Actividades Académicas

lunes, 26 de noviembre de 2012

Un triunfo de la paz y la justicia.




Después de la invasión española y posterior colonización de nuestra Abya Yala  por la entonces potencia ibérica, el territorio conocido como la Mosquitía, es decir la costa caribeña de Centroamérica perteneció  a Nicaragua cuando era una provincia de la Audiencia de Guatemala, creada por el Emperador  Carlos V en 1542. Las Recopilaciones de las leyes de Indias de las Reales Cédulas  para las Colonias de América dejaron claramente establecido que las islas de la costa de las provincias integrantes de dicha audiencia pertenecían a ella.

Dos siglos después, en 1739,  cuando se refundó el Virreinato de Santa Fe, que se había creado originalmente en 1717 y extinguido en 1723, con sede principal en la actual capital de Colombia, las islas del Mar Caribe que quedaban al noroeste de Panamá seguían perteneciendo a Guatemala.

A raíz del abandono de la costa Caribe centroamericana por parte de las autoridades españolas y las constantes incursiones inglesas en la región, el Ministerio de la Guerra encargó a las autoridades del Virreinato de Santa Fe que se hiciera cargo de la vigilancia y defensa de la Costa de la Mosquitía el 20 de noviembre de 1803 a través de una Real Orden. Sin embargo, en ningún momento segregaron dichos territorios insulares de la Audiencia de Guatemala. Debe constar además  que en la legislación colonial española una Real Orden tiene un valor jurídico subordinado a la Cédula Real.  Las primeras eran disposiciones emitidas por un ministro en uso de sus atribuciones, mientras que las segundas eran expresión directa de la voluntad del monarca. En esa medida eran firmadas por él.

De esta manera se consumó el inicio de un conflicto que como casi todos los que ha habido a través de la historia de la región tiene su origen en una decisión de la metrópoli que fue heredada por las naciones americanas al concretarse la Independencia. Las oligarquías que usurparon el poder al construirse los estados nacionales en el continente transformaron estas disputas en  banderas para el control de la economía y el dominio de los pueblos, mientras se subordinaban a la hegemonía imperial británica en el siglo XIX y estadounidense en el XX. Surgieron así, atribuidos desde la élite, contradicciones y odios que en algunos casos persisten y alejan a nuestros pueblos de su voluntad integracionista desviándolos del espíritu bolivariano que permite construir la nación de naciones que proyectara el Libertador. Esta visión estuvo presente el 15 de marzo de 1825 cuando se firmó el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre la Federación de Centroamérica y la República de Colombia, -conocido como tratado Molina-Gual- en el que ambas partes se comprometen a “…respetar sus límites como están al presente reservándose el hacer amistosamente, por medio de una convención especial la demarcación de la línea divisoria de uno y otro Estado…”

Así, la contienda que motiva estas líneas estableció un motivo permanente de conflicto entre Colombia y Nicaragua que se ha mantenido hasta el momento actual y sobre el cual la Corte internacional de Justicia de La Haya (CIJ) acaba de fallar el pasado lunes 19 de noviembre.

El diferendo limítrofe entre las dos naciones se mantuvo a través del siglo XIX y las primeras décadas del XX. En ese período, Nicaragua se separó de la Federación de Provincias Unidas de Centroamérica y en 1838 se transformó en república independiente. Por su parte, Colombia salió en 1830 del ente del mismo nombre creado en 1819 durante el Congreso de Angostura, constituyéndose en la República de Nueva Granada la que en 1866 tomó su nombre actual. En 1903 sufrió el desmembramiento de la provincia de Panamá que se estableció como Estado independiente. En todo ese período los documentos constitutivos de ambas naciones con sus nuevos nombres y delimitaciones territoriales fueron arrastrando el  problema adquirido desde la colonia.


Esta situación se mantuvo hasta que el 24 de marzo de 1928 se firmó el Tratado Bárcenas-Esguerra por el cual Colombia reconoció la soberanía de Nicaragua entre el cabo Gracias a Dios y el Río San Juan, incluyendo las islas del Maíz y Nicaragua la de Colombia en las Islas de San Andrés, Providencia, Santa Catalina y demás islas e islotes de ese archipiélago. Este tratado dejó dos temas sin resolver, el de la soberanía sobre siete cayos que se encuentran a un poco más de 300 millas de la costa de Colombia y 90 de la de Nicaragua. Por otro lado quedó sin disipar la definición de los límites, toda vez que Nicaragua agregó la reserva de que ninguna parte del archipiélago mencionado se encontraba al oeste del meridiano 82°, lo que fue aceptado por Colombia. La revista Semana de Bogotá en su edición 1594 de  19 a 26 de noviembre de 2012 lo explica de la siguiente manera al referirse al tema de límites en el Tratado de 1928 “…desde entonces, y durante casi 80 años, Colombia estuvo convencida de que la frontera entre los dos países era el meridiano 82. Todo porque en el canje de notas con el que se probó el tratado de 1928 se decía que el archipiélago de San Andrés no iba más allá de ese meridiano” Sobre este tema, la Corte Internacional de Justicia, falló en 2007 diciendo que no era un límite sino una línea de ubicación.

Sin embargo, es válido decir que en el momento en que Nicaragua firmó el mencionado Tratado Bárcenas-Esguerra, se encontraba ocupada por las tropas estadounidenses. En su mensaje al Congreso del 10 de enero de 1927, el presidente de Estados Unidos Calvin Coolidge, lo justificaba de la siguiente forma “Estados Unidos se halla en una peculiar situación de responsabilidad de construir un canal a través de Nicaragua,  a nuestros intereses en el canal de Panamá y a nuestras inversiones financieras en la región. Si bien Estados Unidos no desea intervenir en los asuntos internos  de los países centroamericanos, jamás podremos permanecer indiferentes ante los acontecimientos que se desarrollan allí en posible perjuicio a nuestros intereses. Cualquier amenaza a la estabilidad de Nicaragua será vista con preocupación y podría resultar en la adopción de medidas necesarias destinadas a proteger las vidas y las propiedades de los ciudadanos estadounidenses”. Aunque no deseaba intervenir, lo hizo. La respuesta fue la creación de lo que Gabriela Mistral llamó el “Pequeño Ejército Loco” que con el general de Hombres Libres Augusto C. Sandino a la cabeza luchó hasta expulsar a los soldados norteamericanos de su territorio.

Ese fue el fundamento para que el primer gobierno digno que tuviera Nicaragua en su historia, surgido de una revolución popular, a tan sólo un año de haber tomado el poder en 1979, impugnara la validez de un acuerdo internacional firmado bajo la égida imperial de Estados Unidos. Esta reclamación  es la que motivó el fallo de la CIJ el pasado 19 de noviembre de forma unánime y con carácter inapelable.

La Corte fijó el límite alrededor de 531 km. más al este de donde se “encontraba” en el meridiano 82° hasta cerca del meridiano 79º, reconociéndole a Nicaragua la soberanía de dichas aguas comenzando de las 200 millas náuticas desde sus costas. Como contrapartida, reconoció la soberanía de Colombia sobre parte de las aguas y todas las islas y cayos en disputa.

Las repercusiones en ambos países no se hicieron esperar. El presidente Santos dijo que su gobierno no descartará “...ningún recurso o mecanismo del derecho internacional para defender los derechos de los colombianos.” Expresó que “...Colombia rechaza enfáticamente ese aspecto del fallo que la Corte ha proferido en el día de hoy. El Gobierno respeta el derecho pero considera que la Corte ha incurrido en este tema en serias equivocaciones. La Corte, al trazar la línea de delimitación marítima, cometió errores graves que debo resaltar, y que nos afectan negativamente”.

Evidentemente presionado por los sectores de derecha ultra nacionalistas representados por el ex presidente Uribe que llamó a  rechazar el fallo y a salirse de la CIJ, el presidente Santos tendrá que pagar su osadía por haber asegurado días antes del veredicto que” No cabe miedo. La Corte confirmará la soberanía de Colombia sobre los cayos”. Pero, la cancillería colombiana, experta en estas lides durante doscientos años sabía que esto podía pasar. Con timidez bajo la presión de las posiciones nacionalistas extremas, la Canciller Holguín había dicho  “Nadie está preparado para que digan ´este pedacito ya no es de Ustedes`, tenemos que tener la mente en que cualquier cosa puede pasar en esas posiciones salomónicas que ha tenido la Corte”. Sin embargo, ha sido el almirante retirado []Gabriel Arango Bacci, quién manifestó el verdadero tema de fondo al advertir  “…que el fallo afectará a Colombia en lo que atañe a la seguridad, pues en esa zona marítima suelen operar actividades ilícitas relacionadas al tráfico de personas, de dólares, de drogas, y de armas, las cuales el país las enfrentaba con dureza. “¿Qué va a pasar ahora?, es algo incierto”.

Esta decisión le quita a las fuerzas armadas colombianas la hipótesis de conflicto limítrofe con Nicaragua y la posibilidad de seguir patrullando aguas que ya no están bajo su soberanía. Las consecuencias son de diferente índole y deberán ser estudiadas a futuro.
Mientras tanto el presidente  de Nicaragua al celebrar el fallo, expresó la preocupación de su gobierno por las palabras de su colega colombiano, pero aseguró a “sus hermanos sanandresanos” que podrían desplazarse sin problemas por las aguas nicaragüenses, sepultando de esa manera otras conjeturas acerca de un problema potencial.

Ha triunfado la paz y la justicia. Los latinoamericanos y caribeños nos debemos congratular por ello.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Crisis en el Medio Oriente y el norte de África


La situación actual en el norte de África y el Medio Oriente nos obliga a desentrañar los elementos fundamentales de lo que ha estado ocurriendo y que a muchos ha sorprendido.

En los análisis sobre la situación internacional, es imprescindible salirse de la visión estrictamente coyuntural, de la constatación única de los elementos tácticos y del examen aislado de los factores de corto plazo. Para nosotros que vivimos en América Latina un proceso de lucha por la independencia y la soberanía, en un país y en un continente, que pasa por momentos de transformaciones en los que se intenta —acorde a las condiciones propias de cada cual— generar cambios estructurales, se tiene que analizar el impacto en estos procesos y en nuestras propias vidas de lo que ocurre en otras latitudes.

Por ese motivo es importante profundizar en el estudio de lo regional y no quedarse únicamente en el análisis de lo coyuntural y de lo local. En este caso, un territorio lejano en un continente lejano implica considerar la influencia que tiene en el contexto de las estructuras de las relaciones internacionales y sus repercusiones en el proyecto político y de vida que cada quien asume.

El mundo de hoy está a tal punto interrelacionado, que los acontecimientos que se desarrollan en territorios distantes tienen una influencia directa en nuestra realidad. Si bien es importante conocer la significación que han tenido los  hechos ocurridos en Túnez o en Egipto, en Libia o Siria para sus propios pueblos y para sus procesos políticos, nos corresponde hoy detectar también los elementos que proporcionan mecanismos de análisis que ayuden a entender las consecuencias y la influencia que estos hechos tienen en la realidad regional del Medio Oriente y el norte de África.


El espacio geográfico complejo donde se desarrollan los acontecimientos merece recordar que cuando se habla de este tema, el término “Medio Oriente” no es suficiente, ya que al mencionar a Túnez, Egipto o Libia, en términos estrictamente geográficos, estamos hablando del norte de África. En este escenario están involucrados dos continentes: África y Asia. Al referirse sólo al Medio Oriente, se excluyen los sucesos en el Magreb, que es el norte africano árabe.

Más adelante se puede ampliar acerca de las repercusiones que tienen estos acontecimientos en un ámbito más amplio que el regional, más allá del Medio Oriente y del norte de África, para los países árabes, para los países musulmanes. Es importante estudiar cuánto influyen en la reestructuración del poder mundial y en lo que he llamado el “reordenamiento del sistema internacional”.

Estamos transitando por un reordenamiento del orden internacional desde perspectivas distintas a las que se vivieron en la década del 90 del siglo pasado, cuando cayó el Muro de Berlín y desapareció la Unión Soviética; distintas también de las que se vivieron después del ataque a las Torres Gemelas, cuando Estados Unidos impuso un sistema internacional unipolar. Hoy, diez años después, asistimos a una situación similar, pero  bajo una lógica distinta, frente a la cual avanzó una hipótesis muy particular que no concuerda con aquellas que circulan actualmente. Me referiré a ella al final.

Desde el punto de vista local, lo que ocurrió en Túnez y en Egipto y está sucediendo en otros países del Medio Oriente y el norte de África es la respuesta de los pueblos a la aplicación de modelos neoliberales a ultranza, con excesos de autoritarismo y ausencia de prácticas democráticas en el funcionamiento político de esos países.

El descontento que se ha acumulado durante años llegó a un punto de inflexión, provocado por el aumento de los precios de los alimentos, cuyo efecto inmediato en la canasta básica afectó a miles de familias. Paralelamente a ese fenómeno, en la mayoría de esos países la juventud tiene cada vez menos perspectivas para realizarse en términos personales y de tener una participación activa en la sociedad, pese a los conocimientos adquiridos en sus estudios.

En Egipto y Túnez, los niveles de desempleo juvenil son muy altos, todo lo cual ha llevado a la toma de conciencia de estos jóvenes, básicamente de procedencia urbana y de sectores medios de la población, que en tiempos de Internet y de incremento al acceso a los medios de comunicación masivos, han adquirido un alto nivel de conocimiento de la dinámica que  viven otros países y han decidido asumir la vanguardia en estos procesos de transformación.

Los presupuestos sociales de educación, de salud y de seguridad social en general han disminuido. En el caso de Egipto, se suma otro elemento que no se puede obviar: ese país se transformó, después de los acuerdos de Camp David de 1978, en el principal aliado de Israel entre los países árabes y musulmanes. Se llegó a la situación aberrante de que le vende a Israel gas a un precio subsidiado, más bajo que el que vende a su propia población. El desprecio por estos gobiernos que pactaron con Israel, traicionando los ideales árabes, alcanzó su nivel tope en esa parte de la población.

Respecto a los factores de análisis que inciden sobre las repercusiones que podrían tener los hechos ocurridos en la lógica regional, diría que hay cuatro elementos fundamentales:
1.     La región como una de las mayores compradoras de armas del mundo.
2.    La región como principal productora y exportadora de energéticos.
3.    La región como ruta marítima más importante para el transporte de energía. No necesariamente los países que producen los energéticos son aquellos por lo que se realiza el transporte de los mismos. Lo que ocurre, por tanto, en esos países no  productores también influye de manera poderosa  a nivel global.
4.    El conflicto palestino-israelí, que a pesar de haber surgido –en su versión moderna– en la Guerra Fría, la superó y hoy es la confrontación más importante a escala planetaria que sobrevive a ese período de las relaciones internacionales.

El Medio Oriente es el mercado regional más grande para la venta de armas. Ahí están cinco de los principales compradores del mundo: Arabia Saudita, Israel, Egipto, Argelia y los Emiratos Árabes Unidos. Israel además es un importante proveedor de armas. Un cambio en la situación política de la región podría alterar este mercado y romper el infernal “equilibrio” que Estados Unidos ha logrado, vendiendo a ambos adversarios del conflicto regional. La ética del mercado no se contradice con la venta de armas en gran escala a Egipto, Arabia Saudita e Israel. Le venden armas por igual a quienes teóricamente son enemigos.

En el trasfondo del mantenimiento del conflicto árabe-israelí, subyace la necesidad de sobrevivencia de la industria de armamento, que es la principal industria de Estados Unidos, y el verdadero poder “detrás del trono”. Un presidente de ese país no puede alcanzar la más alta investidura sin la aprobación de los vendedores de armas, conocido como Complejo Militar Industrial, o lo que el analista Alejandro Perdomo Aguilera denomina Complejo de Seguridad Industrial pues “considera que en la actualidad es mucho más amplio y toma elementos que sobrepasan lo militar”.

El Complejo de Seguridad Industrial es el primer sostén de la economía de Estados Unidos. Un desequilibrio en la región pudiera significar una baja sensible en la venta de armas y esto –a su vez-  incidiría directamente en su economía, que vive un momento de crisis.
  
El segundo elemento de análisis se refiere a la región como productora de energía. Si bien es cierto que se divulgó que ya Venezuela posee las mayores reservas de petróleo del mundo, eso es, considerándolo como país, cuando se compara como región y se suman las reservas de Arabia Saudita, Irán, Iraq, los Emiratos Árabes Unidos, Argelia y Libia, se llega a la conclusión de que esta región posee, en conjunto, las mayores reservas energéticas del planeta, entendiendo energía como petróleo y gas.

Irán, Irak, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Catar, Libia, Kuwait y Argelia son miembros activos de la OPEP y tienen un papel imprescindible en la producción mundial. Ocho de los doce integrantes de la OPEP están en esta región del planeta. En ellos se produce el 60% de la energía del mundo. Un país como Japón depende en 100% de su consumo de energía de esta región. Ha estado tratando de incrementar sus compras en otros países, como Malasia o Vietnam, donde se han descubierto importantes yacimientos petrolíferos, pero ellos aún están en la etapa de exploración y prospección. Ecuador, como miembro de la OPEP debería concentrar gran interés en esta región y lo que en ella ocurra por las implicaciones directas en su economía

Por todo ello para Occidente (entendido como concepto político, no geográfico), para Europa y Estados Unidos, el funcionamiento de su modelo y su estabilidad, dependen de esta región.

El sistema del que se habla, se sustenta en un modelo que se caracteriza por un incremento constante del consumo de energía. Ese modelo que se pretende imponer a todo el mundo, necesita del recurso energético, lo que en la práctica se traduce en una expoliación del planeta y en un proceso de pauperización de sus recursos energéticos, imposible de detener porque tiene que ver con la subsistencia del propio modelo, que no solamente se ha instalado en Estados Unidos, sino que se intenta imponer a través de la televisión y el cine en el resto del mundo y que a veces –aunque criticándolo- muchos de nuestros ciudadanos asumen.

La posibilidad de que se produzca un desbalance, un desajuste en estos países productores de energía, y que son –queriendo o no– el sustento del modelo depredador del planeta, conduce, según los estudios de los propios científicos estadounidenses, a la desaparición de la vida humana en el planeta antes que finalice el siglo XXI.

No se está entonces hablando de un conflicto en un “oscuro rincón del mundo”, como dijera el ex presidente Bush, sino que se refiere a la región donde se produce el 60% de la energía mundial, lo cual significa un importante sustento para los países del norte, que supone que la realización plena del ser humano se da únicamente a partir de lo material, soslayando los valores espirituales, culturales y de convivencia entre los seres humanos.

Por ende, este conflicto en el Medio Oriente y el norte de África podría profundizar la crisis actual del sistema. Incluso se podría hablar de un conflicto civilizatorio, que pone en cuestionamiento el modelo hegemónico de la civilización occidental que ha imperado en los últimos 2500 años. Oriente tiene un modelo de desarrollo distinto, -como también los países árabes y musulmanes-, que se sustenta religiones y valores distintos a los nuestros, donde el papel del individuo, la comunidad y la sociedad son diferentes.

Por esa razón, se dice que lo que está ocurriendo podría conducir a un conflicto civilizatorio, pero no en los términos racistas que planteaba Huntington, sino en uno que cuestionaría al propio sistema internacional, aquel que se ha erigido sobre un mundo cuyo centro está en Occidente, un modelo judeo-cristiano, de democracia representativa y de mercado que vacila sin el petróleo y la energía que estos países hoy en conflicto producen en abundancia. Esto conlleva necesariamente a que Occidente intervenga para dar curso a esos conflictos a fin de salvaguardar su naturaleza depredadora y la estabilidad de sus mercados y sociedades.

El tercer elemento es la eventual transformación de las rutas marítimas para el transporte de los energéticos en esa región. El petróleo sale del Golfo Pérsico, cruza el estrecho de Ormuz, el Golfo de Omán, el Océano Índico, el Golfo de Adén, el estrecho de Bab-el-Mandeb, el Mar Rojo, el Canal de Suez, entra al Mediterráneo, de donde sale por el estrecho de Gibraltar hacia el Atlántico.

Esta ruta tiene cuatro puntos estratégicos: los tres estrechos y el Canal de Suez, que separan el Océano Atlántico del Mar Mediterráneo, el Mar Rojo y el Océano Índico. Si se produjeran grandes transformaciones en Yemen influirían en el control del estrecho de Bab-el-Mandeb; el estrecho de Ormuz es una región de influencia iraní; una posible situación de conflicto en el este de Arabia Saudita, Bahréin o los Emiratos Árabes Unidos cambiaría la situación geopolítica del Golfo Pérsico; las transformaciones en Egipto producirán un cambio en el manejo del Canal de Suez, como lo atestigua el paso de naves de guerra iraníes por el Canal por primera vez en más de 30 años; el conflicto que pudiera producirse en Marruecos, bajo control de una monarquía corrupta y autoritaria que controla la parte sur del estrecho de Gibraltar podría producir una transformación estructural en esa vía marítima. Se generarían cambios que obligarían a Estados Unidos y a las potencias occidentales a pensar en una lógica militar completamente diferente para el dominio de la región y del mundo. No hay que olvidar que para el control de esta ruta y de sus intereses en la región, Estados Unidos destina la Sexta Flota de su Armada en el Mar Mediterráneo y la Quinta Flota para el Golfo Pérsico, el Mar Rojo, el Mar Arábigo y la costa de África del este hasta Kenia.

Una transformación profunda en la situación regional ocasionaría un cambio en la correlación de fuerzas militares en la zona, en particular del poder naval que asegura el transporte marítimo de productos energéticos. En esa ruta, además de navíos de guerra de la OTAN, ya hay presencia de Irán, Rusia y China.

Por último, el cuarto elemento, tal vez el más importante a corto plazo, tiene que ver con las transformaciones que esta situación puede producir en el conflicto palestino-israelí.

Aunque como esta enunciado, este conflicto tiene su epicentro en la confrontación entre Israel y el pueblo palestino, no es el único. La situación estratégica de la región ha cambiado ostensiblemente en los últimos treinta años.

Un primer elemento a considerar es la revolución que derrocó al Sha de Irán el 12 de febrero de 1979 y estableció una República Islámica que se ha ido transformando con el tiempo en el principal factor de oposición a la presencia de Estados Unidos en la región. La revolución islámica ha desarrollado una política que ha ganado espacio y que hoy ha consolidado influencia más allá de sus fronteras.

El estudio de la región no puede partir de un análisis simple y abreviado de las contradicciones que existen entre los actores. Hay elementos que se deben considerar: el primero es que Irán es un país musulmán, pero no árabe. Irán tiene un origen y una composición étnica diferente, es un país persa. En la década de los 80 del siglo pasado, Irak, bajo el liderazgo de Saddam Hussein, desató una guerra contra Irán que duró ocho años. Saddam  utilizó  el argumento de que Irak era el escudo para detener la expansión persa a Occidente y así unificar a todas las fuerzas árabes contra Irán y recibir la ayuda de Estados Unidos y Europa, que lo apoyaron con tecnología y armamento.

Para estudiar la historia del mundo árabe y del musulmán un factor siempre presente es conocer y entender los avatares en la búsqueda del liderazgo regional. ¿Quién conduce a esta cantidad de países, que son propietarios del 60% de la energía mundial? ¿Qué utilización política se le da a esa energía? ¿Y en función de qué intereses? Esas interrogantes conforman parte importante del entramado que permite comprender a esta región del mundo. La confrontación para lograr el liderazgo y con ella la hegemonía de esos países que tienen una identidad cultural y religiosa común, está presente en la historia y ha ido cambiando con ella. En los años 50 y 60 del siglo XX, Gamal Abdel Nasser, quien dirigió una revolución que derrocó la monarquía egipcia, fue el gran líder del mundo árabe. Llegó incluso a crear la República Árabe Unida, configurada por Egipto y Siria.

El liderazgo de las luchas panárabes se instaló por lo tanto en Egipto, pero éste lo perdió con el fallecimiento repentino de Gamal Abdel Nasser. Arabia Saudita comenzó a asumirlo sustentado en su gran poder económico (por ser uno de los mayores productores de petróleo del mundo), pero después de la revolución islámica de 1979, Irán cuestionó esa hegemonía. Saddam Hussein, con la guerra iniciada en 1980 contra Irán, trató de deponer la guía de este país y de Arabia Saudita. Unos años después de finalizada la guerra, Saddam Hussein invadió Kuwait (una provincia desmembrada de Irak y creada como nación por los ingleses tras la primera guerra mundial y la desaparición del imperio otomano) con el objetivo de, una vez disponibles los recursos militares que Occidente le había concedido para su conflicto contra Irán, llevar adelante su expansión en el mundo árabe, aprovechando el conocimiento acumulado en una guerra de ocho años que le proporcionó gran experiencia a sus ejércitos y a sus estados mayores.

Saddam, anhelaba poseer los gigantescos recursos monetarios acumulados en los bancos kuwaitíes necesarios para financiar un proyecto de esa magnitud. Su argumento, históricamente válido, pero jurídicamente inaceptable, fue  recuperar una provincia que le había sido arrebatada por los colonialistas británicos. Hussein no midió que la alianza que había construido con Occidente, contra Irán, no se iba a mantener ante esa invasión a Kuwait, que amenazaba con el control del extremo septentrional del Golfo Pérsico, el estuario de Shatt al-Arab donde confluyen los ríos Tigris y Éufrates y el importante puerto petrolífero de Kuwait.

Esta nueva situación de liderazgo que se mantuvo a partir de los años 80, y la lucha permanente por la hegemonía dentro del mundo musulmán y el mundo árabe, comenzó a tener una transformación en la medida que Irán se consolidó, ya no sólo desde el punto de vista político, sino que también desde el económico. Hoy, Irán es una potencia mundial productora de naves de transporte aéreo y marítimo, de equipamiento agrícola e industrial, entre otros, y con una serie de instrumentos tecnológicos y científicos que incluso le han llevado a la posibilidad de producir energía nuclear para la electrificación del país.

En la disputa entre Irán y Arabia Saudita, hay un elemento que se debe considerar, y es que esa confrontación  enfrenta -aunque algunos estudiosos afirman que no hay tal contradicción- a las dos grandes corrientes del islam. En Irán hay un gobierno de orientación chiita y en Arabia Saudita una monarquía sunita. Estas dos vertientes no concuerdan necesariamente en su visión de mundo.

En la actualidad, además del gobierno chiita de Irán, hay una coalición en Irak, cuya dirección es de esa orientación, la que Estados Unidos, -a pesar de haber sido la potencia ocupante-, tuvo que aceptar ante su debilidad para controlar ese país y Afganistán, todo lo cual lo llevó incluso, a retirar tropas del primero para llevarlas al segundo.

Durante un período de ocho meses no hubo gobierno en Irak y la posibilidad de crearlo estuvo bloqueada, toda vez que Estados Unidos se oponía a que se instalara uno de mayoría chiita. En la actualidad, en el gobierno participan las minorías sunita y kurda y la mayoría chiita.

En Siria hay un gobierno alauita que comparte prácticas y creencias con los chiitas. En esa medida, el gobierno sirio, siendo árabe, estableció una relación estratégica con Irán, desde hace muchos años. Durante la guerra de los 80 entre ese país e Irak, Siria apoyó a los persas. Ahí debe haber primado esa cercanía religiosa. No se debe olvidar que Siria tiene en  las alturas del Golán una parte de su territorio ocupado por Israel.

Por su parte, Líbano es un pequeño país, solo comparable en superficie a Puerto Rico en América Latina, aunque estratégico en términos políticos, dado que en él “rebotan” todos los conflictos que se producen en el mundo árabe y en el musulmán. Todas las contradicciones de orden político e ideológico en el mundo árabe y musulmán se reflejan en la vida del Líbano. Recientemente, se estableció un nuevo gobierno a partir de una alianza patriótica  anti sionista, con mayoría chiita, pero con participación de los sunitas y los cristianos, quienes tienen una importante presencia en el Líbano, así como de los drusos, un pueblo que se considera árabe, musulmán en su mayoría y con una importante presencia en ese país mediterráneo.

Desde este punto de vista, los países situados al norte y este de Israel, configuran una coalición de fuerzas anti sionistas, constituida por organizaciones políticas y sociales de distintas y contradictorias concepciones ideológicas y políticas.

Así mismo, Palestina, dividida en dos territorios separados geográficamente, está bajo control de distintas fuerzas políticas. En Cisjordania (al este, región fronteriza con Jordania), donde se encuentra Ramallah, sede de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), ejerce el liderazgo Al Fatah, organización que es expresión del sector nacionalista palestino,  ha negociado con Israel y Estados Unidos e incluso ha manifestado profundas contradicciones con sectores palestinos radicales, algunos de cuyos líderes han sido capturados por la ANP y entregados a Israel.
 
Por ello, no podemos hablar de Palestina como un todo, sin contradicciones entre sus fuerzas políticas, que tienen ideologías diferentes y concepciones distintas de la lucha y de su relación con Israel.

El otro territorio, Gaza, es una pequeña franja de 360 km2, con 11 kilómetros de frontera con Egipto. Desde 2006 su gobierno es de mayoría sunita, liderado por el movimiento Hamás, adversario de Fatah. Hamás es aliado de Irán, de Hezbollah en el Líbano y de Siria. Al observar el mapa, constatamos que a Israel, solo le quedan como aliados en sus fronteras directas a Jordania y Egipto. Un cambio de gobierno profundo en Egipto o en Jordania significaría que el cerco político a Israel quedaría prácticamente consumado. Existe un sector en la frontera entre Egipto y Gaza, a través del cual el gobierno de Mubarak regulaba el flujo de ayuda humanitaria, alimentaria, médica e incluso militar, vital para su sobrevivencia y para la  defensa ante los ataques israelíes. Esto ha comenzado a cambiar con el nuevo gobierno de la Hermandad Musulmana.

La instalación de un gobierno panárabe e islámico en Egipto podría modificar sustancialmente la dimensión y las características de la ayuda que se podría producir desde ese país, a través de su territorio asiático de la península del Sinaí, hacía Palestina, concretamente hacia la Franja de Gaza. Esta misma se podría incrementar, incluso desde el punto de vista militar. Israel perdería el aliado que ha conservado en su frontera sur desde 1978, manteniendo sólo a Jordania en esa calidad, siendo este último un país débil que ha manifestado sus propios problemas internos y donde alrededor del 30% de su población es de origen palestino.

Podemos fácilmente imaginar la significación que tendría un cambio de orientación del gobierno egipcio en cuanto al conflicto palestino-israelí y la relevancia que tienen en ese sentido las transformaciones en los países que circundan a Israel. Esta nueva situación podría significar la revisión de los acuerdos de Camp David de 1978, sobre los cuales se basa el dominio de Estados Unidos en la región.

Además del derrocamiento y posterior  asesinato de Muamar Gadafi y del actual conflicto en Siria, en los últimos meses se han desatado violentos enfrentamientos  en Yemen y Bahréin, y de menos intensidad pero de igual importancia en Argelia, Jordania, Marruecos, Omán y Arabia Saudita. Y como consecuencia de la caída de Gadafi una situación potencialmente explosiva para todo el norte de áfrica en Mali lo que unido a lo ocurrido en Túnez y Egipto da cuenta de una conflictividad generalizada y en ascenso en la región.

Ante la pregunta de cuál es el alcance de lo que está ocurriendo en estos países, sería un error suponer que en los mismos va a haber transformaciones profundas y/o revolucionarias, por lo menos en el corto plazo en que Estados Unidos y Europa siguen teniendo capacidad de maniobra. Además, las fuerzas que han capitalizado estos movimientos no son de izquierda y los sectores más excluidos sólo han tenido un cierto protagonismo en Egipto. Sin embargo, avanzar hacia la democracia en la región daría un gran impulso a las luchas populares.

De manera que si se estudian los hechos concretos que sucedieron en Egipto, Túnez y Libia y lo que está ocurriendo en Siria desde una perspectiva más amplia, se puede llegar a la conclusión de que efectivamente podrían suceder trasformaciones importantes en la región y que es posible que tengan consecuencias relevantes en las estructuras de poder mundial y en el sistema de relaciones internacionales.

Por ese motivo, se debe tener en cuenta alguna de las consideraciones que en apretada síntesis se han hecho y entender que no es posible circunscribirse solamente al examen del conflicto local de Egipto, Túnez, Libia, Siria o de cualquier otro país de manera aislada. Después del estudio de lo local y lo regional, habría un último nivel de análisis, que conduce a indagar acerca de las probables repercusiones que pudiera tener lo que está ocurriendo en el Medio Oriente y el norte de África en el sistema internacional.

Esta región tiene evidencias de asuntos bastante curiosos. Uno de ellos es el de sus límites y fronteras, al observarlas en el mapa se constata que en su mayoría son líneas rectas que dividen los países de África y el Medio Oriente. Cabe preguntarse el origen de este fenómeno, y saber en qué condiciones se establecieron las líneas limítrofes de la región. Es difícil que las fronteras sean líneas rectas, a menos de que se hagan sobre un papel, lejos de la realidad geográfica y mucho más lejos de los límites naturales que los pueblos han establecido a través de la historia. Sin embargo, en este caso, que es una herencia colonial generalizada en el mundo, incluyendo a  América Latina, los espacios geográficos de los territorios coloniales que devinieron después de las independencias en estados nacionales se crearon en mapas extendidos sobre las mesas de las oficinas de los gobiernos de las metrópolis.

Pero no tienen el mismo origen en África que en el Medio Oriente. En 1884 y 1885, las potencias europeas se reunieron en el Congreso de Berlín y se distribuyeron África. Determinaron qué le correspondía a Francia, a Inglaterra, Bélgica, Portugal, algo para Alemania, España, Bélgica, Holanda y hasta a Italia le correspondió una parte.

De esa manera, crearon el germen de conflictos que todavía no se solucionan. Lo que sucedió recientemente en Sudán es una prueba de ello: lo transformaron en un solo país, sin que tuviera una identidad única. Tenía un norte árabe, musulmán, y un sur negro católico. Los unieron por la fuerza cuando les convino y ahora que les interesó dividirlo, fomentaron y alimentaron una guerra fratricida que les permitió “legitimar” la partición, todo para nutrir sus ingentes intereses económicos, básicamente en el área energética, una vez más.

Esto condujo a que en algunos territorios habitados por pueblos desde tiempos inmemoriales, vieron de pronto sus espacios geográficos divididos por líneas fronterizas sobre las cuáles no les consultaron. Por ejemplo, los herero viven en Angola, Botswana y Namibia; los afar en Djibuti y Etiopía; los acholi en Uganda y Sudán. En todos estos países conviven diferentes pueblos originarios, tribus, con características propias, culturas, lenguas, tradiciones y religiones diferentes. Algunas de ellas quedaron divididas entre dos y a veces entre tres potencias coloniales y después en diferentes estados nacionales.

Estos pueblos que han vivido desde hace cientos de años en esos territorios, se dieron cuenta que les habían puesto fronteras sin ser consultados y que para  pasar de un lugar a otro dentro de lo que culturalmente siempre ha sido su espacio propio, ahora debían pedir visa e incluso -en algunos casos- se les impedía transitar.

Peor aún, las potencias coloniales incentivaron diferencias para que los pueblos chocaran entre ellos, al igual que ha  sucedido en América Latina, donde nos hemos enfrentado por espacios surgidos de fronteras coloniales que nos impusieron. Ha habido conflictos entre Chile y Argentina, Colombia y Venezuela, guerras entre Chile, Perú y Bolivia, Perú y Ecuador y, El Salvador y Honduras y aún hoy pasamos por trances similares en varias latitudes del continente. Hemos vivido doscientos años en guerra por las fronteras que diseñaron los países colonialistas de Europa. Eso mismo ha sucedido en África y en el Medio Oriente.

En 1918, cuando finalizó la I Guerra Mundial, la potencia dominante en esta región, Gran Bretaña, impulsó la creación de países a partir de sus propios intereses. Para ello concibió monarquías, dictaminó qué territorio le iba a corresponder a estos nuevos Estados y quién iba a ser el soberano en cada uno de ellos. Entre los pueblos nómadas que habitaban la península, eligieron a la familia Saud que eran los jerifes de La Meca. Así, surgió la monarquía saudita y Arabia Saudita. Crearon un país donde sabían que había grandes reservas de petróleo e impusieron una monarquía absolutamente leal a Gran Bretaña para ese momento y a Estados Unidos después. A uno de los hijos del Rey saudita le crearon un país, Jordania, y al otro lo designaron Rey de Irak. Inventaron el Reino Hachemita de Jordania para que este príncipe hachemí tuviera su país.

Asimismo, a Irak, la antigua Mesopotamia, un país extraordinario con una gran riqueza y una importante tradición histórica, con indicios de cultura de miles de años de antigüedad, que podría tener un desarrollo autónomo y que, como dijimos antes, tiene costas en el Golfo Pérsico, le usurparon una parte de su territorio para fabricar un nuevo país, Kuwait, en el lugar que históricamente fue una provincia iraquí.

No hay que olvidar que los ríos Tigris y Éufrates son la mayor reserva de agua de la región. La civilización mesopotámica se construyó alrededor de estos ríos y su grandeza en gran medida estuvo determinada por la importancia que tenían y tienen estas fuentes de agua para la producción y el desarrollo. He ahí otro valor estratégico de la región, mucho antes de que se descubriera el petróleo, que cobrará mayor cuantía cuando el agua comience a escasear por la explotación indiscriminada de la Tierra, el cambio climático y el efecto invernadero.

En toda la región y en particular en el Golfo Pérsico, Inglaterra y las potencias coloniales terminaron creando monarquías de diferentes calidades, la mayoría emiratos y un sultanato, en Omán. Así culminó la partición de lo que fue el imperio otomano.

No corresponde en este momento analizar en profundidad lo que sucedió en India, un tanto alejada del Medio Oriente, pero vale mencionar que cuando logró su independencia en 1950, Inglaterra produjo la partición del territorio, dejando en su espacio una provincia musulmana (Cachemira) que debía pertenecer a Pakistán. Así sembraron la semilla de una discordia, que hasta el día de hoy mantiene un conflicto muy grave si se considera que ambos países poseen el arma nuclear al margen de las decisiones de Naciones Unidas al respecto.

De esa manera, generaron un historial de problemas que se mantienen latentes en la actualidad y permiten a los imperios, a partir de la división y la guerra, mantener su hegemonía en el mundo. A través de los años han exacerbado contradicciones entre nuestros pueblos, bajo un concepto nacional que no existe, mientras se apropian de los recursos naturales.

En el Medio Oriente y en el norte de África, las potencias coloniales han creado una serie de conflictos, incluyendo el más importante y antiguo que es entre árabes y judíos. Según la Biblia, árabes y judíos son pueblos semitas. Sem, quien da origen a esa identificación, fue el hijo mayor de Noé. De ellos desciende Abraham, reconocido por ambos pueblos, es decir, tienen un origen común y han vivido en este territorio en armonía y en paz por siglos. Pero se les han incentivado las diferencias a partir de intereses imperiales. En 1947 se llegó a un acuerdo en Naciones Unidas para crear el Estado de Israel y también un Estado palestino. Pero hubo un arreglo secreto, que hoy se conoce: los británicos optaron por cumplir sólo una parte y darle un territorio a los judíos, que se llamó Israel, sin concedérselo a los palestinos, con la connivencia de algunos jerarcas árabes.

En el análisis de la región, de sus conflictos y de las perspectivas de lo que pueda ocurrir, no podemos limitarnos al “blanco y negro”, tenemos que considerar que hay persas y árabes, que existen chiítas y sunitas y que, finalmente, hay representantes de la alta jerarquía y de la aristocracia árabe, de las monarquías, como también de los pueblos que están luchando, que derrocaron a los gobiernos dictatoriales de Túnez y de Egipto y crearon las bases para la intervención militar de la OTAN en Libia, destruyendo este país a pesar que era el de más alto PIB y mejores indicadores sociales de África.

Esta lógica que se plantea sirve para estudiar Asia, América Latina y África, es decir, cualquier lugar donde existió el régimen colonial de las potencias occidentales. ¿Cuál es la diferencia del examen que aquí se hace, con cualquier otro lugar del planeta? La diferencia fundamental es que se está hablado de la región donde se produce una parte considerable de la energía del planeta sobre la que se sustenta el sistema actual.

¿Qué conclusiones se pueden sacar? La primera es que detrás de todos estos conflictos están los intereses de las potencias coloniales. Gran parte de la conflictividad actual del planeta tienen en común su origen colonial.

En segundo lugar, existe una historia de indignidad, interesadamente poco divulgada, en el manejo de los intereses coloniales e imperiales en América Latina y el Caribe y en el mundo. Hay conflictos que se potencian con base en los intereses de los grandes actores del poder mundial y para Ecuador que es un país productor de petróleo y de energía, debe considerar de manera primordial el examen de estas variables, que tienen que ver con los intereses de las potencias y con la problemática energética. El tema energético domina el análisis geoestratégico e influye directamente en Ecuador.

Un tercer elemento a considerar es que en la génesis de lo que está ocurriendo en el Medio Oriente y el norte de África, y en particular de lo que dio origen a las transformaciones en Túnez y en Egipto, está el tema alimentario. Se prevé que miles y millones de personas sigan muriendo de hambre, cuando hay territorio, sol, agua y la capacidad de producir alimento para el doble de la población del planeta. Pero el modelo prefiere “alimentar” a los vehículos, recurrir a la agricultura para producir biocombustibles, en vez de alimentar a los seres humanos. Los recursos que deberían ir a la tecnología y los insumos para producir alimentos para la vida se invierten en tecnología para la guerra y la muerte.


En resumen, es imprescindible considerar las repercusiones que tienen estos hechos en la crisis que vive el mundo de hoy. Cuando se habla de ella, a diferencia de la de 1929 a 1933 que  se manifestó sólo en los ámbitos económicos y financieros, ahora se habla de una crisis integrada, ya que conlleva componentes de carácter energético, alimentario, ecológico, económico, financiero y uno del que se habla muy poco, que es el de la debacle moral y ética de los fundamentos en los que se sustenta el modelo depredador y el sistema de democracia político que impera en el mundo y que se nos han impuesto como verdad universal para todos nuestros países.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Derecho Humanitario, ¿cuál derecho humanitario?



Es difícil escribir sobre lo que está ocurriendo en el Medio Oriente y el norte de África desde hace dos años, y en particular en días recientes en Palestina, al mirar con impotencia como el mundo observa a través de la óptica torcida de los medios de comunicación lo que está ocurriendo, y no manifestar el repudio al horror que significa el asesinato impune de una población civil inerme en un conflicto que sólo conviene a las potencias occidentales y a su aliado sionista.

Pero, hay que sobreponerse e intentar una explicación que permita comprender el trasfondo de los hechos para entender que el pueblo palestino enfrenta una poderosa maquinaria bélica soportada tecnológica, financiera y militarmente por Estados Unidos y las potencias occidentales. Todo esto con el objetivo de satisfacer las ansias de dominio de la derecha que gobierna el Estado de Israel financiado por los grandes capitales judíos que representan al mayor poder financiero de Estados Unidos y Europa. Como vampiros, chupan de la sangre que produce la guerra, la venta de armas, el negocio energético y el tráfico de drogas. Por las venas de sus bancos fluyen los miles de millones de dólares que enriquecen sus arcas y que a pesar de la crisis, y de ser menos del 1% de la población han incrementado sus ingresos en los últimos dos años hasta en un 30%.

Veamos los acontecimientos recientes y estudiemos su lógica. El domingo 11, un niño de 13 años, Hameed Abu Daqqa, recibió un disparo en el estómago mientras jugaba frente a su casa en el sur de Gaza. Mientras eso ocurría helicópteros militares israelíes sobrevolaban el lugar. La respuesta no se hizo esperar y se lanzaron ataques contra las fuerzas militares sionistas. Aunque el lunes, Hamas ofreció una tregua para investigar los hechos, Israel respondió con los violentos bombardeos del miércoles que no se han detenido cuando se escriben estas líneas.

Sin embargo, la respuesta es la que cualquier pueblo digno debe hacer cuando es atacado. La resistencia está consagrada como un deber universal y está incluida como tal en la Constitución de varios países. Lo sabe el pueblo judío que se vio obligado a ella para sobrevivir a la barbarie nazi. No es terrorismo salvaguardar la integridad y la soberanía de la patria. Mientras el ejército sionista asesinó a un niño, los milicianos palestinos atacaron al ejército. Es Israel quien ha violado todas las resoluciones de la ONU, incluso la que le prohíbe poseer armas nucleares.

Por otro lado, el concepto de terrorismo no está definido por los organismos internacionales. Ese vacío jurídico ha permitido que se dé siempre una idea que solo sirve a los intereses de los poderosos. Ese fue el argumento que utilizó Israel para iniciar esta brutal ofensiva en lo que un editorial del periódico La Jornada de México ha llamado “violencia asimétrica”.

No recuerdan acaso los sionistas que cuando comenzaron a instalarse por la fuerza en Palestina en las primeras décadas del siglo pasado, sus organizaciones armadas, la Haganah y después el Irgún fueron caracterizados de terroristas por Gran Bretaña, pero que cuando a los ocupantes les convino que sirvieran a sus intereses contra los árabes las permitieron y hasta le dieron su apoyo. Ellos mismos las llamaban su “organización militar popular” y ya en 1938 actuaron junto a los británicos para sofocar la rebelión árabe. De manera que el uso del terror y del término terrorismo ha tenido para los sionistas un sórdido manejo desde hace casi un siglo. Nadie se puede sorprender que lo sigan utilizando para continuar actuando como cabeza de puente de los intereses de los sectores más reaccionarios de la derecha internacional.

Tratar de encontrar la explicación de los hechos lleva al estudio de algunos factores repetitivos de acciones que dan pistas al respecto. En primer lugar –y al igual que en 2008- se producen después de las elecciones en Estados Unidos. En este caso además, Netanyahu había apostado claramente por el candidato republicano Mitt Romney, su antiguo amigo de la universidad. La derrota de éste adelantó la decisión. Nuevamente, y de la misma manera que en 2008 están pautadas elecciones en Israel, ahora para enero de 2013. Cabe destacar que en este país las principales fuerzas en pugna son las llamadas ultra derecha del canciller Avigdor Lieberman, extrema derecha del partido Kadima de la ex canciller Tzipi Livni y la derecha del Likud del actual primer ministro Benjamín Netanyahu. Se necesitaba de una acción que despertara el sentido nacional para llevar a Netanyahu a la reelección.

Otro factor desencadenante de la agresión, es el anuncio del presidente de la ANP Mahmoud Abbas de que dentro de pocos días va a solicitar el reconocimiento de Palestina como Estado en la ONU, sin embargo la división entre las autoridades de Gaza y Cisjordania es tan grande que Abbas incluso llamó “a las partes al cese del fuego”, ubicándose en una posición externa del conflicto. De manera que la invasión sionista persigue también el objetivo de profundizar esa segmentación de las fuerzas políticas palestinas.

En el análisis más global de los hechos, fuentes militares y de inteligencia tanto de Israel como de Estados Unidos han aportado elementos suficientes para demostrar que una acción bélica contra Irán no tiene ninguna garantía de éxito. También debe considerarse que el ejército sionista ya fue derrotado por Hezbollah en Líbano en 2006. Así, la desesperación de Israel por provocar a Irán y escalar una crisis en Oriente Medio lo ha llevado a operaciones de todo tipo. Sólo una semana antes respondió de manera desmesurada a disparos hechos en los territorios ocupados del Golán, por fuerzas sirias que se enfrentaban en el conflicto interno de ese país.

En ese marco, el presidente Obama parece considerar la realidad de los acontecimientos y ha comenzado a buscar la negociación con Irán, un escollo que necesita superar en su proyección de su trayectoria a Asia para su enfrentamiento estratégico (no necesariamente bélico) con China. Al respecto, el mandatario estadounidense ha dicho que “Tiene que haber un camino mediante el cual ellos (Irán) puedan tener energía nuclear pacífica mientras satisfagan sus obligaciones internacionales y suministrar claras garantías a la comunidad internacional de que no andan tras el arma nuclear” y agregó posteriormente que ha hecho un compromiso de “realizar un impulso en los próximos meses para ver si podemos abrir el diálogo”.

Todo el mundo sabe que las relaciones entre Netanyahu y Obama no son buenas, pero todo el mundo sabe también que éste y cualquier presidente de Estados Unidos es “prisionero” de sus compromisos con el lobby judío, que al igual que el cubano, dejaron de ser –hace muchos años- un problema internacional para transformarse en parte de la cotidianidad de la política interna de Estados Unidos.

En este marco se inscribe también la destitución del General Petraeus como Jefe de la CIA. Lo que han hecho aparecer como un tema de infidelidad conyugal forma parte de la misma conspiración sionista. No por casualidad la cesantía de Petraeus se produce días antes de la agresión.

En marzo de 2010, Petraeus compareció como jefe del Comando Central de EE.UU. ante el Comité de Servicios Armados del Senado. Ahí manifestó que “Las hostilidades permanentes entre Israel y algunos de sus vecinos presentan claros desafíos a nuestra capacidad de avanzar nuestros intereses en el Área de Operaciones (AOR). Las tensiones israelí-palestinas frecuentemente estallan en violencia y en enfrentamientos armados en gran escala. El conflicto fomenta el sentimiento antiestadounidense, debido a una percepción de favoritismo de EE.UU. hacia Israel. La cólera árabe por la cuestión palestina limita la fuerza y la profundidad de las relaciones de EE.UU. con gobiernos y pueblos en el AOR y debilita la legitimidad de los regímenes moderados del mundo árabe. Entretanto, Al Qaeda y otros grupos militantes explotan esa cólera para movilizar apoyo. El conflicto también otorga influencia a Irán en el mundo árabe a través de sus clientes, Hezbollah en el Líbano y Hamás”. No lo hizo por amor a Palestina, sino porque necesitaba evidenciar los riesgos que está significando Israel para los objetivos estratégicos de Estados Unidos.

Así mismo, Meir Dagan jefe del Mossad, la principal agencia de inteligencia israelí dijo en el parlamento de su país que “Israel está pasando gradualmente de ser un activo de EE.UU. a ser una carga”.

En esa medida, y frente a la impotencia ante la búsqueda de negociaciones de Estados Unidos con Irán, Israel actuó en el único lugar donde puede obtener el “éxito” militar. En Gaza, la agresión contra un pueblo inerme ha devenido en genocidio. Los palestinos ni siquiera han recibido el apoyo de la mayoría de los países árabes, desmintiendo una vez más que exista un conflicto árabe-israelí. Éste sólo se circunscribe a Palestina cuya resistencia impide la consumación de los planes imperiales en el Medio Oriente.

Con ello, Israel sin escrúpulos de ningún tipo y violentando el derecho internacional, realiza una operación de exterminio étnico, provoca a Irán, buscando la escalada del conflicto, induce a Estados Unidos y a Europa a darles su apoyo y prepara sus elecciones utilizando la agresión como instrumento de unidad nacional. Estados Unidos lo podría impedir, pero no lo va a hacer. Por encima de todo, están sus intereses expansionistas y hegemónicos. Israel lo sabe y ante la mirada impotente del mundo ha desatado un nuevo asesinato masivo de un pueblo que lucha y resiste.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

El XVIII Congreso del Partido Comunista de China.



La civilización china es muy antigua, tiene más de cinco mil años. A través de la historia ha hecho grandes aportes científicos y tecnológicos a la humanidad. El papel, los fósforos, el arado de hierro, la brújula, el uso del gas natural como combustible, la pólvora y la rueda de hilar se cuentan entre los inventos que los pueblos de China han hecho en favor de la economía y el desarrollo.

Los progresos de su economía y su cultura alcanzaron niveles avanzados mucho antes que las culturas occidentales. A diferencia de estas, que sustentan el éxito en la competencia y el individualismo, la cosmovisión china se basa en la integración de los opuestos, en el papel de que la existencia humana no supera en relevancia la de otros seres vivientes y de que lo espiritual tiene tanto valor como lo material.

Los estudios realizados por el gran filósofo Lao Tse sobre el cuerpo humano en el siglo VI a.C sentaron las bases para una medicina que hasta hoy es más eficaz y barata que la occidental porque se asienta en la prevención de los males para tratar de evitarlos.

Así mismo, Confucio, el otro gran filósofo chino de la antigüedad, estableció una dimensión social y política de la gestión de gobierno que ha trascendido los siglos y le ha dado a ese país las bases ideológicas para la unidad bajo un gobierno fuerte y centralizado. Sin embargo, eso ha permitido establecer una sociedad ordenada y jerarquizada que tiene como centro al colectivo por encima del individuo. Es imposible analizar la actual sociedad china al margen de estos dos filósofos que antecedieron 25 siglos a Marx y 26 a Mao Tse Tung, padre de la China actual.

Ya en el siglo III a.C el primer emperador Shi Huangdi logró la unificación de lo que hoy es el territorio chino. En el transcurrir de las centurias, las distintas dinastías que ostentaron el poder mantuvieron la unidad de las diferentes regiones del país, resistieron las invasiones de naciones extranjeras y procedieron a homogenizar la escritura, la moneda, y los parámetros de la educación.

Eso le dio la fortaleza para constituirse en una poderosa nación hasta que a mediados del siglo XIX, durante la desprestigiada dinastía Quing, las guerras del opio lograron debilitar al Estado, iniciándose el declive de China y su subordinación a la lógica del poder colonial de las potencias occidentales. Gran Bretaña y Francia lograron lo que ninguna civilización occidental pudo conseguir en el pasado mediante la introducción del estupefaciente como principal mercancía del comercio y la guerra como instrumento de dominación. Así, introdujeron a la gran nación china en una lógica que sirvió a los intereses coloniales occidentales. Incluso en 1898 ingleses, rusos, alemanes, franceses, japoneses y estadounidenses invadieron el territorio chino, se lo repartieron en zonas de influencia y exigieron pagos de compensaciones y concesiones de tierras. La dignidad de la nación china una vez más había sido mancillada.

En 1912, bajo el liderazgo de Sun Yat Sen la monarquía fue derrocada y se proclamó la república. El movimiento nacionalista Kuomintang capitalizó el espíritu anti japonés del pueblo chino y su demanda de una nueva constitución. Sin embargo, la influencia de Japón en el país era relevante, sobre todo después de la primera guerra mundial. En ese marco, algunos estudiantes universitarios pertenecientes a la Juventud Socialista e inspirados en las ideas de Carlos Marx y la revolución rusa, fundaron en 1921 el Partido Comunista de China (PCCh). Ese partido está celebrando su XVIII Congreso en los días que transcurren.

Han pasado muchos años desde ese lejano 1921 hasta nuestros días. Las transformaciones del país han sido sustanciales. De los 300 militantes que formaban parte de la organización en 1923 a los aproximados 80 millones que tiene hoy, dan cuenta de ese un salto gigantesco. En sus primeros años el PCCh, debió buscar las alianzas necesarias para luchar contra la influencia japonesa que se transformó en ocupación en 1931, así mismo debió luchar contra la represión del gobierno del Kuomintang que a la muerte de Sun Yat Sen había nombrado como líder a Chang Kai Shek y que se negó a incorporar a los comunistas al gobierno después de la segunda guerra mundial cuando Japón fue derrotado y expulsado del país.

Desde 1934 el PCCh promovió la toma de tierras, en un movimiento que se ha denominado como la “Larga Marcha”. Su Secretario general, Mao Tse Tung que había sido elegido en 1935 ganó un gran liderazgo que comenzó a generar expectativas sobre todo en los sectores campesinos de uno de los países más pobres y atrasados del mundo para la época. Para 1948 los comunistas habían logrado incorporar a 500 millones de campesinos para luchar por la reforma agraria, principal bandera de su combate.

El 1° de octubre de 1949 los comunistas tomaron el poder y proclamaron la República Popular China. Desde entonces el Partido Comunista de China ha sido la fuerza dirigente de la sociedad y el Estado chino. El pasado jueves 8, este partido inició su XVIII Congreso que culminará el próximo 15 de noviembre.

En el informe al Congreso presentado por el Secretario General Hu Jintao se reivindica la política de reforma y apertura iniciada en 1978 que ha permitido el desarrollo y transformación del país. Hu dijo que el PCCh ha hecho grandes aportes a la teoría marxista-leninista, a partir de las contribuciones hechas a la misma por Mao Tse Tung y el socialismo de carácter chino que recoge la continuidad de los elementos entregados al desarrollo de la sociedad por los distintos líderes chinos en estos últimos 35 años. Hu ha persistido en una idea de futuro que apunta al socialismo y ha asegurado que las características del mismo en las condiciones actuales de la economía mundial es lo que los ha obligado a descubrir particulares modalidades para su ejecución.

Por otra parte el Presidente chino ha reivindicado también la concepción científica del desarrollo y la justicia social como paradigmas a seguir en el quehacer de la política interna. En ese devenir, ha hecho un énfasis novedoso en su análisis al incorporar la necesidad de una superlativa preocupación por el medio ambiente como uno de los ejes centrales de la política del PCCh y el gobierno para el próximo período.

Así mismo, se ha planteado el objetivo de duplicar la renta per cápita de los chinos en 2020 respecto de 2010. Sin embargo, no se refirió al tema solo en términos cuantitativos, expuso que debe haber una distribución más colectiva y equitativa del ingreso, sobre todo para superar las grandes diferencias que aún persisten entre la ciudad y el campo. Recalcó que debe haber igualdad de oportunidades, no solo de ingresos.

Finalmente, el Secretario General del PCCh exteriorizó con especial vehemencia su preocupación por los males que aquejan a la sociedad china: la corrupción y la ineficiencia administrativa. Invocó los valores que dan fortaleza a los comunistas: la virtud y la honestidad como pilares en los que se debe sustentar la gestión. Así mismo, habló de la necesidad de la reforma interna para mejorar la capacidad del gobierno, de manera que el PCCh siga teniendo legitimidad ante el pueblo y pueda continuar manteniendo su hegemonía en la sociedad.

El informe de Hu y los debates posteriores han mostrado que la política china mantiene inalterable su rumbo, más allá de los vaivenes y las contradicciones en las que los especialistas extranjeros han puesto su mira. Los puntos de vista de los analistas occidentales siguen queriendo ver a China desde la perspectiva de una realidad que no tiene y, estudiarla a partir de cánones de conducta provenientes del otro lado del planeta, niegan así que estamos hablando de un país de cultura milenaria, que sustenta su acción política a partir de una creación propia sin copiar el modelo occidental ni siquiera el de socialismo, construyendo uno que tiene base original sin contradecir sus seculares principios filosóficos.

Lo cierto es que el país con la población más numerosa del planeta sigue teniendo en el PCCh su “…destacamento de vanguardia de la clase obrera y, a la vez, del pueblo y la nación en este país, y núcleo dirigente de la causa del socialismo con peculiaridades chinas…” como lo enuncian sus estatutos. Ese país, dirigido por los comunistas chinos que hoy celebran su XVIII Congreso será en 2016 la primera potencia económica mundial, cuando hace apenas un poco más de 60 años era un apéndice maltratado del escenario internacional.