Todo hecho político puede ser analizado en su doble dimensión como noticia, es decir como coyuntura que ocurre y tiene repercusiones en la superficie, pero también por el influjo estructural que produce y, en esa medida, es importante saber cómo tal evento impacta en el análisis más profundo de los acontecimientos.
En la primera dimensión, el alzamiento durante 36 horas del grupo mercenario ruso Wagner el fin de semana pasado, hizo verter “ríos de tinta” y miles de horas de transmisión en las que se informaba desde lo más trivial hasta lo más espeluznante. La prensa occidental llegó a afirmar que “Rusia se había quebrado” y que era “el principio del fin de Putin”.
En fin, los hechos están a la vista: Prigozhin se rindió y negoció por su vida, hoy está exiliado en Bielorrusia, el grupo Wagner será desmantelado en Rusia, su armamento y equipos están pasando a las Fuerzas Armadas, la operación militar especial rusa en Ucrania no tuvo interrupciones, pero hay que lamentar la irreparable pérdida de 13 aviadores militares rusos, además de la destrucción de un avión y dos helicópteros. En condiciones normales, Prigozhin debió haber sido enjuiciado y sometido a severas penas por haber producido un levantamiento armado contra el poder establecido en el momento en que el país desarrolla una operación militar en defensa de su soberanía, su integridad y su sobrevivencia futura. Una vez más se demuestra que en política no necesariamente dos más dos son cuatro.