Sin
registro electoral alguno, Pinochet impuso fraudulentamente la Constitución que
legalizó su modelo político autoritario de economía neoliberal de mercado. La
constitución pinochetista encadenó un entramado jurídico antidemocrático que
consagró un modelo gatopardiano en el que todo debía cambiar para que todo
siguiera igual.
La
Concertación fue el instrumento ideal en
el que socialistas “deslastrados” del ideal allendista y los mismos demócrata
cristianos que promovieron el golpe de 1973, se unieron para vender al mundo un
espléndido modelo de democracia autoritaria y economía neoliberal administrado
por la izquierda.
El
mundo se mostraba gratamente sorprendido por ese Chile “tan moderno”. La
Concertación y sus paladines Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet se encargaron cual
somnífero de mantener al pueblo chileno aletargado durante dos décadas. El
putrefacto cadáver del dictador suspiraba de emoción y la derecha
empresarial se frotaba las manos de dicha financiera. Mientras tanto –se decía-
no se debía hacer nada so pena que regresara la derecha y se “terminaran las
libertades”.
Pero
la derecha regresó y todo siguió igual, salvo que se desvaneció el efecto somnífero
bajo el influjo de una nueva generación
que no conoció la dictadura, pero si sus perniciosos efectos antidemocráticos
y neoliberales. Restricciones al estudio
y al trabajo, pobreza encubierta, una de las distribuciones más
inequitativas del mundo, privatizaciones por doquier, falta de oportunidades,
un futuro incierto y otras perlas han hecho estallar el paraíso de Pinochet y
la Concertación. Hoy los jóvenes están en las calles y luchan por sus derechos.
Han comenzado a hacer válido el lema del escudo de Chile, “Por la razón o la
fuerza”. Toda la fuerza de la juventud chilena en favor de su lucha junto al
pueblo. Chile está vivo.