Actividades Académicas

jueves, 28 de agosto de 2014

Cría cuervos….


A finales de los años 70, en el marco de la guerra fría, Estados Unidos llevó a cabo la “Operación Ciclón” en Afganistan con el objetivo de suministrar armas y financiamiento a los terroristas islámicos que desarrollaban la lucha armada en contra del gobierno de ese país. Sin embargo, la intervención militar directa de la Unión Soviética dio los argumentos para que tal operación se inscribiera en la manida lógica de “ayuda al restablecimiento de la democracia”. 

Esto dio cabida a una ampliación del financiamiento de esas fuerzas que se agruparon, creciendo en organización y armamento hasta que lograron en 1989 que las tropas soviéticas derrotadas, se retiraran del país. La Operación Ciclón llevada adelante por la CIA comenzó con el envío de un financiamiento de 30 millones de dólares en 1980, alcanzando los 630 millones anuales en 1987.

Sin embargo, la retirada soviética no finalizó la guerra y en 1992 el movimiento fundamentalista logró establecer el Estado Islámico. El conflicto entre señores de la guerra culminó parcialmente cuando en 1996 los talibanes se hicieron del poder al ocupar Kabul. Establecieron un gobierno extremista que se sustentó en una interpretación radical del Corán. Así mismo, forjaron una asociación estratégica con Al Qaeda, organización surgida de la guerra anti soviética, que se fortaleció de manera especial por su privilegiada relación con Estados Unidos.

No obstante, Al Qaeda se transformó en enemiga de Estados Unidos realizando acciones directas contra objetivos de ese país en Somalia, Kenia, Tanzania y Yemen hasta que fue acusada de haber dirigido las acciones terroristas del 11 de septiembre de 2001 en el propio territorio de la nación norteamericana, lo que le valió una declaratoria de guerra que dio inicio con la invasión a Afganistán el 7 de octubre de 2001, país donde aún permanecen las tropas estadounidenses y de la OTAN. Hoy, Afganistán es un Estado nominal que solo existe por la presencia de las fuerzas armadas extranjeras de ocupación. El gobierno solo controla la capital y sus alrededores. El martes 5 de agosto, el General Harold Greene del ejército de Estados Unidos fue asesinado por un hombre que vestía uniforme militar afgano. 

Unos años después, en 1990, Estados Unidos inició una larga guerra en el Medio Oriente, que se ha desarrollado en cuatro etapas, la primera empezó en agosto de 1990 y finalizó en febrero de 1991, la segunda dio inicio en marzo de 2003, culminando en diciembre de 2011. Paralelamente a ello, en enero de ese mismo año, se puso en funcionamiento la tercera etapa que aún no culmina y que persigue el objetivo de derrocar al presidente Bashar al-Asad en Siria. La cuarta acaba de comenzar en este mes que transcurre. 

Las dos primeras etapas se llevaron a efecto cuando Irak era aún gobernado por Saddam Husein. Se adujo que su gobierno ocultaba armas atómicas y que era necesario “restablecer la democracia” para impedir que las mismas fueran usadas para desestabilizar la región (léase Israel). Se demostró que tal afirmación era falsa.

Cuando el gobierno sirio se defendía de la agresión mercenaria, Estados Unidos, junto a las monarquías petroleras del golfo -que tienen patente de corso para que en sus países no impere la democracia ni el respeto a los derechos humanos sin ser pasados por la lupa de Occidente- aducían que era necesario “restablecer la democracia” y, por tanto, se debía apoyar a los “luchadores por la libertad” aunque esos a todas luces hacían desmanes y violaban metódica y permanentemente los derechos humanos. Cientos de miles de millones de dólares y armamento en abundancia fluyeron desde Occidente para fortalecer a los terroristas.

Hoy, Irak, es un Estado fallido, constituido por territorios diferenciados por las sectas que los controlan. Uno de esos grupos, el EIIL o ISIS ha creado un califato que no respeta fronteras nacionales y que ha establecido un sistema fundamentalista que al igual que Al Qaeda ha instituido rígidas normas religiosas ajenas a las más elementales bases de respeto a los derechos humanos. La semana pasada, un terrorista de origen británico decapitó al periodista estadounidense James Foley quien se encontraba secuestrado desde noviembre de 2012 en Siria.

Hasta el año 2011, Libia era el país con la segunda mayor tasa de PIB de África y el de más alta esperanza de vida al nacer. El líder del país, Muamar el Gadafi logró mantener la estabilidad en un país de compleja estructura tribal y se había transformado en el principal impulsor de la integración y la unidad africana. Sin embargo, Occidente no cesó en su intención de apoyar fuerzas centrífugas que crearan el caos y desestabilizaran el país. A partir de ello, un sector de la población comenzó a realizar protestas contra el gobierno, ello permitió, elaborar un sofisticado montaje mediático que mostró la “represión del gobierno libio contra las fuerzas que luchaban por la democracia”. Con el apoyo de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña y la complicidad de Rusia y China, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 1973 que devino en intervención militar de Occidente en el país, derrocando al gobierno y asesinando a Gadafi.

Hoy, Libia es un país de mentira. Cada tribu tiene su ejército propio. La semana pasada, los extremistas islámicos hicieron un juicio público contra un ciudadano egipcio y lo asesinaron en un estadio de fútbol. Así mismo, tras seis semanas de enfrentamientos, milicias terroristas tomaron el aeropuerto de Trípoli, desalojando del mismo a un grupo militar rival. Naves de la aviación saudita y egipcia han estado bombardeando a una de las fuerzas en pugna, mientras grupos armados se enfrentan por el poder.

Chris Stevens, artífice de la operación militar, política y propagandista de Estados Unidos en el país norafricano fue nombrado embajador de su país ante el nuevo gobierno instalado en Trípoli. El 12 de septiembre de 2012 fue asesinado junto a tres miembros del personal diplomático estadounidense en el consulado de ese país en la ciudad de Bengasi, cuna del movimiento terrorista. Según se informó, los extremistas atacaron y quemaron la sede diplomática en respuesta a un video que ofendía a Mahoma, el cual fue hecho en Estados Unidos. 

Como dice el dicho “Cría cuervos y te sacarán los ojos”, el problema es que aquí son cuervos criando cuervos…

martes, 19 de agosto de 2014

El capital es implacable


Según el Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) el más prestigioso centro de investigaciones sobre desarrollo de armamento, gasto militar, comercio de armas y seguridad internacional en todo el planeta, de los 15 países con mayor gasto militar como por ciento de su PIB en 2013, 10 están en el Medio Oriente y el norte de África. Los más altos son los de Omán con 11,3%, Arabia Saudita con 9,3%, Afganistán con 6,3% e Israel con 5,6%. Tienen en común ser aliados cercanos de Estados Unidos. 

Así mismo, mientras el presupuesto militar se redujo en 2013 en un 2% en todo el mundo, lo que incluye disminuciones de 7% en las Américas y 1% en Europa, en África creció 8%, 3% en Asia y Oceanía y 3% en el Medio Oriente.

El presupuesto militar de Estados Unidos el año pasado fue de 640 mil millones de dólares, el de China, 188 mil millones y el de Rusia 88 mil millones. El de los dos grandes países de Europa y Asia juntos no llegó ni a la mitad del de la potencia norteamericana. 

Tal vez eso explica, porque es necesario conservar el conflicto en esas regiones del planeta. Si hubiera paz, los vendedores de armas disminuirían su negocio afectando considerablemente la economía de sus países. Y en cosa de negocios no hay ética que valga, se le vende por igual a Israel de un lado y a Arabia Saudita y Omán, además de Bahréin, Irak, Jordania, Líbano y Marruecos de otro, países que son técnicamente adversarios de la entidad sionista y están entre los mayores compradores de armas en el mundo. Por eso es una falacia hablar de conflicto árabe-israelí. El genocidio del pueblo palestino parte de la necesidad de Estados Unidos de mantener un conflicto que sostenga e incremente la venta de armas. Israel es el instrumento estadounidense para amparar esta inmoral situación y las monarquías árabes son sus cómplices.

Israel tuvo un gasto militar de 2037 dólares per cápita en 2013. Sólo fue superado en ese rubro por Omán con 2902 y Arabia Saudita con 2261. El de Estados Unidos fue de 2033 dólares, el de Rusia de 621 y el de China 138,5.

El último porta avión de la clase Ford de Estados Unidos fue botado al mar en noviembre de 2013. Costó 12 mil millones de dólares. Un bombardero B-2 cuesta 400 millones, un caza bombardero F-22 Raptor 350 millones y el avión caza de cuarta generación F-18 Hornet 94 millones. La guerra en Irak desde marzo de 2003 hasta diciembre de 2011 le costó a los contribuyentes de Estados Unidos 845 mil millones de dólares.

Un hospital pediátrico infantil cuesta 70 millones de dólares. Su mantenimiento anual una cifra similar. Con el valor de un porta avión se podrían construir 100 hospitales de este tipo garantizando su mantenimiento durante 70 años.

La OMS ha solicitado 100 millones de dólares para combatir el ébola. En un acto de extrema generosidad Europa ha donado 5,9 millones de euros entre abril y julio para la lucha contra la epidemia. Bastaría dejar de hacer un F-18 y destinar esos recursos a la OMS para eliminar ese terrible mal.
Haití necesitaba 9 mil millones dólares para subsanar las consecuencias del terremoto de enero de 2010. Si las tropas de Estados Unidos se hubieran retirado de Irak un mes antes y el dinero se hubiera enviado al desolado país caribeño, éste podría haber cubierto las abrumadoras necesidades de su población. Hasta el momento, y después de 4 años y medio, el mundo sólo ha enviado 4.3 mil millones dólares.

Se entiende ahora ¿por qué el genocidio palestino?, ¿por qué el ébola se sigue propagando?, ¿por qué Haití no puede superar las secuelas del terremoto? Hoy son los palestinos, los haitianos y los pueblos del África Occidental. Mañana puede ser cualquiera de nosotros. El capital es implacable.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Ese no es el camino presidente Santos

El 19 de julio de 1979 las fuerzas guerrilleras del FSLN entraron a Managua después de derrotar militarmente al ejército de Somoza. El dictador huyó. Las fuerzas armadas se desmoronaron. El Estado había desaparecido virtualmente. No hubo negociaciones ni antes ni al finalizar la guerra a fin de construir el futuro del país. El FSLN con el apoyo de la aplastante mayoría de la población se dio a la tarea de erigir una nueva institucionalidad en la que el somocismo no tuviera cabida.


Tan solo 7 años después, los sandinistas, ahora en el poder tuvieron que aceptar negociar con las bandas armadas y financiadas por Estados Unidos que a través de una despiadada guerra buscaban derrocar al gobierno. Bajo la convocatoria de Vinicio Cerezo presidente de Guatemala se desarrollaron en Esquipulas, pequeña ciudad de ese país, fronteriza con Honduras, dos rondas de negociaciones en las que participaron todos los presidentes centroamericanos. Los Acuerdos de Paz de Esquipulas establecieron el cese del apoyo externo a los grupos armados, el diálogo interno, la amnistía para los que depusieran las armas y garantías para su participación en la vida política. Desde entonces, Nicaragua ha vivido en paz.

Cualquier observador externo podría preguntarse por qué cuándo los sandinistas eran una maltrecha fuerza guerrillera que apenas se había hecho con el poder no aceptó negociar con sus oponente, mientras que años después con todo el poder del Estado que incluía un enorme ejército bien adiestrado y armado si lo tuvo que hacer.

La respuesta es que en 1979 el FSLN había conseguido la derrota militar de la dictadura, mientras que ese objetivo no había podido ser logrado por su gobierno a mediados de la década de los 80. La experiencia indica que no es lo mismo negociar con un enemigo aniquilado en lo militar, desmoralizado en lo moral y destruido en lo político y orgánico que hacerlo con uno que sigue manteniendo su capacidad y disposición combativa y su moral de lucha en alto. El que quiera verlo fuera del contexto latinoamericano puede recordar los juicios de Nuremberg al finalizar la segunda guerra mundial. No es posible negociar en iguales condiciones una rendición que una paz entre dos contendientes independientemente del poderío militar de cada uno de ellos, siempre que ambos tengan visión de futuro.

Esta reflexión viene al caso, al observar los términos en que pretende negociar el gobierno colombiano con las FARC y el ELN. Al prestar atención a los discursos del Presidente Santos y los altos personeros del gobierno de ese país, se supondría que las conversaciones de la Habana se están realizando en el marco de una derrota militar de las fuerzas guerrilleras a las que se les puede imponer condiciones a posteriori. En todo caso, si esas condiciones pudieran ser aplicadas, no sobrevendría la paz y la concordia, sino el resentimiento, el deseo de venganza y la amenaza permanente de reinicio del conflicto.

Ese no es el camino Presidente Santos, tómese su tiempo y lea los documentos de trabajo del Grupo de Contadora, del que Colombia formó parte de manera brillante junto a México, Panamá y Venezuela. No es una buena táctica negociar amenazando. No es alabando a Uribe y su obra de destrucción y muerte como se logrará la paz, sino enalteciendo el espíritu fecundo del pueblo colombiano que no merece el futuro de guerra que el ex presidente paramilitar le ofreciera y le sigue ofreciendo.

martes, 5 de agosto de 2014

Un mundo sin control y sin ley


Un avión de pasajeros malasio cae en la región oriental de Ucrania falleciendo 295 personas. Todo el mundo se pregunta quién fue el causante de tan demencial acción. Nadie se interroga acerca de por qué los controladores aéreos ucranianos no prohibieron que esa y cualquier nave civil sobrevolara una zona de guerra como lo establece la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), que es una agencia de la ONU.

Un diplomático venezolano es hecho prisionero en Aruba a pesar que portaba documentos que le conferían esa potestad y con ello, la inmunidad que establece la Convención de Viena de 1961 aprobada bajo el alero de “los propósitos y principios de la Carta de la ONU”.

Por su parte, Libia se ha sumido en una situación de inestabilidad desde el derrocamiento y posterior asesinato de Muamar Gadafi en 2011. En las últimas semanas ha habido un acelerado deterioro con combates abiertos en Trípoli y Bengasi entre las numerosas milicias armadas, hasta el punto de que muchos países optaron por evacuar a sus nacionales y dejar al mínimo o clausurar sus embajadas. Todo surgió de la aprobación de la Resolución 1973 del año 2011 en el Consejo de Seguridad de la ONU, la cual “legalizó” la intervención armada que dio pie al actual estado de cosas.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama reconoció que “oficiales estadounidenses han "torturado a alguna gente" luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001”. Eso es violatorio de la “Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes” aprobada por la Asamblea General de la ONU en diciembre de 1984. A su vez, esta convención está sustentada en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

En Palestina, Israel no enfrenta militarmente a su enemigo, sino que asesina niños, mujeres y ancianos. Ha transformado escuelas, hospitales y mezquitas en objetivos militares. Los asesinos sionistas violentaron los convenios de Ginebra que regulan el derecho internacional humanitario, en particular la 4ta. Convención relativa a la protección de civiles en tiempo de guerra, convirtiendo de esa manera a la Cruz Roja Internacional en objetivo militar.

Todo ello amparado en la protección de Estados Unidos que ha amenazado con vetar cualquier resolución de condena del genocidio del pueblo palestino por parte del ejército sionista, en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El preámbulo de la Carta de la ONU proclama entre sus objetivos la preservación de las generaciones venideras del flagelo de la guerra, la reafirmación de la fe en los derechos fundamentales del hombre y la obligación de crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional.

Si la ONU no es capaz de cumplir estos objetivos, me pregunto entonces, ¿para qué sirve la ONU si sólo responde a los intereses de 5 potencias cuya economía depende de la fabricación y venta de armas?