Actividades Académicas

sábado, 19 de diciembre de 2020

¿Vientos de cambio en la OEA?


Aunque se ha vendido como una gran victoria, la resolución aprobada por la Organización de Estados Americanos (OEA) el miércoles 8 a través de la cual no reconoce el resultado de las elecciones parlamentarias de Venezuela, en realidad es expresión de la profunda crisis por la que atraviesa la institución. Que la resolución haya sido presentada por Estados Unidos, Brasil y Colombia transforma el panfleto en una condecoración que honra a la nación bolivariana. 

Conformada por 33 países después del formal retiro de Venezuela en 2019 y la expulsión de Cuba en 1962, más de un tercio de sus miembros no apoyaron la resolución lo cual muestra una organización dividida y carente de liderazgo que en realidad en su ejecutoria práctica se muestra como una alianza de gobiernos de derecha dirigidos por Estados Unidos para mantener y profundizar su dominio sobre la región. 

Incluso su tradicional caracterización como ministerio de colonias de Estados Unidos se ha reducido casi exclusivamente a la organización de fraudes electorales y golpes de Estado. En este sentido, tuvo éxito al imponer a Juan Orlando Hernández en Honduras en 2017 y a Jeanine Añez en Bolivia en 2019, pero ha fracasado estrepitosamente en Nicaragua (2018) cuando aupó la insurrección golpista contra el gobierno del comandante Daniel Ortega, en San Vicente y las Granadinas así como en Guyana durante este 2020 donde infructuosamente intentó “ensuciar” las elecciones para que se declarara fraude y poder imponer a sus candidatos. 

Ni hablar de Venezuela donde desde su elección como secretario general, Luis Almagro, de manera continua ha intentado derrocar al gobierno del presidente Maduro utilizando para ello todo tipo de velados y abiertos subterfugios así como los variados instrumentos que Washington ha puesto a su alcance para lograr tal fin. En la búsqueda de este objetivo se asemeja al Cártel de Lima, su hijo putativo, parido contra natura, que también ha fracasado. 

Si nos atenemos al desprecio que ha manifestado el presidente Donald Trump contra el multilateralismo y sus instituciones, al punto que ni siquiera quiso “ensuciar su reputación” formando parte del Cartel de Lima, deberíamos concluir que Almagro ha actuado por iniciativa propia en su interés personal de servir a Estados Unidos como forma de prolongar su estadía en la secretaría general, llegando al paroxismo cuando en septiembre de 2018, anunció que no se podía descartar una intervención armada contra Venezuela, pasando por encima incluso de la Carta de la ONU. 

Sin embargo, pareciera que el golpe de Estado contra Evo Morales en 2019 que Almagro ha reivindicado como de autoría propia en un reciente libro publicado el pasado noviembre bajo el título "Luis Almagro no pide perdón", ha rebasado toda tolerancia, incluso de aquellos que lo promovieron y auparon. 

Por supuesto, todo se produce cuando Trump ya va de salida. En los últimos 4 años, ciertas fuerzas y personajes guardaron silencio cómplice antes los desmanes y tropelías del ex ministro de relaciones exteriores del gobierno de José Mujica. Uno de ellos es el ex presidente colombiano Juan Manuel Santos quien afirmó recientemente que:”La OEA no está funcionado”. Según el periódico bogotano “El Espectador”, Santos hizo esta aseveración el pasado jueves 10 de diciembre durante un foro virtual organizado por el think tank Dialogo Interamericano con sede en Washington, en el que también participaron los ex mandatarios Ricardo Lagos de Chile, Ernesto Zedillo de México y Laura Chinchilla de Costa Rica. 

Ahondando en el asunto, Santos aseveró que los países de la región han sido incapaces de acordar una visión básica o un objetivo para la institución en el mundo actual y remató ratificando que no creía que hubiera liderazgo alguno dentro de la OEA. El ex presidente colombiano se lamentó de la situación de la organización panamericana construida bajo el alero de Washington certificando que: “Es muy triste decirlo, pero es la realidad, ahora mismo la OEA no está abordando los problemas que debería abordar”. 

Santos cree que es necesario crear un nuevo tipo de liderazgo para “revitalizar” estas organizaciones para que puedan cumplir con sus objetivos básicos. Remató su intervención diciendo que: “Si no lo hacemos, estas organizaciones van a seguir siendo algo irrelevantes”, porque “las instituciones internacionales son lo que los países miembros quieren que sean”. 

Por su parte, Ricardo Lagos, quien fue el primer mandatario en todo el mundo en manifestar su apoyo al golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez en 2002, llamó a “repensar” el sistema. Lagos opinó que le parecía que había llegado el momento de una “revisión” del sistema interamericano, ya que su “arquitectura es un poco anticuada”. 

En una propuesta propia de Lagos y de los últimos presidentes chilenos que actúan “tirando la piedra y escondiendo la mano”, el expresidente que protegió a Pinochet durante su prisión en Londres, propuso un sistema que sea como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), “pero sin carácter militar”, algo difícil de entender y mucho más de ejecutar pero que pudiera ser entendido como la fusión de la OEA con el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Según Lagos: “…eso sería mucho más importante en lugar de tener un sistema interamericano extremadamente anticuado”. 

Para el expresidente chileno llegó el momento de “repensar” qué tipo de institución es necesaria para tener un entendimiento entre los países de América Latina y el Caribe y Estados Unidos, y destacó que en esto, el rol de Canadá es “extremadamente importante”. 

En el caso de Santos, es claro que ambiciona ponerse en la mira de Biden por si éste, en interés de hacer efectiva su doctrina multilateralista de agresiones e intervenciones coordinadas, comienza a pensar en la sustitución de Almagro, quien es cada vez más impresentable y contrario a la necesidad de estabilidad que Estados Unidos -verdadero elector y mentor de la OEA- necesita para mantener su “patio trasero”. Hay que recordar que el gobierno de Obama en el cual Biden fue vicepresidente, tuvo una excelente relación con Santos en el tiempo en que éste fue la máxima autoridad política de su país. Obama incluso apoyó en todo momento a Santos durante las negociaciones de paz con la guerrilla de las FARC que concluyeron en La Habana en 2016 y fue pieza fundamental para el Premio Nobel que le compraron en Oslo. 

De la misma manera, una eventual destitución de Almagro serviría de alguna forma de equilibrio en las instituciones regionales tras el nombramiento por parte de Trump de Mauricio Claver-Carone como presidente del Banco interamericano de Desarrollo (BID). Este americano de origen cubano, fue “sembrado” por Trump en esa responsabilidad burlando la tradición que señalaba ese puesto para un latinoamericano Así mismo, con tal designación Trump honró su compromiso con el republicano Marco Rubio y el exilio cubano de Miami. Florida y Miami votaron por Trump y tal vez Biden quiera desquitarse sacando del juego a Almagro quien se ha transformado en una pieza sólida del terrorismo cubano y venezolano asentados en el sur de la Florida. Así, Biden también intentaría poner en la OEA un peón más “digerible” en su afán de construir la “diplomacia coercitiva” que ha propugnado el futuro secretario de Estado, Anthony Blinken.

martes, 15 de diciembre de 2020

Allamand, un cachorro de la dictadura pinochetista


Mientras su policía arreciaba la represión contra los manifestantes que exigen una transformación del país a partir de la elaboración de una nueva constitución, el canciller chileno se paseaba por Europa hablando de democracia y atacando a Venezuela con el objetivo de ganar apoyos internacionales para la trampa electoral que entre “gallos y medianoche” urdieron las élites del país el 15 de noviembre de 2019 a fin de –una vez más- engañar al pueblo de la misma manera que lo hicieron en los estertores de la dictadura. 

El talante represivo, fascista y antidemocrático de Andrés Allamand le viene en el ADN. Ya en 1972 con 16 años fue aspirante a presidente de la Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago (FESES) y como no ganó, optó por dividir la institución, quebrando un unitario instrumento de lucha de los estudiantes. Estas actividades como dirigente estudiantil las simultaneaba con su militancia en la organización terrorista “Comando Rolando Matus”, donde destacaba por su fervor anti comunista y un discurso de odio propio del fascismo. 

Aunque se le ha querido presentar como un profesional brillante, lo cierto es que se demoró 10 años en graduarse de abogado. Tras el golpe de Estado de Pinochet era tal su afán de protagonismo a fin de ponerse bajo el manto protector del dictador que creó un movimiento fascista denominado Movimiento de Unión Nacional (MAN) que tuvo efímera existencia, por lo que recaló en Renovación Nacional (RN) de la mano de Sergio Onofre Jarpa, uno de los principales líderes del golpe de Estado cívico-militar que derrocó a Allende. Ese partido fue el principal soporte ideológico de la dictadura. Jarpa, el mentor político de Allamand fue ministro del interior de la dictadura en el período de mayor represión y terror. 


Según el informe elaborado por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, conocida como Comisión Valech, un organismo creado para investigar y recoger testimonios de todos los casos de abusos, torturas y asesinatos cometidos durante la dictadura, que publicó sus conclusiones en 2004 y las amplió en 2011, las víctimas de violación de derechos humanos entre 1973 y 1990 fueron 31.686 personas, de las cuales 28.459 casos fueron víctimas de tortura y 3.227 casos fueron víctimas ejecutadas o desaparecidas (2.125 muertos y 1.102 desaparecidos). Allamand fue cómplice de estos delitos contra la humanidad desde el silencio de su militancia en MAN y RN. 

El 5 de octubre de 1988 se convocó en Chile un referéndum para decidir sobre la continuidad de Pinochet como presidente de la República. Allamand se ubicó entre la minoría que pretendía que Pinochet continuara en el poder por 8 años más, sin embargo, disfrazado de demócrata, se las ha arreglado por 26 años para usufructuar desde los poderes ejecutivo y legislativo del régimen de pos dictadura que existe hasta hoy y contra el cual el pueblo chileno se ha rebelado. 

Curiosamente en 2016 escribió un libro titulado “La salida. Como derrotar a la Nueva Mayoría” copiando de esa manera el nombre del movimiento terrorista liderado por Leopoldo López en 2014 que precisamente pretendía derrotar al gobierno del presidente Nicolás Maduro. 

Poco puede decir Allamand de democracia y de derechos humanos. Finalmente, lo que sale de su boca es lo mismo que expulsa por su tracto digestivo.

jueves, 10 de diciembre de 2020

Rumania y Venezuela: elecciones el pasado 6 de diciembre.

 


El pasado 6 de diciembre hubo elecciones parlamentarias en Venezuela y en Rumania. Los resultados no tienen el mismo impacto porque estamos hablando de disimiles regímenes políticos, presidencial el sudamericano y parlamentario el europeo, sin embargo una simple revisión de cómo fueron manejados ambos eventos por las grandes agencias internacionales de prensa muestra claramente que la “objetividad” que enarbolan es falsa y que finalmente dicen lo que se les ordena desde Washington y Bruselas. 

Rumania vivió una extraña jornada electoral en la que la oposición social demócrata se “alzó con la victoria de manera sorpresiva”, pero perdió según la ley, como lo señalan casi todos los medios de prensa “dueños de la verdad universal”. El Partido Socialdemócrata (PSD) obtuvo 30 % de los votos y el gobernante Partido Nacional Liberal (PNL) de derecha logró un 25% de apoyo. 

La derrota del PNL significó que el primer ministro Ludovic Orban dimitiera del cargo. La tradición de los sistemas parlamentarios es que a la agrupación más votada le corresponda formar gobierno. Sin embargo, lo que no resultó sorpresivo fue que los ganadores resultaran perdedores por obra y gracia de la decisión del presidente rumano Klaus Iohannis quien designó como primer ministro al titular de Defensa, general Nicolae Ciuca, quien llegó al Ejecutivo en noviembre de 2019 tras derrocar al anterior gabinete socialdemócrata en una moción de censura 

jueves, 3 de diciembre de 2020

Entre falsos positivos, ocultamiento de información y parecerse a la OTAN. La intríngulis de las Fuerzas Armadas de Colombia


La crisis institucional de Colombia es de larga data a un punto tal que ya es parte del sistema político, dicho de otra manera, las élites diseñaron un modelo a través del cual la crisis es vista y aceptada como expresión de democracia. Claro, el resquebrajamiento del Estado tiene límites en tanto no afecte los intereses oligárquicos que controlan ese país desde la independencia. 

Las fuerzas armadas no son ajenas a este fenómeno. Fueron creadas para “… la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y del orden constitucional” según reza el artículo 217 de la Constitución política. Sin embargo, toda vez que los únicos conflictos externos que ha tenido Colombia desde 1948 han sido provocados por Bogotá: la incursión de la corbeta Caldas en 1987 en aguas jurisdiccionales de Venezuela y la invasión a Ecuador en 2008, el estamento castrense ha sido involucrada en una guerra interna -que no han podido ganar en el terreno militar- por más de 60 años en defensa de ese “orden constitucional” que sirve a las élites y margina al pueblo que se encuentra sumido en altos niveles de pobreza y exclusión. 


En el caso de las fuerzas armadas, el más alto grado de descomposición se manifestó a través de la política de falsos positivos mediante la cual el binomio Uribe-Santos prostituyó a una parte importante del componente militar colombiano. Ese delito que según la Corte Penal internacional (CPI) “puede ser catalogado como de lesa humanidad y de guerra” se convirtió en 2012 en política de Estado si se considera que estos asesinatos fueron cometidos para aumentar los índices de éxito militar, transformando la muerte de civiles en instrumento de obtención de mayores recursos internacionales para el logro de sus objetivos