Actividades Académicas

sábado, 30 de abril de 2016

VII Congreso del Partido Comunista de Cuba



La valoración histórica del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) viene dada por ser éste, el último en el que participará la generación que dio origen a la revolución cubana. Según todos los analistas, este tema entraña el problema de fondo del futuro del proceso revolucionario, cual es, si la ausencia física de los líderes históricos no interrumpirá el devenir de la construcción del socialismo en Cuba, sobre todo después de los cambios acaecidos en los últimos dos años en la relación con Estados Unidos y la ya anunciada avalancha de novedosas formas intervencionistas que provendrán de la potencia del norte.


En el Congreso, el discurso del Comandante Fidel Castro fue en la práctica una formal despedida de su pueblo. A su vez, Raúl confirmó su salida del poder al concluir su mandato presi
dencial en 2018. Conscientes de esta situación, la dirección del PCC con Raúl a la cabeza se ha dado a la tarea de solidificar la institucionalidad del Estado y el Partido, a fin de que la firmeza que da la estatura moral de Fidel, Raúl y los otros dirigentes que desde 1953 vanguardizaron la lucha por la toma del poder y desde 1959 lo dirigen, tenga continuidad en la fortaleza de un país con instituciones sólidas y seguras para resistir los embates del futuro.

Este Congreso fue en los hechos, una segunda parte del anterior, el VI, realizado en 2011, el primero sin que Fidel estuviera en la máxima dirección del Partido y el Estado. Frente a los agoreros que vislumbraban un desmoronamiento del sistema cubano, las tareas trazadas por ese Congreso se han ido cumpliendo “sin prisas, pero sin pausas” como acostumbra a decir Raúl.

En este evento se aprobaron los siguientes documentos:






Sería muy extenso referirse en un artículo corto como éste a cada documento en particular, pero sintetizando se puede decir que el Congreso se abocó a revisar los acuerdos del anterior, en cuanto al proceso de transformación de la economía cubana o lo que los cubanos llaman “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”, así mismo hizo una evaluación que permitió conocer que el 21% de los acuerdos se han cumplido totalmente y el 78% se encuentra en fase de implementación. Este VII Congreso agregó 50 nuevos lineamientos a ser evaluados en el próximo Congreso.

De la misma manera, durante el cónclave se trazaron las pautas de desarrollo de la economía cubana en el mediano plazo, estableciendo ejes estratégicos y la creación de cimientos para el desarrollo económico del país a partir de la implementación de una gestión de gobierno “eficaz, socialista y de integración social” que se propone “la transformación productiva e inserción internacional; el desarrollo de infraestructura, potencial humano, la ciencia, la tecnología, la innovación, los recursos naturales y el medio ambiente, y el desarrollo humano, la equidad y la justicia”, como metas para el año 2030.

Por otra parte, el VII Congreso se propuso elaborar los basamentos teóricos que sustentarán el modelo económico cubano. En este aspecto, fueron particularmente relevantes los debates sobre la definición acerca del enfoque de nación y los fundamentos para el ejercicio de la democracia en Cuba.

Finalmente, el Congreso aprobó resoluciones en torno al trabajo del PCC y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) estableciendo parámetros en torno al crecimiento de la militancia, así como los 60 años como edad máxima para ingresar al Comité Central y hasta 70 años para de­sempeñar cargos de dirección en el Par­tido, y la reelección de los máximos dirigentes solo una vez hasta cumplir un lapso total de 10 años en sus responsabilidades.

El nuevo Buró Político conserva 12 de sus miembros, solo 3 forman parte del liderazgo histórico de la Revolución e incorpora 5 nuevos, de ellos tres mujeres, dando continuidad al proceso de renovación iniciado hace varios años. Raúl Castro fue reelegido como Primer Secretario y José Ramón Machado Ventura como Segundo Secretario del Comité Central.

De la misma manera, este evento mostró la extraordinaria capacidad de Raúl Castro para desdoblarse en sus dos funciones de presidente de la república y máxima autoridad del Partido Comunista. El discurso amplio y conciliador que corresponde a un estadista, que incluso lo llevó a decir en la Cumbre de la CELAC en Panamá, que el Presidente Obama “era un buen hombre”, contrastó con el del Informe Central al Congreso en el que fiel a su estilo concreto y conciso expuso a través de su tradicional retórica crítica y autocrítica y desde la perspectiva revolucionaria y socialista, los avances y las trabas surgidas en el proceso de reformas económicas emprendidas a partir del anterior Congreso. En palabras del presidente cubano: “El obstáculo fundamental que hemos enfrentado, tal y como previmos, es el lastre de una mentalidad obsoleta, que conforma una actitud de inercia o de ausencia de confianza en el futuro”. Alertó en torno a que incluso “…han estado presentes aspiraciones enmascaradas de restauración del capitalismo como solución a nuestros problemas”.

La reiteración en mantener como objetivo supremo del PCC, la “construcción de un socialismo próspero y sustentable” se acerca como solución, -tal como lo vengo diciendo desde hace casi diez años- a los experimentos chino y vietnamita, sólo que esta vez, acorde a la propia experiencia pasada, Cuba está construyendo su propio modelo, que sobre todo parte de la raíz martiana y del ideal de independencia y soberanía edificado en una permanente lucha en contra del interés imperial de Estados Unidos de apoderarse de la isla, incluso desde alrededor de 100 años antes de su independencia formal del colonialismo español. 

Toda esa tradición, ha permitido cimentar una sólida identidad nacional que fusionada en el siglo XX, con la resistencia del pueblo cubano a los gobiernos neocoloniales y el ideario de Fidel surgido a partir de “La historia me absolverá”, y fortalecido en más de 50 años de firmeza y aguante al inhumano bloqueo gestado por la principal potencia imperial del planeta, permiten visualizar “las bases teóricas y las características esenciales del modelo económico y social al que aspiramos como resultado del proceso de actualización” tal como lo dijo Raúl en su informe. El llamado final fue “en pos de la consecución de una nación soberana, independiente, socialista, próspera y sostenible”, como para que no quedaran dudas del rumbo socialista de Cuba a pesar del cambio de táctica de Estados Unidos en su afán de destruirla. 

domingo, 24 de abril de 2016

Cuidado, la historia puede repetirse!!!!!


La historia suele ser muy curiosa cuando se refiere a fechas y lugares. Los acontecimientos actuales en América Latina han traído a la memoria algunos hechos que no dejan de causarme cierta impresión. Camilo Sée un político francés de finales del siglo XIX y comienzos del XX apuntó que “… la historia se repite, [pero] lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan”. Así mismo, el poeta y novelista inglés Aldous Huxley aseguraba que “Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”.

Todo esto, vino a mi mente al recordar que en 1960, el conservador Janio Quadros fue elegido presidente de Brasil, sin embargo su pensamiento político fue evolucionando hacia un nacionalismo que confrontaba los poderes imperiales, particularmente el de Estados Unidos. Junto a su vicepresidente Joao Goulart se propuso transformar a Brasil en un país independiente desde el punto de vista económico e insertarlo en las luchas de los países del Tercer Mundo, enviando incluso una delegación en calidad de observadora a la I Cumbre del Movimiento de Países No Alineados celebrada en Belgrado en 1961, estableció relaciones con Cuba y la Unión Soviética, incrementando además, el comercio con los países socialistas. Condecoró al comandante Ernesto Che Guevara con la Orden Cruzeiro do Sul, la más alta distinción brasileña. Todo esto, fue más de lo que la oligarquía, las empresas transnacionales, el gobierno de Estados Unidos y las Fuerzas Armadas brasileños podían aceptar. A pesar de que Quadros era un político moderado, militante de la Unión Democrática Nacional, una organización política de derecha y que su actuación se desarrolló en el marco de la Constitución y las leyes, los militares forzaron su renuncia después de solo siete meses de gobierno.

Las fuerzas reaccionarias maniobraron para evitar que el vicepresidente Goulart asumiera la primera magistratura, pero finalmente, con el apoyo de los sindicatos y otras organizaciones democráticas, ­­­­­el 2 de septiembre se pudo hacer cargo del poder, a pesar de la oposición de las Fuerzas Armadas y la oligarquía que de inmediato comenzaron a conspirar para su derrocamiento, obligándole a gobernar con grandes limitaciones para sus posibilidades de tomar decisiones. Sin embargo, en 1963, un referéndum popular le devolvió todos los poderes constitucionales para ejercer el gobierno en plenitud. Las empresas transnacionales y las poderosas oligarquías industrial y agraria comenzaron a acusar a Goulart de establecer alianzas con el “comunismo internacional” y en particular con Cuba, creando las condiciones para un golpe de Estado, el cual se inició el 31 de marzo y se concretó el 2 de abril cuando la mayoría del Congreso votó para destituir a Goulart y poner en su lugar al presidente de la Cámara de Diputados Ranieri Mazzilli, quien duró en su cargo sólo 13 días siendo sustituido por el General Humberto Castello Branco, inaugurando una dictadura que duraría 21 años.

Sólo un mes y medio después, el 27 de mayo, en Colombia, otro país sudamericano, un grupo de campesinos que no superaban la cifra de 20, la mayoría de los cuales estuvo vinculado en sus orígenes al Partido Liberal, que se habían refugiado en un pequeño territorio denominado Marquetalia del Departamento del Tolima para resistir la violencia conservadora de la segunda mitad de los años 40, así como el terrorismo bipartidista y el despojo gubernamental de los años 50, tuvieron su primer enfrentamiento armado, para repeler los ataques de 16 mil soldados enviados por el presidente Guillermo León Valencia en el marco del Plan Laso, elaborado por el Pentágono estadounidense. Ese día nacieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que tuvieron su acta de bautismo entre el 25 de abril y el 5 de mayo de 1966 cuando se realizo la Segunda Conferencia Guerrillera del Bloque Sur.

El ataque a Marquetalia, seguido de otras acciones ofensivas del ejército contra enclaves en los que los campesinos se habían refugiado para buscar protección ante la violencia del Estado, condujeron al establecimiento de la guerra de guerrillas y la lucha armada en Colombia por más de medio siglo, a la que después se incorporaron otras organizaciones político militares, la más importante de las cuales es el Ejercito de Liberación Nacional (ELN). Las reclamaciones originales de los campesinos de “tierra para el que la trabaja”, habían dado paso a demandas políticas de otro nivel, sobre todo después del asesinato del gran líder liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, con lo cual se consideraron cerradas las garantías para un desarrollo de la vida política en los términos de la democracia representativa.

Hoy, en La Habana, Cuba, paradójicamente el país en que se inició la lucha armada en América Latina como forma para acceder al poder político, pareciera estarse cerrando esta etapa, a través de las negociaciones que están sosteniendo las FARC y el gobierno de Colombia y las que se acaban de iniciar entre el ente gubernamental y el ELN, en la búsqueda de la paz, la democracia y la justicia social, utilizando el diálogo con el fin de eliminar las causas que originaron el conflicto.

Después de observar el circo en la Cámara de Diputados de Brasil, en la que el 53% de sus integrantes están siendo investigados por corrupción, lavado de activos y sobornos, uno no puede menos que preguntarse cuánto valor tiene este tipo de democracia en la que el voto del pueblo puede ser revertido por una manada de mafiosos dirigidos por Eduardo Cunha, quien fue caracterizado como un “gánster imputado por muchos crímenes y que está siendo acusado por el Tribunal Supremo”, por una voz tan autorizada como la de Leonardo Boff. Pareciera que la oligarquía brasileña pretende volver a 1964, las impúdicas muestras de idolatría de algunos diputados, respecto de la dictadura y la represión vivida, son expresión de ello. ¿Es que acaso quieren nuevamente cerrar los caminos de la democracia y revivir los años de lucha armada que parecieran estar concluyendo en América Latina? 

Más de uno podrá pensar que estos sucesos en Brasil, así como los exabruptos dictatoriales del presidente argentino, son expresión de la intención de asistir a un nuevo sepelio de la democracia, tal como en la década de los 70 del siglo pasado, a fin de instaurar dictaduras de nuevo tipo, en el que esta vez no se necesitarán a los militares para hacer el trabajo sucio. Hoy bastan los medios de comunicación, ellos constituyen en la actualidad, el componente de la oligarquía que usando otro tipo de armas, tan letales como aquellas, son los encargados de crear las condiciones para el exterminio, la desaparición, la muerte, la tortura y los despidos de trabajadores. Tal vez hoy en Brasil no sea necesario un nuevo Castello Branco, bastará un Mazzilli, pero tampoco serán necesarios 21 años para recobrar la democracia. Tal vez, tampoco sea necesaria la lucha armada, el pueblo se prepara para grandes jornadas de combate en las calles, en contra de la dictadura que pretende instalarse.

Así lo han hecho saber las organizaciones sociales, el Frente Brasil Popular y el Frente Pueblo Sin Miedo emitieron un comunicado en el que afirman que no reconocerán la legitimidad de un pretendido gobierno de Temer, el vicepresidente en funciones. Aseguran que no solo, no lo reconocerán, sino que van a “luchar contra el gobierno ilegítimo, combatiendo cada una de las medidas que se adopten contra nuestros empleos, salarios, programas sociales y derechos de los trabajadores, duramente conquistados y en defensa de la democracia y de la soberanía nacional”.

Por su parte, Joao Paulo Rodrigues, de la Dirección Nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), expuso que van a movilizar “al país entero como no se hacía hace 20 años. No hay porque desanimarse” dijo y agregó que “Tenemos que prepararnos para las batallas políticas, creo que serán batallas maravillosas. Nuestra generación va a vivir un período rico que hasta entonces no conocíamos en el país”.

Como la historia es curiosa, vale recordar que el 17 de abril, día en que se votó el impedimento contra la presidenta Dilma Rousseff, se recordaba el vigésimo aniversario de la masacre de Eldorado de los Carajás, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, cuyo Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) votó a favor de la destitución de la presidenta Rousseff. En esta acción fueron asesinados 19 campesinos del MST. Los responsables directos fueron destituidos, pero no juzgados. Ojo. Cualquier similitud con el origen de las FARC fue pura coincidencia.

sábado, 16 de abril de 2016

Colombia, pintando adioses a la guerra


El pasado martes 12 de abril se presentó en Santiago de Chile mi libro más reciente “Colombia, pintando adioses a la guerra”. En un bello formato de la Editorial de la Radio de la Universidad de Chile y contando con una nutrida presencia, la obra fue presentada en la sala Máster de este prestigioso medio de comunicación de la capital chilena.

Las palabras de introducción estuvieron a cargo del Director de la Radio y Premio Nacional de Periodismo, Juan Pablo Cárdenas, quien a su vez presentó a los excelentes comentaristas, Alejandro Toro, Director de la Fundación para una Nueva Vida (Funuvida) de Medellín, Colombia, así como Francisca Quiroga, cientista política e impulsora de la plataforma comunicacional Hora Constituyente y el periodista Patricio López, conductor del programa Radioanálisis de la Universidad de Chile.

En el prólogo del libro, Gloria Flórez Schneider, defensora de derechos humanos, Directora de la asociación MINGA, ex parlamentaria andina y ex secretaria de gobierno de Bogotá expuso que “Este libro, que desde ya entrará a ser parte vital de la memoria histórica sobre los intentos de paz y los hechos de violencia, tiene como título: ´Colombia. Pintando adioses a la guerra` ofrece a los lectores la compilación de textos y artículos en momentos históricos definidos por su altísima complejidad. En primer lugar, su autor, hace un recuento profundo sobre los antecedentes políticos más relevantes del país y las causas que dieron origen a la lucha armada, los procesos de paz frustrados de los 80, las negociaciones de los 90 que permitieron la Asamblea Nacional Constituyente y a la firma de un nuevo pacto social, la Constitución Política de 1991.

Recoge otro momento esencial, el proceso de Paz de finales de los 90 y comienzos del siglo XXI con las FARC y el ELN, y en medio de ello, la puesta en marcha del Plan Colombia diseñado por los Estados Unidos bajo el pretexto de la lucha contra las drogas que le permitió a esa potencia incidir de manera directa en el conflicto armado y que desató una profundización de la confrontación bélica, unida a la regionalización del mismo, impactando a los países vecinos y a la América Latina y Caribeña en su conjunto.

Y por último, a través de artículos sobre acontecimientos y hechos relevantes que marcaron el devenir del actual proceso de paz, el profesor Sergio Rodríguez Gelfenstein, nos convoca a profundizar sobre las implicaciones de la paz y la guerra en Colombia, los actores y protagonistas nacionales e internacionales, las complejidades de un conflicto que traspasó las fronteras con los países vecinos, la crisis de la frontera colombo venezolana, y la contribución de los gobiernos de América Latina para construir el escenario de estos últimos diálogos que le pondrán fin al conflicto más antiguo del hemisferio occidental que ha transcurrido durante seis décadas dejando a su paso más de 6 millones de víctimas, entre muertos, desaparecidos y desplazados”.

En la introducción al texto exteriorizo que: “La vida me permitió ser testigo excepcional de las guerras centroamericanas de finales de la década de los setenta y los ochenta del siglo pasado, en particular en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, tres países donde las fuerzas insurgentes se convirtieron en partidos políticos legales para participar en elecciones libres y democráticas después de extirpar las dictaduras y los gobiernos autoritarios de la región. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua que había llegado al poder en 1979 a través de la vía armada, lo entregó pacíficamente en 1990 tras ser derrotado en las urnas electorales, regresando al gobierno por el mismo camino en 2007, conservándolo hasta hoy. De igual manera, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador (FMLN) llegó al gobierno por primera vez en 2009, repitiendo su victoria en 2014. La Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG), participa activamente en la vida política de su país. Los acuerdos de paz permitieron así mismo, que los grupos paramilitares de derecha en unos casos, como los movimientos revolucionarios en otros, fueran desmovilizados.

En todos estos ejemplos, los procesos de lucha armada concluyeron después de procesos de negociación que buscaron la paz y la reconciliación entre las partes. Los gobiernos entendieron que era imposible la derrota militar del enemigo, y las fuerzas insurgentes, por su parte, que no iban a lograr el asalto al poder por la vía armada. Ello condujo a difíciles negociaciones entre contendientes que llevaban años enfrentados en sangrientas conflagraciones. 

Las fuerzas revolucionarias comprendieron que la lucha armada no podía ser entendida como un fin, sino como un medio que los podía llevar a obtener los objetivos políticos que no podían conseguir a través de la presencia política en sociedades en las que las oligarquías habían cerrado el espacio en medio de feroces acciones emprendidas contra la participación de estas fuerzas.

Habiendo participado en algunos de estos procesos, imbuido de estas experiencias y del estudio de su derrotero y desenlace, comprendí, ya en las postrimerías del siglo XX, que Colombia debía transitar el mismo camino. Este libro es una recopilación de artículos, conferencias y escritos que recogen lo que desde ese momento se transformó en una perseverante apuesta por la paz en Colombia a través de la negociación y el diálogo. Con el desarrollo de los acontecimientos en el país, y en la medida de la mutación de la realidad regional y global, los argumentos se fueron adaptando a lo que se consideraba más útil y propicio para encontrar soluciones en cada momento. Es probable que el lector detecte que en algunos casos hay repetición de las ideas, pero ello se debe al afán de dar continuidad y persistencia a los argumentos en el marco de la historia que se va relatando.

Como el lector podrá constatar, precisamente la paz es el eje conductor de este libro. El primer trabajo es de febrero del año 2000. A partir de ahí, a través de los años se expondrán ideas que coadyuven a enfrentar exitosamente un proceso de paz sin dejar de observar las condiciones en las que se desarrolla la vida política cotidiana del país. 

Así mismo, debe considerarse que todos estos escritos vieron la luz en Venezuela, país que por compartir una frontera terrestre abierta de 2219 Km. con Colombia, no puede vivir ajeno a los avatares de la acción guerrillera, como de los otros flagelos que afectan al vecino país, tales como el narcotráfico, el paramilitarismo, el contrabando y la acción de bandas de delincuencia organizada, todas las cuales han sobrepasado los límites territoriales, transformándose en mayor o menor medida en hechos que van copando la cotidianidad de este país. A diferencia de otros países, incluso latinoamericanos, es imposible para Venezuela, desprenderse de los acontecimientos de Colombia, en especial los que motivan este libro.

En sus palabras, Alejandro Toro admitió que le llamó la atención “las costuras académicas que unen las reflexiones del libro como la fundamentación teórica en James Rosenau y las fuentes de la turbulencia que dibujan la realidad colombiana, así como los ejemplos de Centro América y sus coincidencias con el caso del Colombia que entre actores y causas, da visión que seguramente tendrá detractores, defensores y quienes deseen hacerle anexos, pero en el que se halla como punto común la existencia de causas objetivas que iniciaron el conflicto armado, las que tienen que ver con un conflicto social al que los gobiernos no pudieron dar una respuesta real y estructural” y agregó para finalizar: “Finalmente tenemos 50 páginas que van desde artículos como “La frontera caliente entre Colombia y Venezuela”, hasta “La paz no puede tener plazos” que se convierten en un verdadero diario de Colombia, que permite percibir el seguimiento pormenorizado de la realidad política, social, económica y académica del país, pero en el que se deja entrever el hilo emocional del autor, que ve los diálogos de la Habana con una pasión de historiador y hombre que se adivina en un momento fundamental del devenir de nuestro tiempo”.

Por su parte la cientista política Francisca Quiroga enfatizó en la relevancia que el tema (del libro) ha tenido para todo el continente y dijo que “es muy importante, porque este conflicto, que tiene más de 50 años, crea también la discusión sobre las nociones de Estado, democracia y distribución del poder”.

“Esto ha tenido efectos en América Latina. Recordemos, por ejemplo, que la lucha contra el narcotráfico se enmascara con el Plan Colombia, por parte de Estados Unidos, y tenía que ver con una mirada geopolítica y con ciertos modos de control del poder dentro de la región. Por lo tanto, Colombia también puede ser un pretexto, a veces, para la lógica de exterminio, de los guerrilleros en este caso, y de no pensar la región en términos de la democracia que tenemos. Es un conflicto que América Latina debe mirar como una gran deuda”, añadió la también profesora de la Academia Diplomática de Chile.

lunes, 11 de abril de 2016

Perú, más de lo mismo, pero…

El devenir político de Perú en tiempos recientes, viene a confirmar la tradición histórica de un país que ha desarrollado su acontecer anclado en una clase política conservadora, reaccionaria y retrógrada que tiende a las dobles caras y la traición como método desde que San Martín y Bolívar fueran adalides de su independencia, y daba sus primeros pasos como república independiente.

En particular, los últimos 25 años han configurado gestiones gubernamentales de mandatarios que han hecho campaña electoral con un discurso y gobernado con otro totalmente opuesto. Han sido los casos de Alberto Fujimori (1990-2000), Alejandro Toledo (2001-2006), Alan García (2006-2011) y el de Ollanta Humala comenzado en 2011 y que cuenta sus últimos días. Pero, hay una línea conductora entre todos estos gobiernos, que caracterizan y fijan la dinámica política del país: la aplicación del modelo neoliberal que ha generado un gran crecimiento económico a partir de la entrega de la riqueza del país a las transnacionales, sin que esto signifique una mejoría en las condiciones de vida de la mayoría de la población, profundizando las diferencias y el abismo entre ricos y pobres. 

Alberto Fujimori, fue elegido presidente en 1990, pero gobernó de facto desde 1992 cuando cerró el Congreso Nacional, asumiendo plenos poderes que lo llevaron incluso a rehacer el Poder Judicial para edificar uno a su medida. Ya en el año en que inició su mandato, siguiendo recomendaciones del Fondo Monetario Internacional aplicó una política de shock, que significó la restructuración de precios, lo cual le permitió controlar la inflación a cambio de una gran devaluación con la consabida pérdida del poder adquisitivo de los sectores más humildes. Fue el comienzo de la aplicación de medidas neoliberales, que le dieron todo el poder al mercado, apartando al Estado de su rol de contralor de la gestión económica. En esa medida, el plan fujimorista de estabilización de la economía generó grandes réditos al gran sector empresarial, a costa del despido masivo de trabajadores y empleados públicos y la liquidación de la protección a la industria nacional en favor de los consorcios extranjeros.

Todo esto, en un marco de represión generalizada y violación de los derechos humanos que incluyó las masacres de los Barrios Altos, Santa y La Cantuta, entre otras y en las que fuerzas militares ilegales al servicio del gobierno y actuando con total impunidad protagonizaron asesinatos masivos. Así mismo, Fujimori fue acusado de esterilizaciones ilegales masivas. En noviembre de 2000, tras la divulgación de grandes escándalos de corrupción para ganar su tercera elección, sospechas de tráfico de armas, y soborno a parlamentarios, Fujimori, renunció al cargo de presidente de la República desde Japón. Viajó a Chile donde fue detenido y extraditado a su país, enjuiciado en 2009 y condenado a 25 años por las masacres de los Barrios Altos y La Cantuta. Posteriormente, también fue condenado a siete años y medio más de prisión por corrupción.

Su sucesor, Alejandro Toledo dio continuidad a la aplicación de políticas macroeconómicas de liberalización de la economía y apertura al capital extranjero. A pesar de haberse comprometido en su campaña electoral a no vender las empresas energéticas, privatizó dos grandes compañías de ese rubro provocando inmensas huelgas y manifestaciones en contra que provocaron el fin de su primer gabinete y la caída de la popularidad hasta 7%. Su dudosa moralidad y respetabilidad en hechos de conocimiento público han generado un gran rechazo hacia su figura. El intento de regresar a la presidencia en 2011 y en 2016 ha finalizado con un abrumador rechazo de los peruanos.

El segundo gobierno de Alan García iniciado en 2006, dio continuidad a las políticas iniciadas por Fujimori, dando especial realce al favorecimiento de la inversión extranjera, los intentos de inserción de Perú en los grandes mercados mundiales y la firma de tratados de libre comercio. En octubre de 2008, estalló un escándalo de corrupción que involucraba a altos funcionarios de su gobierno, siguiendo también una práctica ya común en tiempos recientes.

García vivió grandes protestas sociales en contra de la implementación de gigantescos proyectos mineros que daban imponentes beneficios a las empresas transnacionales sin que ello significara cambios sustanciales en las condiciones de vida de las comunidades, generándose además prácticas abusivas de depredación del medio ambiente sin que el gobierno estableciera controles en ese sentido. García abandonó el gobierno en un marco de desprestigio absoluto que lo llevó a obtener una ínfima votación en las elecciones de este domingo cuando pretendía volver al Palacio de Pizarro. 

Hechos similares, han ocurrido con el feneciente gobierno de Ollanta Humala, surgido en medio de grandes expectativas de cambio dado el renovador discurso utilizado en su campaña, razón por lo cual la decepción de los electores ha sido potencialmente superior. Nada cambió, la aplicación de medidas neoliberales, la represión de la protesta popular y las acusaciones de corrupción que incluso involucran a su propia esposa, invalidándola en sus deseos de acceder a la primera magistratura, dan continuidad a una tendencia que como se dijo al inicio tiene su origen en el año 1990. En todo este período, el gobierno de Humala tal vez sea el que pasará a la historia con la menor trascendencia, dada su gestión mediocre y su impronta de traición a los intereses populares que prometió defender.

Este contexto histórico antecedió las elecciones de ayer, domingo 10 de abril, los resultados auguran que el próximo presidente peruano, dará continuidad a las políticas neoliberales, profundizando la relación de dependencia del país a los grandes centros de poder mundial, sin que se vayan a tomar medidas reales encaminadas a superar los altos niveles de pobreza sobre todo en las regiones agrícolas y de producción minera. 


Sin embargo, un novedoso y alentador hecho ha marcado la política peruana en la elección reciente. La emergencia del Frente Amplio, agrupación de fuerzas con una clara vocación de izquierda, encabezado por Veronika Mendoza y su irrupción como tercera fuerza política del país, logrando la sumatoria de organizaciones de izquierda y movimientos regionales es expresión de la construcción de la base más potente de la izquierda peruana en los últimos 20 años. El liderazgo de esta muy joven psicóloga y congresista ha logrado generar dirección al movimiento y un reconocimiento a su capacidad de conducción, lo cual, siembra una raíz muy sólida en la política peruana de cara al futuro.

Verónika Mendoza logró establecer una fuerte comunicación con los sectores del sur andino, el más afectado y golpeado por las prácticas neoliberales. Sin haber podido evaluar a esta hora, la votación por regiones, es indudable que a diferencia de otras organizaciones emergentes que no son más que plataformas electorales sin base y en contradicción con los viejos partidos social demócratas y social cristianos tradicionales que fueron barridos por los electores, la votación del Frente Amplio, a pesar de ser una estructura muy recientemente creada, va a tener una sólida representación parlamentaria sustentada en el Partido Socialista, antiguo partido Unificado Mariateguista que tuvo en Javier Diez Canseco su más preclaro y un consecuente líder capaz de visualizar este momento. Así mismo, Tierra y Libertad, con una fuerte base campesina y en comunidades que han luchado contra las empresas mineras depredadoras y el movimiento Sembrar configuran una potente alianza de fuerzas de izquierda que presentaron al país un programa claro que proponía la elaboración de una nueva Constitución, para cambiar las reglas del juego en materia de inversiones y de política fiscal a fin de recabar los recursos que Perú necesita para su desarrollo.

Todo esto permite pensar que una importante organización ha surgido a fin de seguir fusionando a la izquierda, junto al movimiento social y, con el liderazgo de Verónika Mendoza, ofrecer excelentes perspectivas para el futuro político de Perú, que parecía sumido en una situación de retroceso infinito.

viernes, 1 de abril de 2016

En Colombia es el tercero, en Cuba, el primero

La velocidad de los acontecimientos noticiosos y la posibilidad que ofrecen los avances tecnológicos de darle seguimiento puntual y oportuno “en vivo y en directo”, caen como una avalancha sobre los lectores y personas interesadas en informarse. Ya no es solo la televisión, la radio o los medios impresos, que hoy se consideran como “los tradicionales” o “los antiguos”, también internet o las llamadas redes sociales copan el universo informativo, generando angustia en muchas personas, porque es imposible seguir el ritmo de todos los hechos que se producen. Ocurre entonces, la sensación opuesta, en vez de considerarse informado, prima la idea de que siempre habrá algo que no sabes y que siempre habrá alguien con motivos disimiles, encargado de recordártelo. 

Ello también influye sobre los que escribimos, en particular aquellos que lo hacemos con regularidad y en plazos definidos a partir de compromisos adquiridos, la sensación de que somos incapaces de narrar, describir o dar nuestra opinión sobre todo lo que quisiéramos, deja pasar vicisitudes relevantes que con el correr de los días, pierden vigencia o han sido superados por la vida misma.

Se puede escribir sobre muchas cosas: acontecimientos notables, efemérides ilustres, personajes destacados, hechos culturales o políticos o, sobre la vida o las acciones de individuos que marcan el acontecer del tiempo, hacen conjeturas, que casi siempre resultan certeras y que solo ellos pueden ver, además tienen el don de la palabra escrita u oral para decir aquellas cosas que muchos piensan, pero que solo unos pocos tienen capacidad de expresar. Son aquellos que denominamos personalidades. 

Las personalidades, cuando actúan en política y son exitosas, tienden a transformarse en líderes; en otro ámbito, el éxito de esas personalidades cuando se desenvuelven en el plano de las artes, la cultura o las letras, generan seguidores que están permanentemente atentos de su producción por los placeres y sensaciones positivas que transmiten. 

América Latina, por ser la única región del planeta que habla el mismo idioma, tiene posibilidades de comunicación e identidad mucho más fuertes que cualquier otra. La viabilidad de la interacción entre los ciudadanos es mucho mayor, dada una historia común y una religión mayoritaria profesada por su población. En esa medida, el influjo de sus personalidades rebasa con creces la que pudiera haber en otras latitudes del globo.

Durante el mes de marzo que acaba de concluir, como es normal, diversos acontecimientos removieron la faz de la región, pero hubo dos de ellos que taladraron el prisma informativo: la visita del presidente estadounidense Barack Obama a Cuba y el inicio de las conversaciones de paz entre el gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de ese país. Miles de horas de transmisiones televisivas, decenas de miles de notas de prensa, un número indeterminado de análisis de especialistas y expertos dieron a conocer opiniones, puntos de vista, pronósticos y conclusiones de ambos hechos.

Hoy, quiero hablar de dos personalidades, diferentes y distantes, ubicados en dos polos del quehacer y de su vinculación con la noticia, pero con sabiduría, certeza, belleza en el uso del idioma y capacidad superlativa de interpretación del sentimiento popular, hablaron de cada uno de esos hechos, dando muestras de esa característica que las distingue, cual es saber captar como nadie el meollo del asunto y saber decir como ninguno lo que todos piensan, pero no pueden decir con tanta sabiduría. Me refiero al líder de la revolución cubana, Comandante Fidel Castro y el escritor y periodista colombiano William Ospina.
En sendos artículos divulgados uno antes del hecho, y el otro con posterioridad al mismo, se recogen en pocas palabras y de manera cabal el resumen más extraordinario del entorno del acontecimiento. Si bien es cierto que Ospina, quien publicó el artículo “El Tercero” el día 12 de marzo en el periódico colombiano El Espectador no se refirió específicamente al eventual anuncio del inicio de las conversaciones de paz entre el gobierno y el ELN, el sentir de su opinión, entrega todas las pautas para entender el marco de las negociaciones cuando afirmó que “Cada vez es más evidente que ni Santos ni Uribe pueden hacer la paz de Colombia. Ello se debe a que los sectores y poderes que ambos representan han sido los causantes de la guerra y los que más se han beneficiado con ella. Cada vez es más necesario que un tercer actor entre en el debate y en el diálogo, y se encargue de dirimir, para hacer posible el futuro, lo que estos dos sectores de la dirigencia colombiana presienten y anhelan, pero no están en condiciones de alcanzar. No es que Santos no quiera la paz: es que la quiere sólo para ciertos sectores, y sobre todo para el empresariado comprometido con el proyecto neoliberal. No es que Uribe no quiera la paz: es que la quiere sólo para ciertos sectores, y sobre todo para el minúsculo grupo de los dueños de la tierra. Ambos sólo quieren la paz para los 2.300 nombres que son dueños del 53% de las tierras aprovechables del país, y para los 2.681 que son dueños del 58% de los depósitos que hay en los bancos”.

Ospina concluye diciendo que ese tercer actor necesario es Colombia, “…es la sociedad, la que no cabe ni en los discursos furibundos de Uribe ni en los cálculos sinuosos de Santos. Y es que la pequeña paz que ellos quieren, ellos mismos se encargan de hacerla imposible. Tal vez porque en el fondo saben que esa pequeña paz no cambiará nada, y que más benéfico les resulta prometerla que alcanzarla. ¿Llegará a tiempo el tercer personaje? Ambos, de verdad, lo necesitan. Y lo único que yo sé es que no habrá paz si no llega”.

Por su parte, Fidel, en su artículo titulado “El hermano Obama”, escrito el 27 de marzo, unos días después que Obama había abandonado Cuba para visitar su nueva semicolonia americana, le hacía al ilustre visitante un breve, pero contundente recordatorio de esa historia, tan necesaria de olvidar según Obama. . El Comandante esbozó una semblanza del pasado de Cuba (cuyo pueblo no olvida su devenir), para desenmascarar a continuación párrafo a párrafo el engañoso discurso humanitario del más falso y tenebroso presidente que ha tenido Estados Unidos en años recientes. Los otros, eran abiertamente imperialistas y no ocultaban sus intenciones. Éste, aupado en sus doctas enseñanzas de Harvard y en un color de piel, cuyos poseedores, no habían tenido la posibilidad de sentarse a dirigir el mundo desde la Oficina Oval de la Casa Blanca, falsifica la historia y sonríe macabramente como las hienas, para mantener unida su manada.

Recordaba Fidel: “Hay una cuestión importante: Obama pronunció un discurso en el que utiliza las palabras más almibaradas para expresar: ´Es hora ya de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos, un futuro de esperanza. Y no va a ser fácil, va a haber retos, y a esos vamos a darle tiempo; pero mi estadía aquí me da más esperanzas de lo que podemos hacer juntos como amigos, como familia, como vecinos, juntos`”. 

Continúa el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana: “Se supone que cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras del Presidente de Estados Unidos. Tras un bloqueo despiadado que ha durado ya casi 60 años, ¿y los que han muerto en los ataques mercenarios a barcos y puertos cubanos, un avión de línea repleto de pasajeros hecho estallar en pleno vuelo, invasiones mercenarias, múltiples actos de violencia y de fuerza? Nadie se haga la ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura. Advierto además que somos capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos con el esfuerzo y la inteligencia de nuestro pueblo. No necesitamos que el imperio nos regale nada. Nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos, porque es nuestro compromiso con la paz y la fraternidad de todos los seres humanos que vivimos en este planeta”.

Alguien podría decir que es un exabrupto poner a Ospina y a Fidel en el mismo plano, pero ahí están las palabras para afirmar que más allá de diferencias, coinciden en un punto supremo: el actor fundamental de la historia, los protagonistas principales de los logros de la humanidad, de la resistencia, la lucha la victoria y la paz son siempre los pueblos. La única diferencia es que en Colombia es el tercero y en Cuba, ­­el primero.