Actividades Académicas

sábado, 26 de enero de 2019

Estados Unidos contra Venezuela: un bufón para un circo de 12 países.


Es difícil responder algunas preguntas en la Venezuela de hoy. Creo que ni el gobierno de Venezuela ni el de Estados Unidos (los únicos actores verdaderos en este conflicto tienen todas las respuestas), sobre todo porque lo ocurrido es una situación inédita, en Venezuela, en América Latina y posiblemente en el mundo, es decir un golpe de Estado que se planifica, organiza y dirige desde el exterior, lo cual es normal desde que Estados Unidos existe como potencia, pero en este caso también se ejecuta en el exterior, lo cual es una novedad. El resto de participantes de este drama, incluyendo la oposición venezolana y los 10 países del Grupo de Lima más Ecuador -que se plegó a éste para ajustar el comportamiento fascista del traidor que ostenta la presidencia, al de sus colegas de la región- son meras fichas de relleno para la consumación de los planes imperiales. 

En Venezuela, el golpe de Estado se inició con las declaraciones del vicepresidente Pence y se consumó con el reconocimiento de Guaidó por parte de Trump. De hecho, la manifestación convocada por la oposición amenazaba con ser un nuevo fracaso y fue solo tras el reconocimiento de Trump que las fuerzas opositoras se movilizaron masivamente al sentir el respaldo de Estados Unidos, esto se corrobora con las declaraciones de Diosdado Cabello respecto de su reunión el día anterior con Juan Guaidó ( que no desmintió en una entrevista con una periodista colombiana de Miami) en la que éste hizo ciertos compromisos que fueron incumplidos al día siguiente después de recibir una llamada desde Washington. En este sentido, se repite la actuación en República Dominicana, en años anteriores, cuando tras llegar a un acuerdo negociado con el gobierno para solucionar pacíficamente las controversias, dos llamadas telefónicas, una desde la capital imperial y otra desde Bogotá, hicieron que sus delegados no suscribieran el acuerdo. Esto reitera que la oposición venezolana no tiene criterio propio y actúa como marioneta de la presidencia de Estados Unidos. 

jueves, 24 de enero de 2019

Grupo de Lima: cuando la ignorancia se pretende convertir en derecho


En julio de 1867, en su primer manifiesto dirigido al pueblo mexicano después de haber entrado triunfante a la capital tras la derrota del imperio austríaco, el presidente Benito Juárez enunció una frase que marcaría para siempre la historia de México y dejaría una impronta en América Latina: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Tal vez, podría considerarse esta frase como uno de los pilares fundantes del derecho internacional latinoamericano y un aporte a la búsqueda de mantener relaciones armoniosas entre los pueblos y gobiernos del mundo.

Unos años antes, Andrés Bello, en su obra “Principios de Derecho internacional” publicada en Caracas en 1837, transformada en texto obligado de consulta de las cancillerías de la región y adoptada como texto de estudio en varias universidades de América Latina, el educador, diplomático y jurisconsulto venezolano hizo mención a las particularidades y a la diversidad de la región, buscando sin embargo -en términos del derecho- conciliar el pensamiento universalista vigente con el americano emergente.

martes, 15 de enero de 2019

Deseos e indignidad: el camino de la oposición en Venezuela


El pasado 20 de octubre, una entrevista realizada a Miguel Henrique Otero por el periódico digital español Diario de Avisos aliado de El Español, otro periódico digital muy cercano al ex presidente José María Aznar, rotuló bajo el titular (que ponía entre comillas una frase de Otero en dicha entrevista) que en su periódico El Nacional: `”Antes de diciembre publicaremos el titular ‘Venezuela vuelve a la democracia”. 

Vale decir que la inmoralidad de Otero llega a tal punto que al referirse a su padre solo dice que fue “…una persona muy de izquierdas y tenía un semanario humorístico que se había convertido en un fenómeno en Venezuela”, obviando que fue uno de los mejores escritores e intelectuales venezolanos del siglo XX y olvidando -seguramente por vergüenza- que Miguel Otero Silva fue militante comunista y uno de los 17 participantes en la Primera Conferencia del Partido Comunista de Venezuela realizada en agosto de 1937. 

Otero, quien es popularmente conocido en Venezuela con el apodo de “bobolongo” precisamente por haber dilapidado la herencia material y moral y no haber llegado ni remotamente al talante intelectual y a la actitud rebelde su padre y de su madre María Teresa Castillo, incurrió una vez más en la intención de transformar un deseo en postverdad al afirmar, -ante una pregunta del periodista referida a la situación de Venezuela que: “Es un escenario en el que todo indica que está a punto de que ocurra algo. No sé cómo será el modelo de salida, pero veo que antes de diciembre publicaré el titular Venezuela regresa a la democracia”. 

domingo, 6 de enero de 2019

La mentira, principal arma de guerra del Grupo de Lima




La incertidumbre es una variable siempre presente en el análisis de los temas referidos al funcionamiento del sistema internacional, sobre todo porque es imposible obviar el impacto que el factor subjetivo tiene sobre la realidad que se va a estudiar. Sin embargo, los últimos años (en particular desde la llegada de Donald Trump a la más alta instancia de administración del poder de Estados Unidos) han estado impregnados de una alta dosis de indecisión, perplejidad y duda respecto de las decisiones que se toman, y que tienen transcendente influencia en la vida de los pueblos, de los países y del mundo. 

En ese marco (cuando la subjetividad y la incertidumbre se manifiestan en tan elevados niveles) las decisiones no dan certezas respecto de su veracidad y posibilidades reales de ejecución. 

miércoles, 2 de enero de 2019

Cuba, una mirada propia a 60 años de la victoria


Sergio Rodríguez Gelfenstein

La revolución cubana arriba a su 60 aniversario, ¿cómo expresar en pocas palabras todo el significado que la efeméride tiene para América Latina y el Caribe y para el mundo?, ¿cómo hacer patente algo diferente a lo que personas de todas las latitudes y longitudes de la región y del planeta han dicho y dirán durante estos días para enunciar el profundo significado que esta fecha encarna en la vida de varias generaciones de revolucionarios, luchadores por la democracia, la independencia y la paz? 

Tal vez, lo mejor sea no caer en generalidades y obviar en esta ocasión lo que ya todos conocemos: la trascendencia del Moncada y la “Historia me Absolverá”; la entereza en la prisión; el exilio en México; la epopeya del Granma; la lucha desigual en la Sierra Maestra; la victoria de enero de 1959; la derrota del imperialismo en Playa Girón, el heroísmo inclaudicable del pueblo para resistir casi 60 años de bloqueo; la voluntad de estar de pie ante el chantaje nuclear; la construcción de las nuevas instituciones del Estado revolucionario; la formación de millones de profesionales dotados de una ética distinta que pone al ser humana en el centro; la defensa permanente ante los atentados terroristas, la agresión y la contrarrevolución asesina, incluyendo la guerra química y bacteriológica; la solidaridad internacionalista; la victoria de Cuito Cuanavale y la derrota definitiva del apartheid; la superación del período especial cuando todos auguraban el fin; el liderazgo indiscutido del Comandante en Jefe Fidel Castro; el prestigio de los dirigentes y del partido comunista; la continuidad en la conducción tras la salida de Fidel y Raúl de la máxima jerarquía del Estado y el gobierno y; sobre todo, la inquebrantable voluntad del pueblo cubano de resistir y defender a cualquier precio su soberanía, su independencia y el sistema de gobierno que se dieron.



En fin, nada que no se haya dicho… y hay mucho más, tanto que los límites estrechos de un artículo no permiten exponer la magnitud del hecho más importante de la historia de la América Latina del siglo XX.

Por ello, tal vez lo único diferente que pueda decir es contar la experiencia propia de mi relación con Cuba como exposición vivida de su magnificencia y como receptor de su afecto y solidaridad. El inicio de mi acercamiento a Cuba vino desde la niñez, en las noches, mi padre escuchaba en sumo silencio la radio por onda corta y se hizo natural que yo repitiera con suprema inocencia (y con el temor de mi padre que lo hiciera fuera de casa) aquel lema que exponía toda una declaración de principios: “Aquí Radio Habana Cuba, transmitiendo desde La Habana, Cuba, primer territorio libre de América”. El hecho que tan simple acción entrañara peligro y, por tanto la inquisitoria recomendación de papá de no comentarlo en la escuela ni ante extraños, fue forjando un halo de misterio en torno a aquella palabra que era el nombre de un país donde “estaban ocurriendo cosas importantes para que los niños pudieran ser felices” según la sabia explicación de mi padre.