR de la de su Secretario General. 

Miguel Enríquez fue la figura más visible de una pléyade de dirigentes que configuraron una etapa de la lucha política muy compleja en la que hubo que transitar desde el reformismo social cristiano soportado por la Alianza para el Progreso, a los días luminosos del gobierno del presidente Allende y de ahí, a la dictadura criminal de Pinochet, también sostenida política, militar y económicamente por Estados Unidos y el armazón político que le proporcionó la derecha fascista y demócrata cristiana al hacer una férrea y desleal oposición a Salvador Allende.

Recordar a Miguel Enríquez es un acto de justicia, es una responsabilidad con la memoria que debe acompañar la lucha de los pueblos, es reafirmar que tras una etapa viene otra en la que se ratifica el compromiso en la búsqueda de un mundo mejor, es tener la seguridad de que su ausencia física no impide compartir con alegría la grandeza de un hombre que solo vivió 30 años, pero que estará presente de manera imperecedera en la lucha y la victoria de Chile y de América Latina.